EL HOMBRE, ENCADENADO

INTERIOR. DÍA. Empieza todo con una visión tomada desde arriba (PLANO CENITAL), la habitación parece aun más pequeña. Paredes verdes. Entra la luz por una pequeña ventana, y se reflejan los barrotes en el suelo. Sólo una cama, y un cuerpo inerte sobre ella. Sudoroso. Es un hombre. Los ojos cerrados, todavía no quiere abrirlos aunque está despierto. Nos metemos en su mente unos segundos (ZOOM), y leemos sus pensamientos, que pasan a un primer plano (PRIMERÍSIMO PRIMER PLANO DE SUS PENSAMIENTOS). Resulta que quiere abrir los ojos, pero tiene miedo. Todas las mañanas abre los ojos y encuentra un mundo diferente, un mundo extraño. Cada día encarna un personaje distinto, una vida distinta. No se acuerda ya de cuándo fue la última vez que protagonizó su propia vida. Cuándo su alma se separó de su cuerpo.
Ahora cuando despierte, o mejor cuando abra los ojos y mire a su alrededor se dará cuenta de que está en una celda, pero no podrá recordar que es lo que le ha llevado hasta allí (PLANO DETALLE DE LOS OJOS).
Estará confundido. Se mirará su cuerpo cubierto de sudor, y se palpará el rostro tratando de averiguar su apariencia. Imaginando su rostro, tratando de verlo incluso con los ojos cerrados, igual que el día anterior, igual que hace cada día, desde que empezó todo.
Esto ocurrirá con el molesto sonido del silencio rebotando en el vacio hasta que escuche acercarse por el pasillo unos pies lentos. Hasta que los escuche, y cada vez estén más cercanos. Se acercarán hasta apagarse junto a los barrotes de metal de la celda. Entonces aquel hombre vestido de uniforme, gordo, sudoroso, con entradas, pelo canoso, dientes marrones, y hedor a tabaco se dirigirá al hombre de la celda.
- ¡Eh, tú! – le dirá, envolviendo cada sílaba en saliva- no sé por qué vienen a visitarte, pero alguien ha venido. De todas formas ya sabes que la barbacoa será esta noche, y ésta es tu última visita.
Entonces, veremos sus ojos azules (PRIMERÍSIMO PRIMER PLANO), confundidos. Pobre hombre de la celda. Él está allí, respirando, en un cuerpo que no es el suyo, pero por poco tiempo, pues si es verdad lo que dice aquel hombre, que con cada sílaba escupe saliva a través de los barrotes, nuestro protagonista morirá esta noche. ZOOM A LOS PENSAMIENTOS. Él no sabe si morirá efectivamente esta noche. Es algo nuevo, él roba instantes, roba días de otros, manteniendo su alma viva, pero nunca ha muerto. ¿Cómo será morir en cuerpo ajeno? Vemos en su mente una colcha hecha de retazos, cada uno de ellos en movimiento. Eso es él, piensa, una colcha americana.
Entonces será encadenado. Como si así su ser se encadenara a su cuerpo. Y caminará, y notará dolor en sus tobillos, por el roce del metal. Caminará por el pasillo verde, por el camino que dentro de unas horas le llevará a su final. (TRAVELLING DEL PASILLO). “Si fuera amarillo, piensa, si fuera amarillo tal vez me llevara de vuelta a mi casa, como el mago de Oz. El camino de baldosas amarillas…”, es curioso cómo se acuerda de algunas cosas y sin embargo no se acuerda ni de su nombre.
Entrara en la sala, y allí estará esperando ella (PLANO MEDIO, ACERCÁNDOSE, ZOOM LENTO),  y veremos su rostro pálido, a través de sus ojos claros, a punto de estallar, sin poder contener el llanto. (PRIMER PLANO).
Vestida con un jersey verde de lana de cuello alto. Muchas bolitas en el jersey. Muchas lágrimas derramadas, por alguien que tal vez no la merecía.
Es extraño pero mientras ella habla, es como si el resto de la gente no existiera cómo si el hombre encadenado no existiera.  Sólo la vemos a ella, él está de espaldas (PLANO ESCORZO)
- Sé que me dijiste que no viniera- dirá ella, como maullando, tratando de encontrar las palabras.- Y no iba a hacerlo, pero quería verte por última vez… y cambié el turno en el hospital.
