Cuestión de género

Lo seguimos haciendo, seguimos consintiendo que cada día nos desayunemos con “nuevo caso de violencia machista” en las radios, periódicos y redes de nuestro país. Seguimos torciendo el gesto algunas, y seguimos justificando otras. Todavía tenemos grabado en nuestro ADN la “explicación” de la violencia machista, de género, doméstica o pasional, como se llamaba antiguamente. Todavía bromeamos con chistes sobre “pegar” a la mujer, todavía toleramos cierto rango de flexibilidad ante la violencia y lo peor de todo es que todavía no nos damos cuenta.

Y es que existe la violencia en muchos lugares y momentos, de hecho la llevamos impregnada en nuestra piel desde el momento que tenemos que demostrar como mujeres que somos tan válidas o más que los hombres. Desde el momento en que ser madre te convierte en una especie de superheroina que ha de demostrar continuamente que puede reservarse un hueco donde desarrollarse también como persona independiente de su condición. Existe violencia en el lenguaje, claro que existe, pero aún justificamos con “el lenguaje es así”. Y con esto del lenguaje estoy cada vez más sorprendida, quizás porque últimamente me fijo más. En los últimos meses estoy observando como el uso genérico del grupo parece una agresión si se utiliza el femenino en vez del masculino cuando hay un solo hombre delante. Sé que no todos los hombres son así, y que a muchos les da igual, pero hay un alto porcentaje que saltan como si tuvieran un resorte si decimos “nosotras” en lugar de “nosotros”. Un ejemplo:

Estamos en clase de Yoga, hay tres mujeres y un hombre, el profesor dice “respiramos tranquilas”… cuando acaba la clase el hombre en cuestión, que además es un hombre deportista, moderno, espiritual, dice en tono de broma al profesor: “yo lo único que no he entendido bien es lo de respirar tranquilas”, destacando así que él es un hombre y que como tal no se le ha incluido en el genérico. El profesor argumenta, hay mayoría de mujeres, la mayoría manda. Alguien en la clase le dice, “qué mal lleváis los hombres esto, llevamos nosotras escuchando toda nuestra vida que nos llamen en masculino y nunca hemos protestado”, a lo que el resto de mujeres ni se pronuncia, el profesor se ríe, el hombre tuerce la sonrisa en una mueca de “ya salió la feminista de turno”.

Parece que no tiene importancia, de hecho no tiene ninguna importancia, pero a mí me hace pensar por qué es tan importante para ellos que les llamen, les mencionen por su género, quizás es que nuestro lenguaje tiene raíces profundamente masculinas, quizás es que hayamos alimentado durante siglos que el hombre tiene más derecho y por eso el genérico es masculino.

Esta cuestión del genérico grupal también lo he podido observar recientemente en niños de 5 años de edad. Si mencionas en un grupo de chicas y chicos el grupal femenino, rápidamente un niño dirá “¿Y nosotros?”, como si ellos no estuviesen incluidos en ese genérico grupal femenino. Si lo comento con las adultas responsables dirán, es normal, el genérico es masculino. Pero pensemos por favor un momento por qué el genérico es masculino, por qué solo puede usarse el femenino si hay mayoría de mujeres, y por qué les molesta tanto a algunos hombres, y no tan hombres, que les incluyan en un genérico femenino… pensemos… ¿ya? La única razón es porque el mundo ha pertenecido al hombre desde hace mucho tiempo, es el que salía a cazar según nos han contado, y el que ha traído el pan, es el que ha resguardado y cobijado a la pobre mujer que, por otra parte, sólo se encargaba de perpetuar la especie (cosa de nada), administrar y transformar el famoso pan que traía el hombre.

Pero claro, ahora vamos las mujeres y queremos ser como ellos, queremos salir a cazar, queremos traer el pan… y mira que hace tiempo que llevamos haciéndolo, pero aún no hemos asumido que lo de perpetuar la especie no es sólo responsabilidad nuestra, aún no hemos entendido que salir de casa a trabajar, tener ocio, y desarrollo personal no es un extra añadido a nuestras labores de género. Aún no hemos entendido que no tenemos que justificar en todo momento qué significa ser mujer hoy.

Me obsesiona cada vez más la herencia educativa que estamos dejando a nuestras hijas e hijos, que un niño de cinco años reivindique su genérico masculino es muy llamativo, tan llamativo como que una joven deje leer sus mensajes de móvil a su pareja que la quiere controlar porque la ama tanto que tiene que enseñarle lo que puede o no puede hacer y decir. Lo peor es que justificamos este tipo de actos como “cosas de chiquillos” o “cosas de celos”, lo peor es que no les paramos en seco y les decimos que ese comportamiento no tiene ningún tipo de tolerancia ni flexibilidad. Sentir celos no es romántico, y así hemos de hacérselo ver a nuestras hijas y a nuestros hijos. Las personas no se poseen.

Hay quien  dirá que también existe violencia sobre los hombres, también existen celos de las chicas y control de éstas hacia sus parejas masculinas, y es verdad. Pero no voy a entrar en un debate de si hay o no igual violencia en un sentido que en otro, porque justificar la violencia sobre la mujer porque también éstas la ejercen sobre los hombres es tan estúpido como decir que no vamos a luchar contra el cáncer porque también existe el sida… Pero es que además, la violencia sobre la mujer es en cifras muy superior a la violencia sobre el hombre en cuestión de género, y esto nos lo tenemos que meter en la cabeza si queremos tener y dejar una sociedad sana a nuestras generaciones venideras.

No hace falta llegar a escuchar, nuevo caso de violencia machista en la radio, la violencia está presente desde el momento en que hay diferencias a la hora de conseguir un salario igualitario por el mismo trabajo, desde el momento en que una mujer que va sola por la calle de noche  siente inquietud, desde el momento en que hemos de justificar que si somos mayoría podemos usar el “nosotras”, desde el momento en que alguien te mira descaradamente por la calle por ser “bonita”, no digamos ya si además de mirar te dice burradas. También desde el momento en que yendo por la calle con tus hijas adolescentes, las silban, piropean y babosean contigo delante, pero nunca lo harían si fueran con su padre.

La verdad, tenemos mucho recorrido en esto del género, y el primer paso es dejar de justificar cualquier acción, por pequeña que sea, que tenga tintes de desigualdad. Hay mucha gente que dice “es que los hombres y las mujeres no somos iguales”, y es verdad, físicamente somos distintos (faltaría más), pero es que en esto de la igualdad no estamos hablando de ser iguales, estamos hablando de poder ser iguales. Nos han negado durante siglos la opción a ser iguales, y las soluciones para hacernos creer que lo somos pasan por la igualdad en cifras, por la paridad. Esto de la paridad se ha inventado para no permitir nunca que pueda haber mayoría de mujeres, reconocedme que es un nuevo gol a nuestra lucha. Queremos poder estar en igualdad de condiciones que cualquier hombre, porque antes de ser mujeres somos personas, personas que llevamos siglos de lucha para poder estar sin demostrar, sin justificar. Personas que pueden decidir renunciar a su condición física y no ser madres sin tener que justificarse por ello. Personas que pueden decidir vivir solas, sin tener que justificarse por ello. Personas que pueden decidir criar a sus hijas e hijos y nada más, sin tener que justificarse por ello.

