La educación es anacrónica

Muy interesante escuchar este programa de Redes, dirigido por Eduard Punset, y que entrevista a Ken Robinson.

Es destacable escuchar la idea de por qué nuestra educación no se está adaptando a la sociedad actual, los conceptos claves. Sobre todo porque este tipo de ideas pueden ayudar a cambiar radicalmente el concepto de escuela, plantear nuevos espacios para aprender, nuevas didácticas y nuevos conceptos incluso.

Metodología cooperativa de aula, ¿sabemos lo que es?

Casi todos los que nos dedicamos a la educación hemos oído, e incluso coqueteado haciendo algunos pinitos, con el término cooperativo, pero ¿sabemos realmente a qué nos referimos cuando hablamos de ello?, ¿sabemos distinguir entre metodología cooperativa (aprendizaje cooperativo) y metodología colaborativa?

El aprendizaje cooperativo es una metodología que se basa en pequeños grupos de trabajo, seleccionados de forma intencional, que permiten a los alumnos trabajar juntos en la consecución de metas comunes, beneficiosas para todos los participantes.

Las características generales son:

  • Es una metodología activa.
  • Está basada en la experiencia e interacción entre los alumnos.
  • El rol del profesor se basa en la supervisión activa y no directiva tanto del proceso de aprendizaje, como de las interacciones entre los alumnos.
  • Posibilita que los alumnos aprendan unos de otros, así como del profesor y del entorno.

El aprendizaje cooperativo hace hincapié en las relaciones interpersonales y en la experiencia colectiva como fuentes del crecimiento social y cognitivo de los estudiantes. Para conseguirlo, propone un acercamiento muy “estructurado” al trabajo de grupo.

Y por otra parte, ¿qué entendemos por colaborativo? Muchas veces tendemos a pensar que es lo mismo y sin embargo esto no es exactamente así, colaborar y cooperar son términos diferentes aunque en la cooperación haga falta la colaboración.
Cada uno de los términos  representa un extremo de un espectro del proceso enseñanza-aprendizaje que va de ser altamente estructurado por el profesor (cooperativo) hasta dejar la responsabilidad del aprendizaje principalmente en el estudiante (colaborativo).

La cooperación es una estructura de interacción diseñada para facilitar el logro de una meta o producto final específico por un grupo de personas que trabajan juntas. El aprendizaje cooperativo es definido por un conjunto de procesos que ayudan a las personas a interactuar para lograr una meta específica o desarrollar un producto final, por lo general ambos relacionados directamente con un contenido.
A diferencia de la cooperación, la colaboración es una filosofía de interacción donde los individuos son responsables de sus acciones, incluyendo el aprendizaje, y respetan las habilidades y contribuciones de sus compañeros. El aprendizaje colaborativo es una filosofía personal, no solo una técnica del aula. En la cooperación existe siempre una meta o producto común, beneficioso para todos, existe lo que llamamos Interdependencia positiva, tanto en cuanto a metas, como roles, tareas… En la colaboración esto no es necesario.

Para llevar a cabo el aprendizaje cooperativo en el aula, lo primero que hace falta es creer firmemente que con él estamos contribuyendo a un cambio radical del espacio de aula, de estructura de grupo y de metodología de trabajo que va a repercutir positivamente en el aprendizaje de nuestros alumnos y en el nuestro propio. No hago aprendizaje cooperativo para que se lo pasen bien los chicos, hago aprendizaje cooperativo porque sé en qué fundamentos teóricos se asienta y por tanto sé que mejora significativamente el aprendizaje.

Por otra parte, conocemos en profundidad las bases de esta metodología y los elementos que debo contemplar en el diseño:

  • Interdependencia positiva: es fundamental el estímulo al esfuerzo, el apoyo mutuo y la ayuda recíproca. En el aprendizaje cooperativo Yo gano si Tú ganas, es decir, todos ganamos. Ha de existir interdependencia positiva en cuanto a: objetivos, recompensas, recursos y roles.
  • Responsabilidad individual que se asegura cuando el estudiante sabe que sus realizaciones y resultados académicos serán verificadas y valoradas. Para conseguirlo es importante mantener un grupo de trabajo reducido, hacer evaluaciones individuales, examinar al azar a estudiantes oralmente pidiéndole a uno de ellos que exponga el trabajo grupal, etc.
  • Evaluación grupal: la evaluación ha de hacerse en una doble vertiente, por parte del profesor y por parte del propio grupo, que sean conscientes de en qué medida están alcanzando los objetivos y mantienen buena relación. La evaluación grupal imprime cohesión al grupo.
  • Interacción interpersonal cooperativa: es importante confiar y conocer a los demás, tener habilidades de comunicación, aceptarse y apoyarse, y ser capaces de resolver los conflictos de forma constructiva.
  • Elaboración cognitiva de la información: tener la premisa de que siempre HAY ALGO QUE APRENDER, la ayuda implica explicaciones, formulación de ejemplos e IGUALDAD DE OPORTUNIDADES.

El castigo como motivador potente

Llevo años trabajando con algunas personas que tienen unas ideas curiosas sobre el castigo y el refuerzo. Y digo curiosas no porque piense que están en otro mundo, sino bien al contrario, porque pese a ser bastante correcto y coherente su planteamiento, lo que veo que sucede en el mundo educativo es lo contrario.

Independientemente de que seguramente sería necesario un reciclaje sobre castigos y refuerzos, que seguramente @gemadp nos podría escribir en su blog, ya que es a quien mejor se lo he visto explicar. ¡Casi he llegado a entenderlo yo! Resulta que vivimos en un mundo donde se utiliza, creo que para motivar, el castigo y la penalización. Lleva bastante tiempo asombrado con el sistema de notas que utilizan los profesores, casi siempre ponen un menos por detrás de un número, cosas como 6-, 7-, 8- e incluso 9-. Es fantástico porque así, incluso se consigue que un “sobresaliente” se perciba como algo negativo. Como medida profiláctica inmediata yo propondría que les bajasen las notas a sus alumnos, y les pusiesen 5+, 6+, 7+ u 8+, que en mi humilde entendimiento creo que numéricamente es prácticamente lo mismo que lo anterior (o desde luego muy, muy cercano) y se va a percibir como algo mejor. O realmente pensamos que las cosas negativas nos hacen motivarnos, esforzarnos más y decir ¡esto lo supero yo!
Es posible que si se utiliza de forma puntual, a lo mejor si, pero realizada de forma metódica continua parece más bien esa tortura de ir dejando caer una gota de agua sobre la cabeza, que al final hace un agujero en el cráneo.
Si eso lo juntamos con un sistema de evaluación totalmente desvinculado del aprendizaje, donde en algunos casos parece que se hace un alarde por parte de los profesores de lo que son capaces de saber ellos (compitiendo, por lo tanto con niños de 13, 14…años), y que por lo tanto suspenden metódicamente a un porcentaje elevado de la clase. El resultado es la indefensión más completa del alumno, y claro está, el fracaso “escolar”.

Me encanta, sin embargo, oir en un webinar de @nuriadesalvador que ella no utiliza los negativos, que el castigo no funciona y que solamente se consigue trabajo y aprendizaje en los alumnos cuando sumamos. Ella tiene a sus alumnos, en un centro con 67% de inmigración trabajando duramente y por lo tanto aprobando (si, increíble, trabajan y eso les lleva a aprobar) todos menos uno. Pero toda la clase está involucrada en que el que suspende consiga aprobar. Es decir, además sus alumnos cooperan y se ayudan y preocupan unos por otros. Y esto ¡En un mundo competititivo!

Veía el otro día un documental (La escuela olvidada) donde una abuela decía que el peor castigo era no ir al colegio. ¿Sucede eso ahora? En absoluto. Porque los centros educativos en general no son centros de aprendizaje sino de evaluación. Con la excusa de que “los niños ya no son lo que eran” les reprimimos antes incluso de llegar, les tenemos etiquetados desde antes de conocerlos. Así luego mi hijo, que es un experimentador nato, me dice hace unos meses que por él no iría al colegio. Bueno, en realidad me dijo que no le importaría ir al San Félix, de Candás, ya que conoció hace 4 años su proyecto y percibe que así si que se aprende.
Y eso en definitiva es lo que ellos quieren…aprender.
¿Es el sistema educativo actual capaz de proporcionárselo de forma general y no solo con excepciones de centros o docentes?