El hombre encadenado no dirá nada entonces. La cabeza agachada. ¿Qué puede decir a aquella mujer que no conoce? Qué sus pupilas conocen, pero no conoce su mirada.
Mirará sus manos, preguntándose qué han hecho (PLANO DETALLE DE LAS MANOS) ¿Qué han hecho para merecer la muerte? Por mucho que las mira no logra ver más que unas manos. Ella, lentamente levantara el rostro de él con los dedos (PLANO MEDIO). Un pequeño roce.  Y entonces el hombre encadenado reaccionará, al tiempo que levantará la mirada girando hacia arriba las cejas en señal de asombro, abriendo las pupilas, tratando de recordar algo (PRIMERÍSIMO PRIMER PLANO).
Es imposible, ha ocupado muchos cuerpos hasta entonces, pero esta será primera vez que tenga la sensación de que conoce a alguien. Sus manos le resultan familiares. Maldita sea (ZOOM A LOS PENSAMIENTOS), le resulta familiar incluso ese perfume barato de jazmín. Sabe, intuye, que la conoce de algo. Ella llorará, dejará que las lágrimas caigan despacio, acariciando suavemente la mejilla, y él, las secará con las mangas de su uniforme, de ese pijama azul que lleva puesto. Y por un instante, querrá que aquel hombre, que aquella carcasa, se pegara a su alma como si fuera su verdadero cuerpo. Y sentirá lástima de él, por el hombre encadenado, porque pensará que con sus últimos instantes robados, está ya muerto.
El hombre encadenado se marchará con las lágrimas de ella humedeciendo su camisa, y le veremos avanzando por el pasillo (TRAVELLING), mientras ella se girará para mirarle por última vez.  Si hiciéramos un ZOOM A SUS PENSAMIENTOS, veríamos que está rota por dentro. SUBIMOS EL VOLUMEN DE LA MÚSICA. FUNDIDO EN BLANCO. ENCADENADO.
 INTERIOR. DÍA. Plano tomado desde arriba (PLANO CENITAL) la habitación parece aun más pequeña. Paredes verdes. Entra la luz por la ventana y se refleja la sombra de un pájaro que vuela. Sólo una cama, y un cuerpo inerte sobre ella. Sudoroso. Los ojos cerrados. Todavía no quiere abrirlos aunque está despierto. Nos metemos en su mente unos segundos (ZOOM A SUS PENSAMIENTOS). Quiere abrir los ojos, pero tiene miedo.
Los abre con cuidado, y se da cuenta de que todo está borroso. Miramos con sus ojos (PLANO SUBJETIVO). Vemos que se acerca alguien, y él nota que alguien se inclina sobre él y casi le roza. Nota el olor de un perfume barato, que le resulta irresistible. Que  está seguro que conoce.
Y entonces, y aún sin abrir los ojos, escucha una voz femenina
- ¡Se ha despertado, es increíble! se ha despertado, es un milagro.- Dice ella, con emoción en sus palabras. Él mueve sus manos. Quiere tocar su rostro. Le duele la cabeza.
- ¿Te conozco de algo?- acierta a decir él, como un murmullo.
- Te llevo cuidando meses, tuviste un accidente. Soy tu enfermera, pero es la primera vez que me ves.- Y vemos una lágrima que cae por el rostro de la joven de ojos claros, y entonces hacemos foco en ella, y ya no la vemos distorsionada. Es ella.
- Perdona, he pasado un día horrible. – añadirá, sonriendo tímidamente, tristemente- Me alegro de que estés de nuevo con nosotros.
ZOOM A LOS PENSAMIENTOS. Recuerda. Ahora recordará todo. El accidente. El momento en el que levantó los ojos de la carretera. Cuando la vio junto al hospital, llorando, con su jersey verde. Giró la cabeza para verla mejor.
Y después (PLANO SUBJETIVO), se salió de la carretera, y se estrelló contra el árbol. Un golpe brusco. Notó que se elevaba como si estuviera en una grúa. Como si volará. Y desde allí, descendió despacio hasta el suelo, y decidió  buscar su cuerpo.
Su cuerpo. Y se dará cuenta, de que por fin ha vuelto.
SUBIMOS EL VOLUMEN DE LA MÚSICA. FUNDIDO EN NEGRO
 