Así que, en cuestión de género, aún tenemos mucho que hacer, empezando por reivindicar que “nosotras” también es un genérico del lenguaje.

La “ineducación” de la violencia

Resulta bastante frustrante tener que escribir sobre estos temas después de que las mujeres en nuestro país ya llevemos varias décadas votando, trabajando fuera de casa e incluso protagonizando numerosos éxitos profesionales. Resulta frustrante porque nosotras creemos, estamos convencidas, de que estamos mucho mejor que otras mujeres en otros países donde se ejerce “violencia” porque se les obliga a ir tapadas. He de decir que efectivamente, si comparamos, estamos mucho mejor. Pero también he de decir que no debería existir ni siquiera la comparación.

Escribo este artículo desde la perplejidad que lleva inundándome bastante tiempo y que esta semana se ha hecho mucho más presente, y que tiene que ver con la educación que en materia de género veo en nuestros adolescentes. No solo lo veo yo, los medios se hacen eco de esta alarmante noticia e incluso hablan de cifras de aumento en cuanto a violencia de género en menores de edad. Esta semana leí esta noticia: http://www.madridiario.es/canal-social/menores-infractores/violencia-machista/adolescentes/408010, y me hizo pensar… mucho! Así que si me estás leyendo, voy a pedirte que ejercites tu cerebro y pienses tal y como lo he hecho yo esta semana.

En primer lugar, vamos a leer la noticia en particular, que empieza así: ”Estamos aquí diciendo todos que no vamos a pegar nunca a una mujer y llegas un día y a saber qué te pasa o lo que sea, la puedes pegar, eso surge, es que eso no puedes saberlo hasta que no estás en la situación de decir es que me has hecho esto, esto y esto y te pones nervioso y te pones de mala hostia” / “Pero es que el hombre no la pega porque no haya hecho nada, no llega a casa su mujer está sentada en la tele y se pone a pegarla, estaría loco” / “Hay que poner el friegaplatos y ayudarla. Hacen más que nosotros, la verdad. Pero bueno, son sus costumbres” / “Vale que esto es un pensamiento un poco antiguo, pero si el hombre se tira 10 horas fuera de casa y la mujer no tiene nada que hacer en el día pues oye qué menos que… no está obligada, pero que tenga el detalle de tener la cena preparada” / “Si se va de compras y se gasta todo el sueldo del mes, ¿qué haces, le besas los pies?” / “Tú ves a un chaval que le está diciendo a su piba tú haz esto y haz lo otro, y lo ves y dices, joder, tienes a la piba todo controlada, ¿eh?, pero no dices nada. Muchas veces es así” / “Si puede que piense que la mujer no debería tener tanta libertad… antes la mujer no podía hacer nada y ahora está en todos los lados“.

Estas son frases de chicos de entre 13 y 16 años, ¿qué te parecen? ¿no se te ponen los pelos de punta? A mí sí, tengo dos hijas de 17 años, he procurado educarlas en el respeto a sí mismas, en el esfuerzo para conseguir lo que quieren, en la diversidad, en la igualdad, en el amor, y una piensa que con esto contribuye a que la sociedad sea un poco más justa y equitativa. Casos hemos tenido en casa de acoso en el colegio y una pasividad por parte de la autoridad del centro a la hora de actuar, pero lo consideraba un caso aislado y lo solucioné saliendo de ese centro con el que no compartía su ideario, su proyecto.

Sin embargo, leyendo este comienzo de artículo me pregunto si lo que yo consideraba “aislado” es simplemente un caso más de lo que sucede continuamente en nuestro país. Y si esto es así, estamos ante una realidad muy grave y de gran retroceso social. Justificar la violencia, verbal o física, no tiene ninguna excusa ni en un sentido ni en otro (espero que esto sí lo tengamos suficientemente claro).

Pero me gustaría que siguiéramos leyendo el artículo y nos detuviéramos en la parte de explicación de por qué está sucediendo: “El doctor en Psicología y exdefensor del Menor de la Comunidad de Madrid, Javier Urra, que dirige el programa de reinserción de adolescentes “Recurra”, reconoce que el personal de la institución está “sorprendido por el repunte de machismo entre los chicos”Luis González Cieza, jefe de Estudios, Programas y Formación, de la Agencia del Menor Infractor (organismo encargado de velar por el cumplimiento de las medidas judiciales para aquellos menores que han cometido algún delito en Madrid), también confirma que “hay comportamientos muy machistas que años atrás parecía que estaban desapareciendo y, sin embargo, están volviendo; está habiendo un retroceso”. Cierto es que son pocos los menores que cumplen medidas por delitos de maltrato: “la cifra es variable, pero no solemos tener internos a más de cuatro o cinco chicos por este motivo”, dice el especialista. “A esa edad los delitos de violencia de género se tardan en denunciar y muchas veces, cuando se hace, los chavales ya tienen más de 18 años, aunque las víctimas sí suelen ser menores“, explica González Cieza. “Además muchos de estos casos no se plantean como violencia de género sino simplemente como lesiones”, agrega.”

Ambos expertos coinciden en su preocupación por el repunte de este tipo de comportamientos, aunque luego se intente enviar un mensaje de tranquilidad aludiendo a que no se suelen tener más de cuatro o cinco chicos por este motivo. Lo que yo añadiría es que no deberíamos tener ninguno, en una sociedad que se supone que ha educado en la igualdad de género. No debe ser así.

Pero el artículo continua enviando un mensaje que me parece más un juego de despiste que una reflexión profunda enviada a nuestra sociedad, una de las hipótesis manejadas es que el uso de las redes (facebook, twitter, whatsapp) se están utilizando como mecanismos de control de muchos novios. También aluden al tema de los celos que se acrecientan con las redes. Otra de las hipótesis para este aumento del machismo en jóvenes lo atribuyen a programas televisivos, como Mujeres y Hombres y viceversa, o al reggaeton porque en las letras de sus canciones aparecen frases de violencia contra la mujer. Esto me recuerda a cuando mi madre estaba muy preocupada por mis hermanos pequeños que escuchaban Heavy Metal y decía que se estaban volviendo violentos porque había mensajes subliminales, ¿de verdad vamos a creer que esto es lo que causa un aumento del machismo, y como consecuencia violencia de género? ¿de verdad un experto, para mí muy respetado, como Javier Urra ha enunciado esto como causas? Yo no lo creo.