Proceso de enseñanza sin medir, cuando la evaluación no mide aprendizajes

Volvamos sobre el tema de la evaluación porque este es un tema fundamental y del que se habla poco, o nada, en educación. Y cuando se habla en los foros, se dedica casi exclusivamente a la evaluación usando las TIC. Sinceramente creo que todavía queda mucho por trabajar en la enseñanza, y me refiero a procesos que tienen que ver con el objetivo principal de los centros educativos, ENSEÑAR.

Y digo esto porque estoy francamente sorprendida en los últimos tiempos con los resultados académicos de nuestros estudiantes. En nuestro país, un país que ha recorrido un camino de avance hacia una educación universal, hay un porcentaje muy elevado de fracaso escolar y de abandono de los estudios. Pero no me voy a centrar en el fracaso escolar, me voy a centrar en los alumnos que siguen sus estudios con un nivel de ansiedad elevado porque no consiguen “casar” su rendimiento con sus resultados. Voy a centrarme en experiencias cercanas que me muestran cómo para resolver lo que como país consideramos una mala nota, los profesores basan su método en la “evaluación continua”. En un principio este método no es malo, evaluar si el alumno progresa en sus aprendizajes de manera continua es muy bueno, es necesario, es esencial. Ya vimos en el webinar de @nuriadesalvador, y que comenté en este blog, como la evaluación continua le proporcionaba buenos resultados como docente, ya que sus alumnos aprobaban y trabajaban. Pero no es la tónica general, la mayor parte del profesorado basa su evaluación continua en hacer contínuamente exámenes. Unos exámenes que además normalmente no se corresponden con lo enseñado, o mejor dicho, con lo aprendido. Porque son como caminos paralelos, una cosa es explicar en clase y otra hacer el examen. Parece que el profesor, en lugar de profesor, se ha convertido en evaluador y esto tiene consecuencias peligrosas para el proceso de enseñanza-aprendizaje. Los alumnos, sobre todo de ESO (pero cada vez más en primaria) están aprendiendo a estudiar para el examen, están aprendiendo además que el examen es algo que no necesariamente tiene que ver con su desempeño habitual cuando, muchas veces, los resultados obtenidos son muy por debajo de lo que ellos saben, y de lo que han estudiado.

Me pregunto si somos conscientes de lo que significa esto. Una evaluación que no mide un proceso de aprendizaje no es una buena evaluación. Una evaluación basada en examenes no es una buena evaluación, aunque hay que decir que también se valora el cuaderno (normalmente la presentación, pero no el contenido) y la actitud… bueno, este es otro debate porque la actitud se evalúa en función de lo que entra como bueno o malo en el esquema de actitudes de un profesor concreto y que puede ser diferente a otro profesor.

Y el resultado de todo esto es que basamos nuestro proceso de educación más en castigos y penalizaciones que en refuerzos, premios al esfuerzo o reconocimiento de la evolución de un aprendizaje en una persona. Es muy preocupante observar el efecto que todo esto puede tener sobre determinados alumnos que, habiendo sido niños brillantes en la primaria, se convierten en niños indefensos ante un sistema que son incapaces de manejar, sin saber siquiera predecir cuál va a ser su propio desempeño de cara a esa evaluación. Preocupados por las notas, olvidan que están allí para aprender. Olvidan que tan solo unos años antes todos sus sentidos estaban abiertos e interesados en cualquier movimiento de su entorno, en cualquier aprendizaje. Se olvidan de que el maestro, su maestro, era esa persona que le ayudaba a construir ese aprendizaje y que normalmente lo hacía con cariño. Transforman su cabeza para ver el centro educativo como un lugar donde van a desconectar de su vida, a pasar unos trámites que no corresponden con su interés ni con su esfuerzo. Y lo peor es que para conseguir mejores resultados (en los examenes) no paran de tener tareas, muchas tareas: ejercicios, lecturas, trabajos, en período lectivo y también en vacaciones. Se puede decir que para los alumnos de ESO no hay períodos de vacaciones ni tiempo libre en muchos casos. ¿Acaso no necesitamos nosotros descansar? ¿no decimos que las vacaciones del profesorado son merecidas? pero, ¿no son merecidas las de los alumnos?