SOBREIMPRESO APARECE LA PALABRA “FIN”
 
Escrito y dirigido por M. S.

LA OTRA VOZ (DETRÁS DE LA MÁSCARA)

Si habéis visto alguna de las estupendas películas de Matt Hobson, sabéis a lo que me refiero cuando hablo de presencia hipnótica. Si las habéis visto dobladas reconoceréis mi voz.
 
Yo no tenía vocación de actor, y menos de doblaje. Empecé en esto por casualidad, y aunque él no lo sabía, llevaba ya quince años pegado a su sombra y prestándole mi voz y mi poco talento, la verdad es que se me fue metiendo dentro. Acabé vistiendo como él, adelgazando, o engordando según su papel. Hacia cualquier cosa que hiciese él, y estuviese al alcance de mi famélico bolsillo, como si fuese su espejo.
 
Aquel fatídico 15 de febrero, me inclinaba sobre el atril de metal leyendo el guión, con su reflejo posado suavemente sobre mí, tratando de encajar cada sílaba en sus movimientos labiales.
-Repite esa última línea desde el hola- dijo el director desde la cabina iluminada.
- Hola- repetí encajándolo perfectamente en el hello silenciado de Matt.
 - Espera. Corta, ha ocurrido algo, me acaban de decir, que Matt Hobson ha muerto esta mañana.
Fue a las 8 de la mañana hora de Los Ángeles cuando ocurrió. Sobredosis, dijeron. Busqué por toda la ciudad una licorería en la que envolvieran las botellas en papel marrón. Quería emborracharme sí, pero quería hacerlo cómo en las películas.
La ciudad estaba a oscuras, y es que parecía que ahora que Matt no existía, se apagaban  todas las luces como señal de respeto, o quizás la ciudad no estuviera hecha para la lluvia.
-Esto es por ti, – dije levantando la botella a la luna cubierta de nubes de tormenta.
 Cuando llegué a casa empapado, abrazado a la soledad de cristal de las botellas, tuve que subir a tientas por la escalera. Y una vez en el apartamento, fui bebiendo pequeños sorbos por su memoria, mientras revolvía todo buscando las cerillas, hasta que las encontré, y encendí la primera.
Miré a mi alrededor, elevando la pequeña llama hasta iluminar mi rostro, y descubrí sombras, contornos extraños en las paredes del cuarto. Se me cortó la respiración. Me asusté y tiré al suelo la cerilla, y al hacerlo las figuras se apagaron, se desvanecieron.  Pensé que estaba loco.
 Bebí un sorbo más. No había nadie allí conmigo. “Debe ser el alcohol, que me hace ver cosas que no son” me dije y encendí otra cerilla.
-  Hola, hijo mío- dijo una señora que no recordaba haber visto en mi vida, pero estaba seguro de que no era mi madre.  Me asustó con sus gafas gruesas, que distorsionaban su mirada. Era de mediana edad, llevaba una bata y una redecilla en el pelo.
-    No me gusta la casa que tienes ahora. ¿Dónde está la piscina?- añadió la señora.- Y quitaté esa ropa mojada.
-  Matt, soy Hal- dijo una voz a su lado. Un rostro de hombre mayor, con poco pelo y  cara de preocupación- ¿Por qué me traicionaste? ¿Por qué te marchaste de la agencia? Yo fui quien te hice grande, podría haber encontrado un papel maravilloso para ti.
- Matt, sólo necesito 200 dólares, de verdad, los necesito. Será la última vez que te pida dinero, por favor ayúdame. – dijo una muchacha, comiéndose las sílabas, y mordiéndose al mismo tiempo nerviosamente el pelo. La cara pálida y delgada, los brazos calados de agujeros.
- !Pero yo no soy Matt!- les dije- !Os habéis equivocado!  Matt ha muerto esta mañana.
Pero no me creían, habían seguido la voz de Matt y les había llevado hasta mí. Yo no era Matt, pero la confusión era posible alumbrado por la luz de una simple cerilla.
-          !Marchaos de aquí!- y soplaba sobre la cerilla, y al minuto encendía una nueva buscando compañía.
Nunca me gustó beber solo.
 Y volvieron a aparecer esas figuras. La mujer que no era mi madre, el hombre mayor que me regañaba por haber cambiado de agente y haberle dejado en la estacada, y la joven llamada Sue, que me pedía insistentemente 200 dólares -”lo juro, Matt serán los últimos”, me decía-. Apagaba y encendía las cerillas, y cada vez me sentía más extrañamente acompañado.
Soplaba la pequeña llama azulada acallando sus palabras y antes de que el humo desapareciera, las anhelaba. “No puedo estar sólo, no quiero estar sólo”. Y encendía de nuevo una cerilla. No sé como fue, una cerilla mal apagada cayó al suelo.
La llama brillante recorrió la habitación rápidamente, y el fuego creció hacia arriba y me cubrió como un edredón.
No me moví. Poco sentía yo después de varias botellas.
No sé quien me sacó. Recuerdo un infierno rojo y gris. Lograron sacarme de allí con mi piel quemada en casi un 90 %. Debería haber muerto, y de hecho pensé que había muerto.
Me debatí durante semanas dudando si coger un camino u otro. Florence Hobson cuidándome noche y día, contenta de que le dejara entrar al fin en mi vida. “Te cuidaré, como no te cuidé cuando eras niño”. “Vale, mamá”, le dije, sin atreverme a contradecirle. Le di 200 euros a Sue, y me besó en los labios y caminó con una gran sonrisa hacia la luz. Y le dije a Hal que por supuesto aceptaría el papel que encontrara para mí y se llevaría el 15%.
Cuando desperté entre las sábanas blancas del hospital y el olor a carne quemada, la primera llamada que recibí fue extraña. Me daban el papel principal de un gran musical. Había sido recomendado por alguien, aunque nunca supe por quien. Lo más raro es que nunca me presenté a la audición, así que pensé en Hal. Es una locura, lo sé.
Y ahora tras la máscara de látex, simulo ser un fantasma. Y oigo aplausos desde cada butaca. Butacas rojas teñidas por miles de colores diferentes. ¡Y me aplauden a mí!  !A mí!
 Y yo, Luis, envuelto en mi capa oscura que oculta mi piel cubierta de cicatrices negras, proyecto desde arriba mi propia voz detrás de la máscara y  despojada de toda impostura.
Y sí, ahora soy una estrella, pero aún tengo una queja: por mucho que enciendo cerillas en la oscuridad del camerino, no veo nada más que sombras y humo, lo me preocupa, porque no sé cómo hacerle llegar a Hal su 15%.

