Adoctrinamiento

Tengo la sensación de que todas las personas, cuando llegamos a esas edad en la que nos queremos comer el mundo, sentimos que hemos nacido para hacer cosas grandes e importantes, cosas que podrían cambiar radicalmente el planeta en el que nos ha tocado vivir. Sin embargo, llega un punto en el que nos paramos en seco y nos conformamos no con nuestros sueños, sino con mucho menos.

Una profesora de lengua nos preguntó una vez en clase qué era lo que nos había hecho perder la curiosidad, el querer conocer, el querer llegar a más. Y tenía toda la razón, porque nosotros solos nos hemos limitado a hacer lo que hacen todos, estudiar lo que estudian todos y trabajar solo para ganar dinero porque, desgraciadamente, es lo que nos gobierna, el dinero.

Nos han adoctrinado, no se sabe quién, quizá nosotros mismos, pero vivimos en una sociedad en la que a los jóvenes les parece tres veces más “guay” saltarse las clases y fumarse un porro que aprender cosas nuevas, quizás también porque a muchos profesores les han obligado a que les parezca más enriquecedor dar todo el temario leyendo el libro en vez de que sus alumnos aprendan de verdad algo útil para la vida que les espera. Una sociedad en la que lo importante es evaluar, evaluar y evaluar nuestros conocimientos a base de exámenes con el simple objetivo de pasar a la Universidad con una buena nota en la Selectividad y que nos sigan evaluando toda nuestra vida.

Una sociedad en la que el poder corrompe y el dinero nos domina. Una sociedad en la que la falta de cultura y conocimiento de nuestra historia nos hace recaer una y otra vez en los mismos errores que nosotros cometimos. Una supuesta sociedad moderna en la que el machismo sigue existiendo, no solo en agresiones y violencia de género, si no en el ámbito más cotidiano, aunque no sea excesivamente explícito y solo sean “cosas de chiquillos”. Una sociedad que desmonta los sueños para que los que tienen mucho sigan teniéndolo y los que no tienen nada o muy poco, no importen.

 

Cuando nos demos cuenta de que, efectivamente, la libertad de uno mismo acaba en el mismo momento en el que arrebatamos la de otro, ahí, habremos cambiado el mundo.

Adoctrinamiento

Tengo la sensación de que todas las personas, cuando llegamos a esas edad en la que nos queremos comer el mundo, sentimos que hemos nacido para hacer cosas grandes e importantes, cosas que podrían cambiar radicalmente el planeta en el que nos ha tocado vivir. Sin embargo, llega un punto en el que nos paramos en seco y nos conformamos no con nuestros sueños, sino con mucho menos.

Una profesora de lengua nos preguntó una vez en clase qué era lo que nos había hecho perder la curiosidad, el querer conocer, el querer llegar a más. Y tenía toda la razón, porque nosotros solos nos hemos limitado a hacer lo que hacen todos, estudiar lo que estudian todos y trabajar solo para ganar dinero porque, desgraciadamente, es lo que nos gobierna, el dinero.

Nos han adoctrinado, no se sabe quién, quizá nosotros mismos, pero vivimos en una sociedad en la que a los jóvenes les parece tres veces más “guay” saltarse las clases y fumarse un porro que aprender cosas nuevas, quizás también porque a muchos profesores les han obligado a que les parezca más enriquecedor dar todo el temario leyendo el libro en vez de que sus alumnos aprendan de verdad algo útil para la vida que les espera. Una sociedad en la que lo importante es evaluar, evaluar y evaluar nuestros conocimientos a base de exámenes con el simple objetivo de pasar a la Universidad con una buena nota en la Selectividad y que nos sigan evaluando toda nuestra vida.

Una sociedad en la que el poder corrompe y el dinero nos domina. Una sociedad en la que la falta de cultura y conocimiento de nuestra historia nos hace recaer una y otra vez en los mismos errores que nosotros cometimos. Una supuesta sociedad moderna en la que el machismo sigue existiendo, no solo en agresiones y violencia de género, si no en el ámbito más cotidiano, aunque no sea excesivamente explícito y solo sean “cosas de chiquillos”. Una sociedad que desmonta los sueños para que los que tienen mucho sigan teniéndolo y los que no tienen nada o muy poco, no importen.

 

Cuando nos demos cuenta de que, efectivamente, la libertad de uno mismo acaba en el mismo momento en el que arrebatamos la de otro, ahí, habremos cambiado el mundo.