Creo que una cosa es la causa, y otra cosa es lo que magnifica un déficit ya existente. Evidentemente si hay machismo, si hay creencias de posesión sobre las personas, si hay educación diferenciada… las redes, la televisión, incluso la música, pueden potenciar este déficit e incluso justificarlo y normalizarlo. Tendría que añadir que no solo hay violencia en el reggaeton, creo que las baladas románticas también son sexistas en muchos casos. Pero nosotros escuchábamos las canciones de la “movida”, me vienen a la memoria: “Perlas ensangrentadas”, “Bailaré sobre tu tumba”, “En tu fiesta me colé”, “Sufre mamón”… y podría seguir con más temas que claramente provocaban determinado pensamiento pero que por alguna razón el resultado en nuestra generación fue el contrario.

También me pregunto que, si en casa los modelos eran los de la mujer en la cocina y el hombre en el trabajo, por qué nuestra generación luchó por conseguir algo diferente. Si ahora los dos trabajan fuera de casa, y se supone que hay reparto igualitario, por qué estas generaciones vuelven a modelos del pasado… ¿tú lo sabes? Espero que a estas alturas del artículo tú también hayas llegado a la misma conclusión que yo, estamos dejando de educar en aquello que costó tanto conseguir y que todavía estaba demasiado inmaduro.

No es que estemos maleducando, es que no estamos educando, al menos intencionadamente. Les decimos a nuestros hijos e hijas que son iguales, que tienen que estudiar y sacar buenas notas, y trabajar. Pero también les estamos diciendo con nuestros modelos (ojo, revisión a nuestros modelos) que las niñas tienen que ser madres, también, que tienen que cuidarse para estar de “muy buen ver” (como dice Carmen París en su canción del mismo título), que tienen que mostrar que son mujeres del Siglo XXI, que para estar completas han de acometer un montón de tareas más que las que acometían antes nuestras madres (sus abuelas), y que normalmente suman a las que ya teníamos acumuladas. También estamos transmitiendo que los celos son la muestra mejor de que te quieren, transmitimos que tener una pareja es tener un “propietario” que tiene derecho a fiscalizar tu vida privada, y ahora sí, a través de las redes, de tu conexión con el mundo exterior. Conozco casos de gente que me han invitado a conectar en Facebook aunque no los conozco porque son pareja de mi amigo… puede ser que quiera conocerme, pero me hace sospechar que es para controlar que su pareja no “ligotea” conmigo, otra vez posesión.

Hace muchos años, cuando mis hijas eran muy pequeñas (quizás 7 años) les dije que ellas no eran mías. Esta frase les sorprendió mucho, porque un niño de 7 años siente que es “propiedad” de sus padres. Les expliqué que ellas eran suyas, y solo suyas, que yo era su madre, pero no eran mías. Seguramente a estas alturas estés pensando que vaya galimatías para unas niñas de 7 años, pero te diré que esa explicación fue definitiva para lo que después han ido ellas elaborando en sus relaciones con la gente, de pareja, de amigos… No digo que sea suficiente, pero además de mostrar modelos adecuados, hemos de reforzar los mensajes coherentemente al modelo que queremos transmitir. ¿Lo hacemos?

Sabemos que el cerebro de un adolescente es diferente al del adulto, y también al del niño. Sabemos que manda más su cerebro “primitivo”, la amígdala, relacionada con las emociones, mucho menos racional que la corteza prefrontal (la encargada de dotar de razón, previsión…) que impera en el pensamiento adulto. Esto puede tener una relación directa con la falta de control de sus emociones, y quizás por eso sea más previsible un comportamiento más impulsivo. Pero también sabemos que si aprendemos a manejar y canalizar adecuadamente nuestras emociones, podemos también ayudar a la maduración y a la adecuada inteligencia. Y eso, se hace desde pequeños, poco a poco, trabajando en el día a día la enseñanza de determinados repertorios básicos de comportamiento que necesita todo ser humano para madurar y tener éxito el día de mañana. Desde mi punto de vista, estamos dejando de hacer eso, creemos que la maduración se produce sola, por genética, cuando hoy sabemos que la inteligencia se fomenta, se entrena, se canaliza. Hoy sabemos que la inteligencia es múltiple, y que la emocional tienen muchísimo peso en el resto. Sabemos todo eso, lo vemos también en la televisión, pero por alguna razón no estamos impulsando su desarrollo, ya no digo en las escuelas, digo sobre todo en las familias.

En una sociedad diversa, con familias muy diversas, no puede entrarnos en la cabeza este tipo de repuntes y retrocesos. Podemos buscar explicaciones externas a nuestra propia responsabilidad, pero eso no hará que deje de crecer. Debemos mirarnos y buscar dónde y cuándo estoy mostrando un modelo ancestral a mis hijos e hijas. Debemos enseñar y educar activamente en el respeto a uno mismo, y por tanto en el respeto a los demás. Mirar una conversación de whatsapp de tu pareja no está bien, tenga el contenido que tenga. Invadir su red social para “controlar” con quién se relaciona tampoco es permisible y no se puede dar ningún tipo de justificación ni comprensión. “Ser celoso y territorial” no está bien, ser celoso o celosa solo muestra inseguridad, inestabilidad y posesión, y hay que trabajar en ello. Los celos surgen de manera espontánea sin poder controlarlos, eso es cierto, pero mirarse a uno mismo y trabajarse los celos es parte del trabajo que puede hacer un ser humano frente a un ser no humano. Tampoco es normal que las chicas enuncien cosas como: ”A lo mejor también la mujer le machaca y un día le llega a agobiar tanto que no puede más y salta. Pero luego, cuando ya piensa bien las cosas se arrepiente de lo que ha hecho“, o ”Se pone histérico y te hace así y tal, pero nunca me ha llegado a pegar. Pero no me deja ni tener amigos… chicos“, esos son comentarios que también están mostrando la asunción por parte de la mujer del machismo. Existe una culpabilización, en todos los comentarios, de la víctima. No permitamos que esto suceda, no dejemos de hacer lo que tenemos la obligación de hacer: educar en la igualdad. Tenemos que conseguir que haya más niñas como la de la siguiente noticia, que defiendan la definición de la mujer por lo que hace y no por su físico: http://www.publimetro.cl/nota/mundo/nina-surfista-de-13-anos-arruina-reputacion-de-revista-machista/oEpnda!I5DM9z8tZZY_itRcVYc5Zw/

Por último, y porque creo que ya hay material para pensar un rato, os dejo otro artículo de esta misma semana, esta vez del País, dando cifras sobre violencia de género y adolescentes… para seguir pensando: http://sociedad.elpais.com/sociedad/2014/04/03/actualidad/1396525696_422384.html.