M.S.

LA OTRA VOZ (DETRÁS DE LA MÁSCARA)

Si habéis visto alguna de las estupendas películas de Matt Hobson, sabéis a lo que me refiero cuando hablo de presencia hipnótica. Si las habéis visto dobladas reconoceréis mi voz.
 
Yo no tenía vocación de actor, y menos de doblaje. Empecé en esto por casualidad, y aunque él no lo sabía, llevaba ya quince años pegado a su sombra y prestándole mi voz y mi poco talento, la verdad es que se me fue metiendo dentro. Acabé vistiendo como él, adelgazando, o engordando según su papel. Hacia cualquier cosa que hiciese él, y estuviese al alcance de mi famélico bolsillo, como si fuese su espejo.
 
Aquel fatídico 15 de febrero, me inclinaba sobre el atril de metal leyendo el guión, con su reflejo posado suavemente sobre mí, tratando de encajar cada sílaba en sus movimientos labiales.
-Repite esa última línea desde el hola- dijo el director desde la cabina iluminada.
- Hola- repetí encajándolo perfectamente en el hello silenciado de Matt.
 - Espera. Corta, ha ocurrido algo, me acaban de decir, que Matt Hobson ha muerto esta mañana.
Fue a las 8 de la mañana hora de Los Ángeles cuando ocurrió. Sobredosis, dijeron. Busqué por toda la ciudad una licorería en la que envolvieran las botellas en papel marrón. Quería emborracharme sí, pero quería hacerlo cómo en las películas.
La ciudad estaba a oscuras, y es que parecía que ahora que Matt no existía, se apagaban  todas las luces como señal de respeto, o quizás la ciudad no estuviera hecha para la lluvia.
-Esto es por ti, – dije levantando la botella a la luna cubierta de nubes de tormenta.
 Cuando llegué a casa empapado, abrazado a la soledad de cristal de las botellas, tuve que subir a tientas por la escalera. Y una vez en el apartamento, fui bebiendo pequeños sorbos por su memoria, mientras revolvía todo buscando las cerillas, hasta que las encontré, y encendí la primera.
Miré a mi alrededor, elevando la pequeña llama hasta iluminar mi rostro, y descubrí sombras, contornos extraños en las paredes del cuarto. Se me cortó la respiración. Me asusté y tiré al suelo la cerilla, y al hacerlo las figuras se apagaron, se desvanecieron.  Pensé que estaba loco.
 Bebí un sorbo más. No había nadie allí conmigo. “Debe ser el alcohol, que me hace ver cosas que no son” me dije y encendí otra cerilla.
-  Hola, hijo mío- dijo una señora que no recordaba haber visto en mi vida, pero estaba seguro de que no era mi madre.  Me asustó con sus gafas gruesas, que distorsionaban su mirada. Era de mediana edad, llevaba una bata y una redecilla en el pelo.
-    No me gusta la casa que tienes ahora. ¿Dónde está la piscina?- añadió la señora.- Y quitaté esa ropa mojada.
-  Matt, soy Hal- dijo una voz a su lado. Un rostro de hombre mayor, con poco pelo y  cara de preocupación- ¿Por qué me traicionaste? ¿Por qué te marchaste de la agencia? Yo fui quien te hice grande, podría haber encontrado un papel maravilloso para ti.
- Matt, sólo necesito 200 dólares, de verdad, los necesito. Será la última vez que te pida dinero, por favor ayúdame. – dijo una muchacha, comiéndose las sílabas, y mordiéndose al mismo tiempo nerviosamente el pelo. La cara pálida y delgada, los brazos calados de agujeros.
- !Pero yo no soy Matt!- les dije- !Os habéis equivocado!  Matt ha muerto esta mañana.
Pero no me creían, habían seguido la voz de Matt y les había llevado hasta mí. Yo no era Matt, pero la confusión era posible alumbrado por la luz de una simple cerilla.
-          !Marchaos de aquí!- y soplaba sobre la cerilla, y al minuto encendía una nueva buscando compañía.
Nunca me gustó beber solo.
 Y volvieron a aparecer esas figuras. La mujer que no era mi madre, el hombre mayor que me regañaba por haber cambiado de agente y haberle dejado en la estacada, y la joven llamada Sue, que me pedía insistentemente 200 dólares -”lo juro, Matt serán los últimos”, me decía-. Apagaba y encendía las cerillas, y cada vez me sentía más extrañamente acompañado.
Soplaba la pequeña llama azulada acallando sus palabras y antes de que el humo desapareciera, las anhelaba. “No puedo estar sólo, no quiero estar sólo”. Y encendía de nuevo una cerilla. No sé como fue, una cerilla mal apagada cayó al suelo.
La llama brillante recorrió la habitación rápidamente, y el fuego creció hacia arriba y me cubrió como un edredón.
No me moví. Poco sentía yo después de varias botellas.
No sé quien me sacó. Recuerdo un infierno rojo y gris. Lograron sacarme de allí con mi piel quemada en casi un 90 %. Debería haber muerto, y de hecho pensé que había muerto.
Me debatí durante semanas dudando si coger un camino u otro. Florence Hobson cuidándome noche y día, contenta de que le dejara entrar al fin en mi vida. “Te cuidaré, como no te cuidé cuando eras niño”. “Vale, mamá”, le dije, sin atreverme a contradecirle. Le di 200 euros a Sue, y me besó en los labios y caminó con una gran sonrisa hacia la luz. Y le dije a Hal que por supuesto aceptaría el papel que encontrara para mí y se llevaría el 15%.
Cuando desperté entre las sábanas blancas del hospital y el olor a carne quemada, la primera llamada que recibí fue extraña. Me daban el papel principal de un gran musical. Había sido recomendado por alguien, aunque nunca supe por quien. Lo más raro es que nunca me presenté a la audición, así que pensé en Hal. Es una locura, lo sé.
Y ahora tras la máscara de látex, simulo ser un fantasma. Y oigo aplausos desde cada butaca. Butacas rojas teñidas por miles de colores diferentes. ¡Y me aplauden a mí!  !A mí!
 Y yo, Luis, envuelto en mi capa oscura que oculta mi piel cubierta de cicatrices negras, proyecto desde arriba mi propia voz detrás de la máscara y  despojada de toda impostura.
Y sí, ahora soy una estrella, pero aún tengo una queja: por mucho que enciendo cerillas en la oscuridad del camerino, no veo nada más que sombras y humo, lo me preocupa, porque no sé cómo hacerle llegar a Hal su 15%.