Conocemos métodos de trabajo que dan resultados excelentes en el aprendizaje, como la metodología cooperativa, que además es grata para el alumno y produce un mejor rendimiento de cara al aprendizaje. Cuando he impartido formación sobre esta metodología, un alto porcentaje del profesorado me ha preguntado muy preocupado, cómo se evalúa con este método. Está claro que si creyéramos de verdad en la evaluación continua la pregunta no tendría demasiado sentido, ya que puedes observar directamente el rendimiento, la evolución y el aprendizaje directamente, realizando diferentes estrategias para “medir” el aprendizaje. Quizás lo que me preguntaban es, ¿cómo hago exámenes? ¿individuales o en grupo? y si los hago en grupo, ¿cómo sé si un alumno sabe? ¿y qué nota les pongo?

Nos martirizan las notas… podríamos soñar de vez en cuando e imaginar un entorno educativo autogestionado por los propios alumnos con el apoyo imprescindible de su profesor. Un sistema educativo que busque enseñar a los alumnos, que persiga el conocimiento y el ansia por mostrárselo a los alumnos como un tesoro, el mejor que puedan conseguir. ¿Cuáles son los primeros pasos que tendríamos que dar para eso? Yo creo que el primero debería ser creer firmemente en que el ser humano es el ser más curioso y ávido de saber que existe en todo el planeta. Quizás así partamos de un supuesto diferente, rompamos currículos y exámenes, para pasar a diseñar entornos de enseñanza y aprendizaje gratos, infinitos y profundos. Quizás así, consiguiéramos que nuestros niños no se convirtieran en personas pasivas que se dejan llevar por la corriente, indefensos en un mundo que no entienden, y se transformaran en personas capaces de analizar con mentalidad crítica las cosas porque tienen un conocimiento para ello. Conseguiríamos personas capaces de transformar el mundo siempre a mejor porque han heredado el conocimiento de nuestra especie desde su aparición en la tierra. ¿No creen que ser docente es una profesión maravillosa?

La formación y el aprendizaje, hermanos de sangre

Hace muchos años que comencé a dedicarme a la formación, sobre todo del profesorado, en diferentes contextos. He formado a profesores en paro, en activo, sobre habilidades, TIC, metodologías. También he realizado trabajos de desarrollo de materiales formativos, y formación on line. Me encanta la formación, creo en la formación como un proceso necesario para la evolución de cualquier persona, para su aprendizaje continuo y permanente a lo largo de toda su vida. Pero esto nos lleva a un punto muy importante a considerar en todo proceso formativo, y es que la formación no es simplemente dar cursos, es algo más, es un proceso amplio de diversas acciones que llevan a una persona a adquirir ciertas competencias que le permiten seguir avanzando en su desempeño.

Parece de cajón pero cuando me enfrento a la mayor parte de los planes de formación que se organizan, ya sea dentro de plan de formación continua, ya sea en el marco de formación para desempleados o para trabajadores en activo que han de aprender por ejemplo cómo prevenir accidentes, nos encontramos con un grado bajo de impacto de esta formación. Y esto se debe a que la formación se plantea como un curso plano donde un experto (formador) comunica a una serie de personas (alumnos) lo que él sabe. Después de impartir la formación normalmente se pasa una encuesta de calidad, se nos pregunta si el curso nos ha gustado, si los materiales eran buenos, si el formador comunicaba bien… con una mínima dedicación saldremos airosos de la acción formativa, los alumnos se irán contentos a sus casas, puestos de trabajo, y nosotros que nos ganamos la vida así, hasta la próxima acción formativa.

Pero qué pasa con esos alumnos, ¿cómo sabemos si lo que les comunicamos les produjo algún tipo de cambio, algún aprendizaje?, ¿averiguamos si después de nuestro breve paso por su vida hemos aportado algo que les haya permitido mejorar? Se supone que la formación sirve sobre todo para que la gente cambie sus modos de hacer a mejor. Sirve para aprender, y si ese aprendizaje es válido, lo más probable es que contribuya a un cambio tanto de sí mismo como de su entorno laboral o personal. Y aquí es donde no solemos hacer los deberes, abandonamos a su suerte a nuestros alumnos, no volvemos a saber de ellos y por tanto no podemos saber si hemos generado o no dicho aprendizaje y posterior impacto.