Y un vídeo en clave de humor, no va a ser todo “serio”

http://www.upsocl.com/diversidad/por-mas-que-mucha-gente-lo-siga-repitiendo-hay-algo-sobre-la-violencia-de-genero-que-no-tiene-pies-ni-cabeza-es-tu-culpa/#

Competencias docentes para trabajar por competencias

Desde hace ya unos años venimos hablando de competencias, de trabajar por competencias, de programar por competencias, de evaluar por competencias. Sin embargo, ya sabemos que existen ciertas dificultades para llevarlo a cabo, la mayor parte de los casos es por desconocimiento por parte del profesorado, otras veces es por dificultades en un sistema demasiado rígido en innovación metodológica y, claro está que, si no se cambian las metodologías difícilmente podremos incluir un trabajo por competencias adecuado.

Sin embargo, estas competencias se refieren a los alumnos, y aún estando de acuerdo en que los alumnos deberían desarrollarlas, me pregunto si no tendremos también que hacer especial hincapié en las competencias que deberían poseer los docentes y que, desafortunadamente, sólo poseen unos pocos y estos pocos las han desarrollado a base de pegarse con el mundo, sentirse incomprendido y echarle horas y horas de su vida para mejorar. Es decir, la formación del profesorado no se plantea para que desarrollen unas competencias que les ayude a desarrollar las de los alumnos y esto es una gran contradicción.

La formación del profesorado se basa muchas veces en programas que interesan en determinados momentos pero que pasado ese momento, ya no interesa. Yo he trabajado durante muchos años, y sigo haciéndolo, en el ámbito de estos proyectos que organizaciones grandes ponen en marcha, y he estado en el aula con docentes entusiasmados, ansiosos, generosos, reticentes… todos han acabado aprendiendo y dando de sí mismos tiempo, espacio y buen hacer para conseguir mejorar con sus alumnos.

Tantos años formando docentes para el cambio, para que la escuela se reinvente independientemente de las tecnologías (aunque con ellas, claro), profundizando en las razones por las que necesitamos ese cambio. Un cambio en el que estamos todos los que nos interesamos y aportamos desde algún lugar a la mejora de la educación. Tantos años, y tan poco cambio, o tan poco manifiesto. Se necesita remar todos a una, conseguir entender que cada uno tiene su parcela en este gran puzzle que es la innovación educativa.

Trabajo en una empresa que siempre ha perseguido este cambio, ya antes de la revolución tecnológica de los últimos años estábamos pensando en Comunidades Virtuales de Profesores que arrancaran debates y procesos de transformación. Fuimos partícipes de ese inicio, nos apasionamos y creímos en ellos, en los docentes, que son los que pueden y deben desarrollar al máximo sus compentencias para conseguir una escuela diferente donde se eduque a ciudadanos del futuro (no del pasado). He trabajado como formadora muchos años, sigo haciéndolo, pero en los últimos años percibo una dificultad que reside en la cantidad de información existente (que no formación) y que nubla el panorama, haciendo creer a los docentes que es suficiente en el desarrollo de sus competencias. Y hemos empezado a hablar de “autoformación” como un proceso donde con leer diferentes enlaces, recursos y experiencias de la red ya aprendo.

Quiero reivindicar la profesión de la formación como algo imprescindible para la adquisición del aprendizaje. Decir que con leer recursos de la red ya nos formamos es lo mismo que si nuestros alumnos aprendieran desde casa con los libros de texto o los recursos de internet, y sin embargo eso no nos parece apropiado para el desarrollo de sus competencias ¿no?

¿Entonces por qué los docentes últimamente se resisten a recibir formación de personas que, como yo, llevamos trabajando duro en eso? ¿por qué piensan que con leer y “consumir” recursos en la red es suficiente para el desarrollo de sus propias competencias? Creo que la consulta en la red es muy valiosa, de hecho yo también la utilizo para mi propia actualización, pero el proceso de formación requiere de una instrucción, de unas técnicas y unas metodologías para conseguir el aprendizaje.

Es cierto que no toda la formación que se ha impartido al profesorado ha sido adecuada, quizás ha habido exceso de formación, y ya están un poco hartos. Pero creo que debemos entender que en ese proceso de transformación tan buscado se necesita profundizar y poner en marcha mecanismos que permitan el cambio.

Hace dos fines de semana fui a Granada y me encontré con un grupo de profesores que participaron en uno de los proyectos más bonitos en los que he trabajado como formadora-coordinadora (Centros Modelo Educared), un proyecto que como tantos otros dejó de existir cuando su promotor dejó de interesarse por él. Sin embargo, un soplo de aire fresco me llegó cuando una de las profesoras de ese grupo con el que me encontré, y que era de las más reticentes en la formación, nos dijo que ahora estaba haciendo muchas cosas, que por fin había interiorizado la formación recibida y estaba utilizando las TIC y poniendo en marcha procesos de transformación. También nos dijo que estaba contenta, que le gustaba aunque le hubiera costado entender. Muchas gracias a esta profesora, y a otros tantos que me hacéis partícipe de vuestros avances, los compartís conmigo y os quedáis cerca de mi para conseguir que juntos sigamos avanzando en la mejora de nuestra educación, nuestros niños y chicos se lo merecen.

Competencias docentes para trabajar por competencias

Desde hace ya unos años venimos hablando de competencias, de trabajar por competencias, de programar por competencias, de evaluar por competencias. Sin embargo, ya sabemos que existen ciertas dificultades para llevarlo a cabo, la mayor parte de los casos es por desconocimiento por parte del profesorado, otras veces es por dificultades en un sistema demasiado rígido en innovación metodológica y, claro está que, si no se cambian las metodologías difícilmente podremos incluir un trabajo por competencias adecuado.

Sin embargo, estas competencias se refieren a los alumnos, y aún estando de acuerdo en que los alumnos deberían desarrollarlas, me pregunto si no tendremos también que hacer especial hincapié en las competencias que deberían poseer los docentes y que, desafortunadamente, sólo poseen unos pocos y estos pocos las han desarrollado a base de pegarse con el mundo, sentirse incomprendido y echarle horas y horas de su vida para mejorar. Es decir, la formación del profesorado no se plantea para que desarrollen unas competencias que les ayude a desarrollar las de los alumnos y esto es una gran contradicción.

La formación del profesorado se basa muchas veces en programas que interesan en determinados momentos pero que pasado ese momento, ya no interesa. Yo he trabajado durante muchos años, y sigo haciéndolo, en el ámbito de estos proyectos que organizaciones grandes ponen en marcha, y he estado en el aula con docentes entusiasmados, ansiosos, generosos, reticentes… todos han acabado aprendiendo y dando de sí mismos tiempo, espacio y buen hacer para conseguir mejorar con sus alumnos.