M.S.

LUNÁTICA Y DESCABEZADA

Me despierto. Hay luna llena. Subo al desván muy despacio por la escalera de caracol, tratando de que los peldaños de la escalera no crujan bajo mis pies descalzos.
Es curioso como los peldaños sólo crujen por la noche, por más que los pises durante el día no consigues un solo sonido de ellos…

Abro con sigilo la puerta de madera, y miro hacia dentro. Puedo ver con claridad a pesar de la semipenumbra que me envuelve, a pesar de la tenue luz que a penas entra por el tragaluz del techo. Distingo los muebles viejos, las cajas y los baúles que se amontonan por las paredes.

Me siento justo debajo del tragaluz, allí donde la luna refleja en el suelo de madera su propia figura, y las estrellas que tiritan suspendidas en el cielo, se desdoblan dentro proyectándose en la madera.
Me cojo las piernas con mis manos, e inclino la cabeza todo lo que puedo hacia atrás,  mirando al cielo.

Por un instante ocurre algo extraño, el reflejo de la luna se posa sobre mi cara y parece robarme el rostro, cosiendo con su luz su cara a la mía.
La luz de la luna parece entonces entrar con más fuerza, y en su trayectoria veo multitud de puntitos blancos que parecen ir cobrando forma según van cayendo y posándose en el suelo. Justo a mi lado.

Y como por arte de magia aparece frente a mí una muchacha. Al principio su pelo le oculta el rostro, y luego levanta la mirada dejando ver su abrupta y pálida cara.
Sólo por un instante, pero es suficiente.

Después, se acerca a mí en un movimiento rápido, y yo retrocedo instintivamente, arrastrándome por el suelo, en busca de refugio bajo los muebles.
Por mucho que corra, bien sé que no tengo escapatoria. Que estoy atrapada.
Ella parece un animal salvaje en su locura.

Consigue atraparme el pie y tira de él con fuerza, hasta que feroz, lo muerde, o quizás lo atraviesa con un cuchillo porque noto un dolor que me hiela la sangre.
-         No vuelvas a apoderarte de mi cara niña, si vuelves a conjurarme y a apoderarte de ella morirás-  me advierte la muchacha, con mi sangre cayendo en finos hilillos desde su boca, dejando un surco carmesí en su accidentada cara.