También está la visión del alumno, el que muchas veces acude a formarse para obtener créditos, títulos, diplomas… algo que les permita optar de mejor manera a conseguir un determinado puesto o ascender de categoría o sueldo. Cambia por tanto el objetivo de la formación y ésta pasa de ser un proceso para el aprendizaje a un proceso para el currículo y la escalada profesional sin necesidad de obtener ningún aprendizaje. ¿Estáis de acuerdo?

Considero que en este momento, donde las crisis de diversa índole nos invaden, hemos de poner mucha atención y dedicación al delicado proceso de la formación de personas, de profesionales, de tal modo que transformemos también la formación convirtiéndola en una herramienta vital para el desarrollo de las personas, tanto desde un ámbito personal como profesional, que revierta en una mejora también de nuestra sociedad. Centrándonos en el entorno educativo, creo que la formación continua es un buen planteamiento, pero que esta formación ha de ser demandada por el profesorado para la mejora de su profesión y por tanto, del entorno en general. Es momento de una formación instrumental, personalizada y supervisada, que genere estrategias de aprendizaje a largo plazo. Un sistema de formación donde se puedan utilizar las diferentes estrategias y herramientas disponibles.

Biblioburro y otras misiones

Esta vez quiero compartir dos proyectos que se parecen mucho y que están de plena actualidad, aunque uno de ellos terminó dramáticamente en nuestro país hace ya 75 años. Estoy hablando del Biblio-burro, de Luis Humberto Soriano en Colombia, y de las Misiones Pedagógicas, de la Institución Libre de Enseñanza en España.

Viendo los dos vídeos encuentro similitudes, pero me hace pensar en la distancia que existe actualmente entre estos dos países. En España, en la época de las Misiones Pedagógicas, existían niños y adultos similares a los niños que podemos ver en el vídeo del Biblioburro. Y el objetivo es el mismo, acercar la cultura a esta población.

Ahora que en nuestra sociedad estamos inmersos en otro debate, en la integración de las tecnologías en educación, en cómo hay que enseñar con estos medios, y su gran alcance, me pregunto si no tenemos la pista en estas iniciativas que, sin ser las únicas, tienen un valor pedagógico alto, muy alto: mostrar, enseñar, hacer que los niños quieran saber.

¿Por qué en nuestro país hay un porcentaje tan alto de fracaso escolar cuando ahora no necesitamos ir en burro para acercar la cultura? Si ahora es obligatorio acceder a ella, si se supone que tenemos un diseño más que elaborado y legalizado para que todos y cada uno de los ciudadanos tengan una cultura mínima, ¿por qué cada vez hay más fracaso escolar? Me pregunto qué ha pasado con los ideales, métodos y esencia de las Misiones Pedagógicas, si alguna vez hemos visto en nuestros alumnos las caras de los niños de los dos vídeos. Si alguna vez hemos escuchado a un alumno de secundaria decir “¡Espectacular!, ustedes no se lo imaginan” cuando habla de lo que le enseña su profesor.

¿Hemos perdido la capacidad de entusiasmar? Yo creo que sí, que sólo unos pocos lo consiguen y no con todos sus alumnos. Me gusta una de las frases que dice Luis Soriano, “es un trabajo a largo plazo”, y otra, “mentalidad crítica, constructiva y con mucha imaginación”. Estas tres palabras, también son las que usamos cuando hablamos del uso de internet en el aula, que los alumnos aprendan a ser críticos, creativos y constructivos, ahora hay que encontrar cómo hacemos eso. Quizás internet sea el biblioburro de nuestra sociedad, lo que consigue mostrar cosas que de otra forma no podríamos ver, pero hacen falta maestros como Luis, o como los misioneros pedagógicos, para poder transmitir ese entusiasmo, ese misterio al otro lado de la pantalla donde un mundo diferente se abre y permite aprender. Quizás los creativos tenemos que ser nosotros primero, abandonar tanta rigidez en la enseñanza y plantearnos que nuestros alumnos son, todavía lo son, analfabetos en muchos sentidos.

¡Por la creatividad!