Adoctrinamiento

Tengo la sensación de que todas las personas, cuando llegamos a esas edad en la que nos queremos comer el mundo, sentimos que hemos nacido para hacer cosas grandes e importantes, cosas que podrían cambiar radicalmente el planeta en el que nos ha tocado vivir. Sin embargo, llega un punto en el que nos paramos en seco y nos conformamos no con nuestros sueños, sino con mucho menos.

Una profesora de lengua nos preguntó una vez en clase qué era lo que nos había hecho perder la curiosidad, el querer conocer, el querer llegar a más. Y tenía toda la razón, porque nosotros solos nos hemos limitado a hacer lo que hacen todos, estudiar lo que estudian todos y trabajar solo para ganar dinero porque, desgraciadamente, es lo que nos gobierna, el dinero.

Nos han adoctrinado, no se sabe quién, quizá nosotros mismos, pero vivimos en una sociedad en la que a los jóvenes les parece tres veces más “guay” saltarse las clases y fumarse un porro que aprender cosas nuevas, quizás también porque a muchos profesores les han obligado a que les parezca más enriquecedor dar todo el temario leyendo el libro en vez de que sus alumnos aprendan de verdad algo útil para la vida que les espera. Una sociedad en la que lo importante es evaluar, evaluar y evaluar nuestros conocimientos a base de exámenes con el simple objetivo de pasar a la Universidad con una buena nota en la Selectividad y que nos sigan evaluando toda nuestra vida.

Una sociedad en la que el poder corrompe y el dinero nos domina. Una sociedad en la que la falta de cultura y conocimiento de nuestra historia nos hace recaer una y otra vez en los mismos errores que nosotros cometimos. Una supuesta sociedad moderna en la que el machismo sigue existiendo, no solo en agresiones y violencia de género, si no en el ámbito más cotidiano, aunque no sea excesivamente explícito y solo sean “cosas de chiquillos”. Una sociedad que desmonta los sueños para que los que tienen mucho sigan teniéndolo y los que no tienen nada o muy poco, no importen.

 

Cuando nos demos cuenta de que, efectivamente, la libertad de uno mismo acaba en el mismo momento en el que arrebatamos la de otro, ahí, habremos cambiado el mundo.

Adoctrinamiento

Tengo la sensación de que todas las personas, cuando llegamos a esas edad en la que nos queremos comer el mundo, sentimos que hemos nacido para hacer cosas grandes e importantes, cosas que podrían cambiar radicalmente el planeta en el que nos ha tocado vivir. Sin embargo, llega un punto en el que nos paramos en seco y nos conformamos no con nuestros sueños, sino con mucho menos.

Una profesora de lengua nos preguntó una vez en clase qué era lo que nos había hecho perder la curiosidad, el querer conocer, el querer llegar a más. Y tenía toda la razón, porque nosotros solos nos hemos limitado a hacer lo que hacen todos, estudiar lo que estudian todos y trabajar solo para ganar dinero porque, desgraciadamente, es lo que nos gobierna, el dinero.

Nos han adoctrinado, no se sabe quién, quizá nosotros mismos, pero vivimos en una sociedad en la que a los jóvenes les parece tres veces más “guay” saltarse las clases y fumarse un porro que aprender cosas nuevas, quizás también porque a muchos profesores les han obligado a que les parezca más enriquecedor dar todo el temario leyendo el libro en vez de que sus alumnos aprendan de verdad algo útil para la vida que les espera. Una sociedad en la que lo importante es evaluar, evaluar y evaluar nuestros conocimientos a base de exámenes con el simple objetivo de pasar a la Universidad con una buena nota en la Selectividad y que nos sigan evaluando toda nuestra vida.

Una sociedad en la que el poder corrompe y el dinero nos domina. Una sociedad en la que la falta de cultura y conocimiento de nuestra historia nos hace recaer una y otra vez en los mismos errores que nosotros cometimos. Una supuesta sociedad moderna en la que el machismo sigue existiendo, no solo en agresiones y violencia de género, si no en el ámbito más cotidiano, aunque no sea excesivamente explícito y solo sean “cosas de chiquillos”. Una sociedad que desmonta los sueños para que los que tienen mucho sigan teniéndolo y los que no tienen nada o muy poco, no importen.

 

Cuando nos demos cuenta de que, efectivamente, la libertad de uno mismo acaba en el mismo momento en el que arrebatamos la de otro, ahí, habremos cambiado el mundo.