 
Y se desvanece, convirtiéndose de nuevo en polvo, que sale por el tragaluz hasta llegar de nuevo al cielo al que pertenece. 
Me quedo sola, en medio de un charco de sangre. El miedo y la excitación me hacen llorar durante horas en la soledad del desván. Nadie me oye. El dolor me impide levantarme.

Por la mañana encuentran mi cuerpo inerte, como una hoja seca, sobre la madera. Tan solo acompañada de mi propia sangre muerta.
La tía Lilly llama al cirujano, temiendo que tenga que amputar el pie. La herida está infectada y llena de un pus amarillento.

Todos piensan que yo misma me he causado la herida, y no pueden disimular cierta mirada de terror hacia la niña huérfana, sonámbula y medio loca de la que se han hecho cargo.
- Sangrías y mucha paciencia.- dictamina el cirujano. – aunque tal vez persista la cojera.

Al principio quise pensar como todos ellos que mi imaginación había sido la causa de todo aquello, y que yo misma me había causado las heridas.
Pero cuando me quitaron la venda, tenía la marca de la luna llena sobre el tobillo.
 Y desde entonces, siempre que la luna se quita su velo de la cara y me mira a los ojos, sé que esta historia es cierta, y  bajo la mirada temerosa de que cumpla su amenaza.

M.S.

UNA PEQUEÑA ESTRELLA

Venid todos aquí y os contaré un secreto. Hace muchos, muchos años, no había estrellas en el cielo. Sobre nuestras cabezas había sólo un desiertooscuro recorrido por una brisa helada. Y no había día, no había noche.

Al mismo tiempo, la gente estaba triste y contaminada. Como si el negro vacío se hubiera llenado de odio, y al rebosar, hubiera vertido sus sombras en elespíritu de los hombres, atrapando muy dentro su risa y su alegría.

Y a este mundo extraño, llegó un día una pequeña estrella. ¡Estaba perdida, yse encontraba tan triste y sola…!

Y al llegar trató de llamar la atención de la gente, pero todos los que encontraba en su camino se apartaban de ella, desconfiados.
Ella gritaba “ ¡quiero volver a mi mundo, en el que al nacer, nos rodean deluz y de magia!”.

Pero el aliento de la estrella consumía su fuego lentamente, entresuspiros de pena. ¡Derramó tantos rayos y lágrimas de fuego, que mientrasse vacíaba logró cubrir el cielo de un mar rojo e intenso!

Y la gente miro temerosa arriba, y al fin algo se quebró dentro de ellos y su indiferencia se tornó en admiración ante tanta belleza.

Y de los ojos de los hombres brotaron lágrimas.

Y de los labios irradiaron sonrisas. Y la estrella vió con sorpresa que crecía su luz en tamaño, intensidad y forma.

Fue entonces cuando comprendió que aquel era su sitio y decidió quedarse. Y cómo estrella solitaria que era, se llamó así misma Sol.

Sol sabía bien, que en medio de toda oscuridad, siempre queda una pequeña llama. Pero para hacer de una brasa olvidada un gran fuego hace falta fe, paciencia y esperanza.

Entonces, como un faro, su luz invitó a otras estrellas a unirse en un juego, dibujar figuras y sueños en el cielo.

Y ahora, la brisa nocturna es cálida, y aviva la luz de las velas, que desde arriba iluminan la noche.Y cuando la gente mira hacia el cielo y encuentra una estrella, cierra los ojos y pide un deseo.

M.S. (2008)

UNA PEQUEÑA ESTRELLA

Venid todos aquí y os contaré un secreto. Hace muchos, muchos años, no había estrellas en el cielo. Sobre nuestras cabezas había sólo un desierto oscuro recorrido por una brisa helada. Y no había día, no había noche.

Al mismo tiempo, la gente estaba triste y contaminada. Como si el negro vacío se hubiera llenado de odio, y al rebosar, hubiera vertido sus sombras en elespíritu de los hombres, atrapando muy dentro su risa y su alegría.

Y a este mundo extraño, llegó un día una pequeña estrella. ¡Estaba perdida, yse encontraba tan triste y sola…!

Y al llegar trató de llamar la atención de la gente, pero todos los que encontraba en su camino se apartaban de ella, desconfiados.
Ella gritaba “ ¡quiero volver a mi mundo, en el que al nacer, nos rodean deluz y de magia!”.

Pero el aliento de la estrella consumía su fuego lentamente, entresuspiros de pena. ¡Derramó tantos rayos y lágrimas de fuego, que mientrasse vacíaba logró cubrir el cielo de un mar rojo e intenso!

Y la gente miro temerosa arriba, y al fin algo se quebró dentro de ellos y su indiferencia se tornó en admiración ante tanta belleza.