Tantos años formando docentes para el cambio, para que la escuela se reinvente independientemente de las tecnologías (aunque con ellas, claro), profundizando en las razones por las que necesitamos ese cambio. Un cambio en el que estamos todos los que nos interesamos y aportamos desde algún lugar a la mejora de la educación. Tantos años, y tan poco cambio, o tan poco manifiesto. Se necesita remar todos a una, conseguir entender que cada uno tiene su parcela en este gran puzzle que es la innovación educativa.

Trabajo en una empresa que siempre ha perseguido este cambio, ya antes de la revolución tecnológica de los últimos años estábamos pensando en Comunidades Virtuales de Profesores que arrancaran debates y procesos de transformación. Fuimos partícipes de ese inicio, nos apasionamos y creímos en ellos, en los docentes, que son los que pueden y deben desarrollar al máximo sus compentencias para conseguir una escuela diferente donde se eduque a ciudadanos del futuro (no del pasado). He trabajado como formadora muchos años, sigo haciéndolo, pero en los últimos años percibo una dificultad que reside en la cantidad de información existente (que no formación) y que nubla el panorama, haciendo creer a los docentes que es suficiente en el desarrollo de sus competencias. Y hemos empezado a hablar de “autoformación” como un proceso donde con leer diferentes enlaces, recursos y experiencias de la red ya aprendo.

Quiero reivindicar la profesión de la formación como algo imprescindible para la adquisición del aprendizaje. Decir que con leer recursos de la red ya nos formamos es lo mismo que si nuestros alumnos aprendieran desde casa con los libros de texto o los recursos de internet, y sin embargo eso no nos parece apropiado para el desarrollo de sus competencias ¿no?

¿Entonces por qué los docentes últimamente se resisten a recibir formación de personas que, como yo, llevamos trabajando duro en eso? ¿por qué piensan que con leer y “consumir” recursos en la red es suficiente para el desarrollo de sus propias competencias? Creo que la consulta en la red es muy valiosa, de hecho yo también la utilizo para mi propia actualización, pero el proceso de formación requiere de una instrucción, de unas técnicas y unas metodologías para conseguir el aprendizaje.

Es cierto que no toda la formación que se ha impartido al profesorado ha sido adecuada, quizás ha habido exceso de formación, y ya están un poco hartos. Pero creo que debemos entender que en ese proceso de transformación tan buscado se necesita profundizar y poner en marcha mecanismos que permitan el cambio.

Hace dos fines de semana fui a Granada y me encontré con un grupo de profesores que participaron en uno de los proyectos más bonitos en los que he trabajado como formadora-coordinadora (Centros Modelo Educared), un proyecto que como tantos otros dejó de existir cuando su promotor dejó de interesarse por él. Sin embargo, un soplo de aire fresco me llegó cuando una de las profesoras de ese grupo con el que me encontré, y que era de las más reticentes en la formación, nos dijo que ahora estaba haciendo muchas cosas, que por fin había interiorizado la formación recibida y estaba utilizando las TIC y poniendo en marcha procesos de transformación. También nos dijo que estaba contenta, que le gustaba aunque le hubiera costado entender. Muchas gracias a esta profesora, y a otros tantos que me hacéis partícipe de vuestros avances, los compartís conmigo y os quedáis cerca de mi para conseguir que juntos sigamos avanzando en la mejora de nuestra educación, nuestros niños y chicos se lo merecen.

El cuerpo de las mujeres

Me gustaría recomendaros un documental que me gustó mucho sobre la manipulación que poco a poco, muy a fuego lento, se ha ido fraguando para conseguir convencernos de que tenemos que modificar nuestro cuerpo y nuestro rostro hacia un modelo que alguien ha pensado que es un modelo de belleza.

La televisión, ese medio que ya está en nuestros hogares como uno más y que emite sistemáticamente modelos de belleza femenina (cada vez más, masculina también) que va en contra de la naturaleza, del paso del tiempo, de la belleza real en definitiva. Y nuestros hijos adolescentes consumen de forma instantánea estas imágenes que luego comparan delante del espejo para concluir que ellos no son bellos, no son perfectos. Y tengo que decir que no son solo nuestros hijos adolescentes los que consumen sin plantearse dicho modelo, también nosotros (nosotras) asumimos que hay que llegar a ser más delgadas, tener menos arrugas, unos pómulos más pronunciados, unos labios más turgentes… también nosotras, señoras adultas, caemos en la trampa de obligarnos a luchar contra nosotras mismas. Y empezar a consumir cremas, lociones, aparatos… operaciones. Y dejar de consumir comidas que engorden. Y dejar de disfrutar con el paso del tiempo, de la vida.

Las mujeres de todo el mundo estamos siendo utilizadas como un objeto de consumo, presentadoras esbeltas con altas dosis de maquillaje, con un pelo estandarizado, que figuran sólo como elemento decorativo, que alimentan posturas machistas con dicho papel sin darse cuenta de que dentro de esa cabecita hecha a imagen y semejanza de cualquier otra cabecita de cualquier otra presentadora, hay un cerebro que piensa, que siente, que dirige. Parece que nos hubiésemos acostrumbrado a ver muñecas de plástico y las hubiésemos incorporado a nuestro modelo como “lo realmente bonito”. Y esto desencadena sufrimiento en las mujeres corrientes de un mundo corriente que se maquillan en su casa, que se peinan en su casa, que buscan un gimnasio que les haga perder esos kilitos de más cuando en realidad, buscan lucir un cuerpo como el de esas muñecas que no son tan reales. Anuncios de cremas antiarrugas que muestran caras de chicas muy jóvenes que, evidentemente, no tienen arrugas. Cremas anticelulíticas en cuerpos delgados de niñas que no tienen, evidentemente también, celulitis. Mensajes que nos cuentan que todas esas señales están mal en nuestro cuerpo: ni cicatrices, ni estrías, ni arrugas, ni celulitis, ni impurezas de la piel…

Cuando iban a nacer mis hijas gemelas tuvieron que hacerme cesárea, y mientras estaban preparándome en el quirófano, el médico me preguntaba cómo quería la cicatriz. Comenzó a darme un montón de explicaciones sobre las diferentes opciones de cicatrices con una cesárea en un parto gemelar. Yo le dije: “no vivo de mi cuerpo, lo que quiero es que nazcan bien y como sea más seguro”. Luzco una cicatriz bastante grande que me divide el vientre en dos mitades de arriba a abajo y que cuando llega el verano pongo al sol. Ni me acuerdo que la tengo, pero de vez en cuando sorprendo a alguien mirando mi cicatriz y preguntándose ¿por qué no le harían una cicatriz horizontal de esas que no se ven? es que es muy fea.