Hace ya unos cuantos años que escuchamos a Sir Ken Robinson hablar sobre por qué cree él que las escuelas matan la creatividad. Esa conferencia es del 2006 y acabamos de estrenar año, ya estamos en el 2011, pero seguimos viendo que la escuela sigue más o menos igual en cuanto a creatividad se refiere.

Propongo un ejercicio, ver este vídeo y después sacar conclusiones, ¿pensamos que las escuelas matan la creatividad?, y si es así ¿por qué puede pasar esto?

Yo por el momento, me permito un brindis (más que un deseo) para este 2011: ¡Por la creatividad!, para que vuelva a las escuelas y a los seres humanos.

Más conferencias de Sir Ken Robinson sobre la revolución del aprendizaje (interesante para seguir profundizando en la idea):

* 1ª Parte

* 2ª Parte

La escuela del futuro ¿ya está aquí?

Hablamos mucho de la Escuela del Futuro, de cómo debería ser, de qué elementos debería contar, cómo habría que configurar la clase, de teorías de aprendizaje, de tecnologías… vivimos tiempos de grandes cambios tecnológicos, de avances muy rápidos, tanto que casi no somos capaces de digerirlos. ¿Esto quiere decir que la escuela del futuro ya está aquí?

En estos últimos meses, casi un año ya, hemos asistido a una auténtica revolución en las aulas, las diferentes Consejerías de Educación, aunque no todas, han decidido aplicar de una u otra manera el famoso plan de la Escuela 2.0. Hemos visto a los niños asistir al centro con su portátil, los hemos visto trabajar en casa con ellos. Hemos asistido a grandes proyectos de formación para enseñar a los docentes, perdidos en este gran cambio, a enseñar con estos medios. Hemos visto a las editoriales moverse para comenzar el largo camino de la digitalización. Hemos visto en los foros, en las redes sociales, y en las mesas de los cafés, hablar del tema con gran emocionalidad. Unos a favor, otros no tanto.

Yo me pregunto ahora, ¿estamos dando respuesta a tanto cambio?, ¿estamos sabiendo responder con suficiente rigor y profesionalidad a lo que significa la integración de estos medios en las aulas?, o por el contrario, ¿estamos replicando lo que ya hacíamos con la última herramienta? La mayor parte de las veces tengo la sensación de que los docentes van con la lengua fuera, cansados de responder a tantas demandas.

Las TIC han invadido las aulas de muchos profesores que, en muchos casos, no saben ni repertorios básicos para manejar un ordenador provocando un problema grave de afrontamiento, y gran cantidad de estrés. Ha faltado, y está faltando formación. Y esta formación, muchas veces, está siendo poco significativa, basada en herramientas más que en habilidades y métodos. Falta consenso, unidad e investigación. El proceso de formación del profesorado para la integración de las TIC en el centro educativo consiste en la adquisición por parte de éste de ciertos repertorios, habilidades y destrezas que les permitan plantear didácticas de aula donde estas tecnologías sean un medio para el fin de la escuela: enseñar a aprender. Requiere trabajo en equipo, elaboración de proyectos con objetivos alcanzables, requiere evaluación del proceso. Y después de todo, herramientas.

Lo planteo así porque creo que en la escuela del futuro, que no la del presente aún, el objetivo debería ser la de proporcionar a los alumnos las destrezas que les permitan aprender de cualquier tema, y para eso hacen falta habilidades para enseñar a ser críticos, manejando múltiples fuentes, a hablar bien, a escribir bien, a leer… con los medios que tengamos al alcance, sin desaprovechar ninguno. La escuela del futuro no es la escuela de las tecnologías. La escuela del futuro es aquella que consiga una enseñanza creativa, flexible e infinita, donde el currículum sea una guía por la que moverse y no un esquema rígido de contenidos. La escuela del futuro plantea situaciones diversas de aprendizaje, y enseña todo el conocimiento acumulado por el ser humano durante todos los siglos de su existencia. Porque en la escuela del futuro, que todavía no ha llegado, la formación del profesorado para una pedagogía innovadora, basada en teorías no tan innovadoras, sea una prioridad. En la escuela del futuro se trabajan las competencias docentes, para que éstos puedan ayudar a los alumnos a que aprendan sus propias compentencias. Y en ella utilizaremos, claro que sí, las tecnologías.