Y de los ojos de los hombres brotaron lágrimas.

Y de los labios irradiaron sonrisas. Y la estrella vió con sorpresa que crecía su luz en tamaño, intensidad y forma.

Fue entonces cuando comprendió que aquel era su sitio y decidió quedarse. Y cómo estrella solitaria que era, se llamó así misma Sol.

Sol sabía bien, que en medio de toda oscuridad, siempre queda una pequeña llama. Pero para hacer de una brasa olvidada un gran fuego hace falta fe, paciencia y esperanza.

Entonces, como un faro, su luz invitó a otras estrellas a unirse en un juego, dibujar figuras y sueños en el cielo.

Y ahora, la brisa nocturna es cálida, y aviva la luz de las velas, que desde arriba iluminan la noche.Y cuando la gente mira hacia el cielo y encuentra una estrella, cierra los ojos y pide un deseo.

M.S. (2008)

UNA PEQUEÑA ESTRELLA

Venid todos aquí y os contaré un secreto. Hace muchos, muchos años, no había estrellas en el cielo. Sobre nuestras cabezas había sólo un desierto oscuro recorrido por una brisa helada. Y no había día, no había noche.

Al mismo tiempo, la gente estaba triste y contaminada. Como si el negro vacío se hubiera llenado de odio, y al rebosar, hubiera vertido sus sombras en el espíritu de los hombres, atrapando muy dentro su risa y su alegría.

Y a este mundo extraño, llegó un día una pequeña estrella. ¡Estaba perdida, y se encontraba tan triste y sola…!

Y al llegar trató de llamar la atención de la gente, pero todos los que encontraba en su camino se apartaban de ella, desconfiados.
Ella gritaba “ ¡quiero volver a mi mundo, en el que al nacer, nos rodean deluz y de magia!”.

Pero el aliento de la estrella consumía su fuego lentamente, entresuspiros de pena. ¡Derramó tantos rayos y lágrimas de fuego, que mientrasse vacíaba logró cubrir el cielo de un mar rojo e intenso!

Y la gente miro temerosa arriba, y al fin algo se quebró dentro de ellos y su indiferencia se tornó en admiración ante tanta belleza.

Y de los ojos de los hombres brotaron lágrimas.

Y de los labios irradiaron sonrisas. Y la estrella vió con sorpresa que crecía su luz en tamaño, intensidad y forma.

Fue entonces cuando comprendió que aquel era su sitio y decidió quedarse. Y cómo estrella solitaria que era, se llamó así misma Sol.

Sol sabía bien, que en medio de toda oscuridad, siempre queda una pequeña llama. Pero para hacer de una brasa olvidada un gran fuego hace falta fe, paciencia y esperanza.

Entonces, como un faro, su luz invitó a otras estrellas a unirse en un juego, dibujar figuras y sueños en el cielo.

Y ahora, la brisa nocturna es cálida, y aviva la luz de las velas, que desde arriba iluminan la noche.Y cuando la gente mira hacia el cielo y encuentra una estrella, cierra los ojos y pide un deseo.

M.S. (2008)

UNA PEQUEÑA ESTRELLA

Venid todos aquí y os contaré un secreto. Hace muchos, muchos años, no había estrellas en el cielo. Sobre nuestras cabezas había sólo un desierto oscuro recorrido por una brisa helada. Y no había día, no había noche.

Al mismo tiempo, la gente estaba triste y contaminada. Como si el negro vacío se hubiera llenado de odio, y al rebosar, hubiera vertido sus sombras en el espíritu de los hombres, atrapando muy dentro su risa y su alegría.

Y a este mundo extraño, llegó un día una pequeña estrella. ¡Estaba perdida, y se encontraba tan triste y sola…!

Y al llegar trató de llamar la atención de la gente, pero todos los que encontraba en su camino se apartaban de ella, desconfiados.
Ella gritaba “ ¡quiero volver a mi mundo, en el que al nacer, nos rodean de luz y de magia!”.

Pero el aliento de la estrella consumía su fuego lentamente, entresuspiros de pena. ¡Derramó tantos rayos y lágrimas de fuego, que mientras se vacíaba logró cubrir el cielo de un mar rojo e intenso!

Y la gente miro temerosa arriba, y al fin algo se quebró dentro de ellos y su indiferencia se tornó en admiración ante tanta belleza.

Y de los ojos de los hombres brotaron lágrimas.

Y de los labios irradiaron sonrisas. Y la estrella vió con sorpresa que crecía su luz en tamaño, intensidad y forma.

Fue entonces cuando comprendió que aquel era su sitio y decidió quedarse. Y cómo estrella solitaria que era, se llamó así misma Sol.

Sol sabía bien, que en medio de toda oscuridad, siempre queda una pequeña llama. Pero para hacer de una brasa olvidada un gran fuego hace falta fe, paciencia y esperanza.