A mis hijas les cuento que por ahí nacieron ellas, sanas, a tiempo, y me gusta mostrarla como parte de mi historia y de lo grande que fue ese momento, ¿acaso no es bella?

Me gustaría pediros que veáis el documental, que se lo enseñéis a vuestras hijas (también a vuestros hijos), a vuestros alumnos, a toda la gente, para que demos la importancia justa a la imagen, para que empecemos a reivindicar, en serio, que belleza es salud, y por tanto requiere unas altas dosis de educación para la salud llegar a estar bella: buena alimentación, ejercicio y mucha risa. Dejemos de taparnos ante las cámaras y mostremos nuestra belleza tal y como es.

¿Cuándo dejaste de sentirte bella?

 

Aquí os dejo el documental:

 

 

El cuerpo de las mujeres

Me gustaría recomendaros un documental que me gustó mucho sobre la manipulación que poco a poco, muy a fuego lento, se ha ido fraguando para conseguir convencernos de que tenemos que modificar nuestro cuerpo y nuestro rostro hacia un modelo que alguien ha pensado que es un modelo de belleza.

La televisión, ese medio que ya está en nuestros hogares como uno más y que emite sistemáticamente modelos de belleza femenina (cada vez más, masculina también) que va en contra de la naturaleza, del paso del tiempo, de la belleza real en definitiva. Y nuestros hijos adolescentes consumen de forma instantánea estas imágenes que luego comparan delante del espejo para concluir que ellos no son bellos, no son perfectos. Y tengo que decir que no son solo nuestros hijos adolescentes los que consumen sin plantearse dicho modelo, también nosotros (nosotras) asumimos que hay que llegar a ser más delgadas, tener menos arrugas, unos pómulos más pronunciados, unos labios más turgentes… también nosotras, señoras adultas, caemos en la trampa de obligarnos a luchar contra nosotras mismas. Y empezar a consumir cremas, lociones, aparatos… operaciones. Y dejar de consumir comidas que engorden. Y dejar de disfrutar con el paso del tiempo, de la vida.

Las mujeres de todo el mundo estamos siendo utilizadas como un objeto de consumo, presentadoras esbeltas con altas dosis de maquillaje, con un pelo estandarizado, que figuran sólo como elemento decorativo, que alimentan posturas machistas con dicho papel sin darse cuenta de que dentro de esa cabecita hecha a imagen y semejanza de cualquier otra cabecita de cualquier otra presentadora, hay un cerebro que piensa, que siente, que dirige. Parece que nos hubiésemos acostrumbrado a ver muñecas de plástico y las hubiésemos incorporado a nuestro modelo como “lo realmente bonito”. Y esto desencadena sufrimiento en las mujeres corrientes de un mundo corriente que se maquillan en su casa, que se peinan en su casa, que buscan un gimnasio que les haga perder esos kilitos de más cuando en realidad, buscan lucir un cuerpo como el de esas muñecas que no son tan reales. Anuncios de cremas antiarrugas que muestran caras de chicas muy jóvenes que, evidentemente, no tienen arrugas. Cremas anticelulíticas en cuerpos delgados de niñas que no tienen, evidentemente también, celulitis. Mensajes que nos cuentan que todas esas señales están mal en nuestro cuerpo: ni cicatrices, ni estrías, ni arrugas, ni celulitis, ni impurezas de la piel…

Cuando iban a nacer mis hijas gemelas tuvieron que hacerme cesárea, y mientras estaban preparándome en el quirófano, el médico me preguntaba cómo quería la cicatriz. Comenzó a darme un montón de explicaciones sobre las diferentes opciones de cicatrices con una cesárea en un parto gemelar. Yo le dije: “no vivo de mi cuerpo, lo que quiero es que nazcan bien y como sea más seguro”. Luzco una cicatriz bastante grande que me divide el vientre en dos mitades de arriba a abajo y que cuando llega el verano pongo al sol. Ni me acuerdo que la tengo, pero de vez en cuando sorprendo a alguien mirando mi cicatriz y preguntándose ¿por qué no le harían una cicatriz horizontal de esas que no se ven? es que es muy fea.

A mis hijas les cuento que por ahí nacieron ellas, sanas, a tiempo, y me gusta mostrarla como parte de mi historia y de lo grande que fue ese momento, ¿acaso no es bella?

Me gustaría pediros que veáis el documental, que se lo enseñéis a vuestras hijas (también a vuestros hijos), a vuestros alumnos, a toda la gente, para que demos la importancia justa a la imagen, para que empecemos a reivindicar, en serio, que belleza es salud, y por tanto requiere unas altas dosis de educación para la salud llegar a estar bella: buena alimentación, ejercicio y mucha risa. Dejemos de taparnos ante las cámaras y mostremos nuestra belleza tal y como es.

¿Cuándo dejaste de sentirte bella?

 

Aquí os dejo el documental:

 

 

El cuerpo de las mujeres

Me gustaría recomendaros un documental que me gustó mucho sobre la manipulación que poco a poco, muy a fuego lento, se ha ido fraguando para conseguir convencernos de que tenemos que modificar nuestro cuerpo y nuestro rostro hacia un modelo que alguien ha pensado que es un modelo de belleza.

La televisión, ese medio que ya está en nuestros hogares como uno más y que emite sistemáticamente modelos de belleza femenina (cada vez más, masculina también) que va en contra de la naturaleza, del paso del tiempo, de la belleza real en definitiva. Y nuestros hijos adolescentes consumen de forma instantánea estas imágenes que luego comparan delante del espejo para concluir que ellos no son bellos, no son perfectos. Y tengo que decir que no son solo nuestros hijos adolescentes los que consumen sin plantearse dicho modelo, también nosotros (nosotras) asumimos que hay que llegar a ser más delgadas, tener menos arrugas, unos pómulos más pronunciados, unos labios más turgentes… también nosotras, señoras adultas, caemos en la trampa de obligarnos a luchar contra nosotras mismas. Y empezar a consumir cremas, lociones, aparatos… operaciones. Y dejar de consumir comidas que engorden. Y dejar de disfrutar con el paso del tiempo, de la vida.