Adoctrinamiento

Tengo la sensación de que todas las personas, cuando llegamos a esas edad en la que nos queremos comer el mundo, sentimos que hemos nacido para hacer cosas grandes e importantes, cosas que podrían cambiar radicalmente el planeta en el que nos ha tocado vivir. Sin embargo, llega un punto en el que nos paramos en seco y nos conformamos no con nuestros sueños, sino con mucho menos.

Una profesora de lengua nos preguntó una vez en clase qué era lo que nos había hecho perder la curiosidad, el querer conocer, el querer llegar a más. Y tenía toda la razón, porque nosotros solos nos hemos limitado a hacer lo que hacen todos, estudiar lo que estudian todos y trabajar solo para ganar dinero porque, desgraciadamente, es lo que nos gobierna, el dinero.

Nos han adoctrinado, no se sabe quién, quizá nosotros mismos, pero vivimos en una sociedad en la que a los jóvenes les parece tres veces más “guay” saltarse las clases y fumarse un porro que aprender cosas nuevas, quizás también porque a muchos profesores les han obligado a que les parezca más enriquecedor dar todo el temario leyendo el libro en vez de que sus alumnos aprendan de verdad algo útil para la vida que les espera. Una sociedad en la que lo importante es evaluar, evaluar y evaluar nuestros conocimientos a base de exámenes con el simple objetivo de pasar a la Universidad con una buena nota en la Selectividad y que nos sigan evaluando toda nuestra vida.

Una sociedad en la que el poder corrompe y el dinero nos domina. Una sociedad en la que la falta de cultura y conocimiento de nuestra historia nos hace recaer una y otra vez en los mismos errores que nosotros cometimos. Una supuesta sociedad moderna en la que el machismo sigue existiendo, no solo en agresiones y violencia de género, si no en el ámbito más cotidiano, aunque no sea excesivamente explícito y solo sean “cosas de chiquillos”. Una sociedad que desmonta los sueños para que los que tienen mucho sigan teniéndolo y los que no tienen nada o muy poco, no importen.

 

Cuando nos demos cuenta de que, efectivamente, la libertad de uno mismo acaba en el mismo momento en el que arrebatamos la de otro, ahí, habremos cambiado el mundo.

Adoctrinamiento

Tengo la sensación de que todas las personas, cuando llegamos a esas edad en la que nos queremos comer el mundo, sentimos que hemos nacido para hacer cosas grandes e importantes, cosas que podrían cambiar radicalmente el planeta en el que nos ha tocado vivir. Sin embargo, llega un punto en el que nos paramos en seco y nos conformamos no con nuestros sueños, sino con mucho menos.

Una profesora de lengua nos preguntó una vez en clase qué era lo que nos había hecho perder la curiosidad, el querer conocer, el querer llegar a más. Y tenía toda la razón, porque nosotros solos nos hemos limitado a hacer lo que hacen todos, estudiar lo que estudian todos y trabajar solo para ganar dinero porque, desgraciadamente, es lo que nos gobierna, el dinero.

Nos han adoctrinado, no se sabe quién, quizá nosotros mismos, pero vivimos en una sociedad en la que a los jóvenes les parece tres veces más “guay” saltarse las clases y fumarse un porro que aprender cosas nuevas, quizás también porque a muchos profesores les han obligado a que les parezca más enriquecedor dar todo el temario leyendo el libro en vez de que sus alumnos aprendan de verdad algo útil para la vida que les espera. Una sociedad en la que lo importante es evaluar, evaluar y evaluar nuestros conocimientos a base de exámenes con el simple objetivo de pasar a la Universidad con una buena nota en la Selectividad y que nos sigan evaluando toda nuestra vida.

Una sociedad en la que el poder corrompe y el dinero nos domina. Una sociedad en la que la falta de cultura y conocimiento de nuestra historia nos hace recaer una y otra vez en los mismos errores que nosotros cometimos. Una supuesta sociedad moderna en la que el machismo sigue existiendo, no solo en agresiones y violencia de género, si no en el ámbito más cotidiano, aunque no sea excesivamente explícito y solo sean “cosas de chiquillos”. Una sociedad que desmonta los sueños para que los que tienen mucho sigan teniéndolo y los que no tienen nada o muy poco, no importen.

 

Cuando nos demos cuenta de que, efectivamente, la libertad de uno mismo acaba en el mismo momento en el que arrebatamos la de otro, ahí, habremos cambiado el mundo.