Entonces, como un faro, su luz invitó a otras estrellas a unirse en un juego, dibujar figuras y sueños en el cielo.

Y ahora, la brisa nocturna es cálida, y aviva la luz de las velas, que desde arriba iluminan la noche.Y cuando la gente mira hacia el cielo y encuentra una estrella, cierra los ojos y pide un deseo.

M.S. (2008)

UNA PEQUEÑA ESTRELLA

A mi sobrino A. S.

Venid todos aquí y os contaré un secreto. Hace muchos, muchos años, no había estrellas en el cielo. Sobre nuestras cabezas había sólo un desierto oscuro recorrido por una brisa helada. Y no había día, no había noche.

Al mismo tiempo, la gente estaba triste y contaminada. Como si el negro vacío se hubiera llenado de odio, y al rebosar, hubiera vertido sus sombras en el espíritu de los hombres, atrapando muy dentro su risa y su alegría.

Y a este mundo extraño, llegó un día una pequeña estrella. Estaba perdida,  ¡y se encontraba tan triste y sola…!

Y al llegar trató de llamar la atención de la gente, pero todos los que encontraba en su camino se apartaban de ella, desconfiados.
Ella gritaba “ ¡quiero volver a mi mundo, en el que al nacer, nos rodean de luz y de magia!”.

Pero el aliento de la estrella consumía su fuego lentamente, entre suspiros de pena. ¡Derramó tantos rayos y lágrimas de fuego, que mientras se vacíaba logró cubrir el cielo de un mar rojo e intenso!

Y la gente miro temerosa arriba, y al fin algo se quebró dentro de ellos y su indiferencia se tornó en admiración ante tanta belleza.

Y de los ojos de los hombres brotaron lágrimas.

Y de los labios irradiaron sonrisas. Y la estrella vió con sorpresa que crecía su luz en tamaño, intensidad y forma.

Fue entonces cuando comprendió que aquel era su sitio y decidió quedarse. Y cómo estrella solitaria que era, se llamó así misma Sol.

Sol sabía bien, que en medio de toda oscuridad, siempre queda una pequeña llama. Pero para hacer de una brasa olvidada un gran fuego hace falta fe, paciencia y esperanza.

Entonces, como un faro, su luz invitó a otras estrellas a unirse en un juego, dibujar figuras y sueños en el cielo.

Y ahora, la brisa nocturna es cálida, y aviva la luz de las velas, que desde arriba iluminan la noche. Y cuando la gente mira hacia el cielo y encuentra una estrella, cierra los ojos y pide un deseo.

M.S. (2008)

UNA PEQUEÑA ESTRELLA

A mi sobrino A.

Venid todos aquí y os contaré un secreto. Hace muchos, muchos años, no había estrellas en el cielo. Sobre nuestras cabezas había sólo un desierto oscuro recorrido por una brisa helada. Y no había día, no había noche.

Al mismo tiempo, la gente estaba triste y contaminada. Como si el negro vacío se hubiera llenado de odio, y al rebosar, hubiera vertido sus sombras en el espíritu de los hombres, atrapando muy dentro su risa y su alegría.

Y a este mundo extraño, llegó un día una pequeña estrella. Estaba perdida,  ¡y se encontraba tan triste y sola…!

Y al llegar trató de llamar la atención de la gente, pero todos los que encontraba en su camino se apartaban de ella, desconfiados.
Ella gritaba “ ¡quiero volver a mi mundo, en el que al nacer, nos rodean de luz y de magia!”.

Pero el aliento de la estrella consumía su fuego lentamente, entre suspiros de pena. ¡Derramó tantos rayos y lágrimas de fuego, que mientras se vacíaba logró cubrir el cielo de un mar rojo e intenso!

Y la gente miro temerosa arriba, y al fin algo se quebró dentro de ellos y su indiferencia se tornó en admiración ante tanta belleza.

Y de los ojos de los hombres brotaron lágrimas.

Y de los labios irradiaron sonrisas. Y la estrella vió con sorpresa que crecía su luz en tamaño, intensidad y forma.

Fue entonces cuando comprendió que aquel era su sitio y decidió quedarse. Y cómo estrella solitaria que era, se llamó así misma Sol.

Sol sabía bien, que en medio de toda oscuridad, siempre queda una pequeña llama. Pero para hacer de una brasa olvidada un gran fuego hace falta fe, paciencia y esperanza.

Entonces, como un faro, su luz invitó a otras estrellas a unirse en un juego, dibujar figuras y sueños en el cielo.

Y ahora, la brisa nocturna es cálida, y aviva la luz de las velas, que desde arriba iluminan la noche. Y cuando la gente mira hacia el cielo y encuentra una estrella, cierra los ojos y pide un deseo.

M.S. (2008)