Las mujeres de todo el mundo estamos siendo utilizadas como un objeto de consumo, presentadoras esbeltas con altas dosis de maquillaje, con un pelo estandarizado, que figuran sólo como elemento decorativo, que alimentan posturas machistas con dicho papel sin darse cuenta de que dentro de esa cabecita hecha a imagen y semejanza de cualquier otra cabecita de cualquier otra presentadora, hay un cerebro que piensa, que siente, que dirige. Parece que nos hubiésemos acostrumbrado a ver muñecas de plástico y las hubiésemos incorporado a nuestro modelo como “lo realmente bonito”. Y esto desencadena sufrimiento en las mujeres corrientes de un mundo corriente que se maquillan en su casa, que se peinan en su casa, que buscan un gimnasio que les haga perder esos kilitos de más cuando en realidad, buscan lucir un cuerpo como el de esas muñecas que no son tan reales. Anuncios de cremas antiarrugas que muestran caras de chicas muy jóvenes que, evidentemente, no tienen arrugas. Cremas anticelulíticas en cuerpos delgados de niñas que no tienen, evidentemente también, celulitis. Mensajes que nos cuentan que todas esas señales están mal en nuestro cuerpo: ni cicatrices, ni estrías, ni arrugas, ni celulitis, ni impurezas de la piel…

Cuando iban a nacer mis hijas gemelas tuvieron que hacerme cesárea, y mientras estaban preparándome en el quirófano, el médico me preguntaba cómo quería la cicatriz. Comenzó a darme un montón de explicaciones sobre las diferentes opciones de cicatrices con una cesárea en un parto gemelar. Yo le dije: “no vivo de mi cuerpo, lo que quiero es que nazcan bien y como sea más seguro”. Luzco una cicatriz bastante grande que me divide el vientre en dos mitades de arriba a abajo y que cuando llega el verano pongo al sol. Ni me acuerdo que la tengo, pero de vez en cuando sorprendo a alguien mirando mi cicatriz y preguntándose ¿por qué no le harían una cicatriz horizontal de esas que no se ven? es que es muy fea.

A mis hijas les cuento que por ahí nacieron ellas, sanas, a tiempo, y me gusta mostrarla como parte de mi historia y de lo grande que fue ese momento, ¿acaso no es bella?

Me gustaría pediros que veáis el documental, que se lo enseñéis a vuestras hijas (también a vuestros hijos), a vuestros alumnos, a toda la gente, para que demos la importancia justa a la imagen, para que empecemos a reivindicar, en serio, que belleza es salud, y por tanto requiere unas altas dosis de educación para la salud llegar a estar bella: buena alimentación, ejercicio y mucha risa. Dejemos de taparnos ante las cámaras y mostremos nuestra belleza tal y como es.

¿Cuándo dejaste de sentirte bella?

 

Aquí os dejo el documental:

 

 

El cuerpo de las mujeres

Me gustaría recomendaros un documental que me gustó mucho sobre la manipulación que poco a poco, muy a fuego lento, se ha ido fraguando para conseguir convencernos de que tenemos que modificar nuestro cuerpo y nuestro rostro hacia un modelo que alguien ha pensado que es un modelo de belleza.

La televisión, ese medio que ya está en nuestros hogares como uno más y que emite sistemáticamente modelos de belleza femenina (cada vez más, masculina también) que va en contra de la naturaleza, del paso del tiempo, de la belleza real en definitiva. Y nuestros hijos adolescentes consumen de forma instantánea estas imágenes que luego comparan delante del espejo para concluir que ellos no son bellos, no son perfectos. Y tengo que decir que no son solo nuestros hijos adolescentes los que consumen sin plantearse dicho modelo, también nosotros (nosotras) asumimos que hay que llegar a ser más delgadas, tener menos arrugas, unos pómulos más pronunciados, unos labios más turgentes… también nosotras, señoras adultas, caemos en la trampa de obligarnos a luchar contra nosotras mismas. Y empezar a consumir cremas, lociones, aparatos… operaciones. Y dejar de consumir comidas que engorden. Y dejar de disfrutar con el paso del tiempo, de la vida.

Las mujeres de todo el mundo estamos siendo utilizadas como un objeto de consumo, presentadoras esbeltas con altas dosis de maquillaje, con un pelo estandarizado, que figuran sólo como elemento decorativo, que alimentan posturas machistas con dicho papel sin darse cuenta de que dentro de esa cabecita hecha a imagen y semejanza de cualquier otra cabecita de cualquier otra presentadora, hay un cerebro que piensa, que siente, que dirige. Parece que nos hubiésemos acostrumbrado a ver muñecas de plástico y las hubiésemos incorporado a nuestro modelo como “lo realmente bonito”. Y esto desencadena sufrimiento en las mujeres corrientes de un mundo corriente que se maquillan en su casa, que se peinan en su casa, que buscan un gimnasio que les haga perder esos kilitos de más cuando en realidad, buscan lucir un cuerpo como el de esas muñecas que no son tan reales. Anuncios de cremas antiarrugas que muestran caras de chicas muy jóvenes que, evidentemente, no tienen arrugas. Cremas anticelulíticas en cuerpos delgados de niñas que no tienen, evidentemente también, celulitis. Mensajes que nos cuentan que todas esas señales están mal en nuestro cuerpo: ni cicatrices, ni estrías, ni arrugas, ni celulitis, ni impurezas de la piel…

Cuando iban a nacer mis hijas gemelas tuvieron que hacerme cesárea, y mientras estaban preparándome en el quirófano, el médico me preguntaba cómo quería la cicatriz. Comenzó a darme un montón de explicaciones sobre las diferentes opciones de cicatrices con una cesárea en un parto gemelar. Yo le dije: “no vivo de mi cuerpo, lo que quiero es que nazcan bien y como sea más seguro”. Luzco una cicatriz bastante grande que me divide el vientre en dos mitades de arriba a abajo y que cuando llega el verano pongo al sol. Ni me acuerdo que la tengo, pero de vez en cuando sorprendo a alguien mirando mi cicatriz y preguntándose ¿por qué no le harían una cicatriz horizontal de esas que no se ven? es que es muy fea.

A mis hijas les cuento que por ahí nacieron ellas, sanas, a tiempo, y me gusta mostrarla como parte de mi historia y de lo grande que fue ese momento, ¿acaso no es bella?

Me gustaría pediros que veáis el documental, que se lo enseñéis a vuestras hijas (también a vuestros hijos), a vuestros alumnos, a toda la gente, para que demos la importancia justa a la imagen, para que empecemos a reivindicar, en serio, que belleza es salud, y por tanto requiere unas altas dosis de educación para la salud llegar a estar bella: buena alimentación, ejercicio y mucha risa. Dejemos de taparnos ante las cámaras y mostremos nuestra belleza tal y como es.

¿Cuándo dejaste de sentirte bella?

 

Aquí os dejo el documental:

 

 

A vueltas con la evaluación de ¿calidad?

Acabo de leer una noticia en el periódico que me ha dejado perpleja: “Madrid evaluará los conocimientos de sus alumnos con cinco años” (http://sociedad.elpais.com/sociedad/2013/02/21/actualidad/1361485211_372901.html). El titular es de poner la piel de gallina, porque los niños de 5 años son eso, niños de 5 años. Pero luego, cuando lees la noticia, dice que simplemente será un muestreo para ver quiénes leen y quiénes no después de la etapa de infantil… no sé qué me preocupa más, si el titular o el contenido. Lo de la muestra no me tranquiliza, es más, me preocupa todavía más porque demuestra un desconocimiento profundo de la etapa infantil, una etapa que se caracteriza sobre todo por el ritmo individualizado de los niños. Un niño de cinco años está todavía en una etapa donde aprender a leer es lo de menos, y lo más importante es la adquisición de determinados repertorios básicos y prerrequisitos de aprendizaje que les permitirán en el futuro desempeñar la competencia lectora, escritora, lógico-matemático, musical, y un largo etcétera de competencias que han de desarrollar.

infantilYa hay muchos educadores que saben que el aprendizaje de la lectura se basa en la adquisición de requisitos previos para poder después adquirir el proceso lector. Ya me cuesta entender que en infantil se esté enseñando a leer como tal, y es algo que se hace mucho en muchas escuelas, pero que encima queramos medirlo me parece llevar el proceso de aprendizaje a una simplificación que elimina de raíz todas las teorías del desarrollo del ser humano. No sólo cognitivo, si no también emocional, social y, en definitiva, de la inteligencia humana.

En un momento donde los educadores y profesores más innovadores reclaman un cambio radical en el funcionamiento de las aulas, donde se demanda más formación en técnicas y conocimientos relacionados con el desarrollo de las inteligencias múltiples, de la inteligencia emocional, como parte vital en el desarrollo de la Inteligencia con mayúsculas del ser humano, desde las administraciones públicas sólo se preocupan por medir resultados. Pero no se preocupan por medir procesos, ni por medir aprendizaje, sólo “muestreo” de niños que, con tan solo cinco años, saben o no leer. Me pregunto si en esas pruebas (externas además) también se mide la comprensión de un texto o, mejor dicho, de una historia sea escrita, dibujada o hablada. Y tampoco sé si se mide la capacidad de empatizar, de emocionarse, de dotar de vocabulario a esas emociones, de saber dirigir de forma eficaz su comportamiento para con sus compañeros… es decir, que nuevamente se está midiendo una capacidad que encima, es muy pronto para tener adquirida.

Dentro de nada leeremos en la prensa que también vamos a muestrear en niños de 2 años si controlan o no los esfínteres con el único objetivo de saber las diferencias… ¿no es hora ya de que exijamos un poquito más de conocimiento a los que nos dirigen? ¿no es hora ya de que centremos la educación en el proceso y no tanto en el resultado? ¿no es hora ya de que la evaluación vaya implícita en ese proceso? Las teorías están ahí, me pregunto por qué no se utilizan como base para tomar decisiones de este tipo, quizás es que el problema de la comprensión lectora esté más extendido de lo que pensamos y llegue a etapas maduras. Quizás ese sea el problema que se quiere erradicar, que cuando esos niños de 5 años lleguen a la madurez sepan leer teorías y, además, interpretarlas y aplicarlas. Lo malo es que dudo que esto se consiga así. Por favor, menos pruebas de evaluación y más interés por el aprendizaje, más apoyos, más formación, más seriedad.

A vueltas con la evaluación de ¿calidad?

Acabo de leer una noticia en el periódico que me ha dejado perpleja: “Madrid evaluará los conocimientos de sus alumnos con cinco años” (http://sociedad.elpais.com/sociedad/2013/02/21/actualidad/1361485211_372901.html). El titular es de poner la piel de gallina, porque los niños de 5 años son eso, niños de 5 años. Pero luego, cuando lees la noticia, dice que simplemente será un muestreo para ver quiénes leen y quiénes no después de la etapa de infantil… no sé qué me preocupa más, si el titular o el contenido. Lo de la muestra no me tranquiliza, es más, me preocupa todavía más porque demuestra un desconocimiento profundo de la etapa infantil, una etapa que se caracteriza sobre todo por el ritmo individualizado de los niños. Un niño de cinco años está todavía en una etapa donde aprender a leer es lo de menos, y lo más importante es la adquisición de determinados repertorios básicos y prerrequisitos de aprendizaje que les permitirán en el futuro desempeñar la competencia lectora, escritora, lógico-matemático, musical, y un largo etcétera de competencias que han de desarrollar.

infantilYa hay muchos educadores que saben que el aprendizaje de la lectura se basa en la adquisición de requisitos previos para poder después adquirir el proceso lector. Ya me cuesta entender que en infantil se esté enseñando a leer como tal, y es algo que se hace mucho en muchas escuelas, pero que encima queramos medirlo me parece llevar el proceso de aprendizaje a una simplificación que elimina de raíz todas las teorías del desarrollo del ser humano. No sólo cognitivo, si no también emocional, social y, en definitiva, de la inteligencia humana.

En un momento donde los educadores y profesores más innovadores reclaman un cambio radical en el funcionamiento de las aulas, donde se demanda más formación en técnicas y conocimientos relacionados con el desarrollo de las inteligencias múltiples, de la inteligencia emocional, como parte vital en el desarrollo de la Inteligencia con mayúsculas del ser humano, desde las administraciones públicas sólo se preocupan por medir resultados. Pero no se preocupan por medir procesos, ni por medir aprendizaje, sólo “muestreo” de niños que, con tan solo cinco años, saben o no leer. Me pregunto si en esas pruebas (externas además) también se mide la comprensión de un texto o, mejor dicho, de una historia sea escrita, dibujada o hablada. Y tampoco sé si se mide la capacidad de empatizar, de emocionarse, de dotar de vocabulario a esas emociones, de saber dirigir de forma eficaz su comportamiento para con sus compañeros… es decir, que nuevamente se está midiendo una capacidad que encima, es muy pronto para tener adquirida.

Dentro de nada leeremos en la prensa que también vamos a muestrear en niños de 2 años si controlan o no los esfínteres con el único objetivo de saber las diferencias… ¿no es hora ya de que exijamos un poquito más de conocimiento a los que nos dirigen? ¿no es hora ya de que centremos la educación en el proceso y no tanto en el resultado? ¿no es hora ya de que la evaluación vaya implícita en ese proceso? Las teorías están ahí, me pregunto por qué no se utilizan como base para tomar decisiones de este tipo, quizás es que el problema de la comprensión lectora esté más extendido de lo que pensamos y llegue a etapas maduras. Quizás ese sea el problema que se quiere erradicar, que cuando esos niños de 5 años lleguen a la madurez sepan leer teorías y, además, interpretarlas y aplicarlas. Lo malo es que dudo que esto se consiga así. Por favor, menos pruebas de evaluación y más interés por el aprendizaje, más apoyos, más formación, más seriedad.