La “ineducación” de la violencia

Resulta bastante frustrante tener que escribir sobre estos temas después de que las mujeres en nuestro país ya llevemos varias décadas votando, trabajando fuera de casa e incluso protagonizando numerosos éxitos profesionales. Resulta frustrante porque nosotras creemos, estamos convencidas, de que estamos mucho mejor que otras mujeres en otros países donde se ejerce “violencia” porque se les obliga a ir tapadas. He de decir que efectivamente, si comparamos, estamos mucho mejor. Pero también he de decir que no debería existir ni siquiera la comparación.

Escribo este artículo desde la perplejidad que lleva inundándome bastante tiempo y que esta semana se ha hecho mucho más presente, y que tiene que ver con la educación que en materia de género veo en nuestros adolescentes. No solo lo veo yo, los medios se hacen eco de esta alarmante noticia e incluso hablan de cifras de aumento en cuanto a violencia de género en menores de edad. Esta semana leí esta noticia: http://www.madridiario.es/canal-social/menores-infractores/violencia-machista/adolescentes/408010, y me hizo pensar… mucho! Así que si me estás leyendo, voy a pedirte que ejercites tu cerebro y pienses tal y como lo he hecho yo esta semana.

En primer lugar, vamos a leer la noticia en particular, que empieza así: ”Estamos aquí diciendo todos que no vamos a pegar nunca a una mujer y llegas un día y a saber qué te pasa o lo que sea, la puedes pegar, eso surge, es que eso no puedes saberlo hasta que no estás en la situación de decir es que me has hecho esto, esto y esto y te pones nervioso y te pones de mala hostia” / “Pero es que el hombre no la pega porque no haya hecho nada, no llega a casa su mujer está sentada en la tele y se pone a pegarla, estaría loco” / “Hay que poner el friegaplatos y ayudarla. Hacen más que nosotros, la verdad. Pero bueno, son sus costumbres” / “Vale que esto es un pensamiento un poco antiguo, pero si el hombre se tira 10 horas fuera de casa y la mujer no tiene nada que hacer en el día pues oye qué menos que… no está obligada, pero que tenga el detalle de tener la cena preparada” / “Si se va de compras y se gasta todo el sueldo del mes, ¿qué haces, le besas los pies?” / “Tú ves a un chaval que le está diciendo a su piba tú haz esto y haz lo otro, y lo ves y dices, joder, tienes a la piba todo controlada, ¿eh?, pero no dices nada. Muchas veces es así” / “Si puede que piense que la mujer no debería tener tanta libertad… antes la mujer no podía hacer nada y ahora está en todos los lados“.

Estas son frases de chicos de entre 13 y 16 años, ¿qué te parecen? ¿no se te ponen los pelos de punta? A mí sí, tengo dos hijas de 17 años, he procurado educarlas en el respeto a sí mismas, en el esfuerzo para conseguir lo que quieren, en la diversidad, en la igualdad, en el amor, y una piensa que con esto contribuye a que la sociedad sea un poco más justa y equitativa. Casos hemos tenido en casa de acoso en el colegio y una pasividad por parte de la autoridad del centro a la hora de actuar, pero lo consideraba un caso aislado y lo solucioné saliendo de ese centro con el que no compartía su ideario, su proyecto.

Sin embargo, leyendo este comienzo de artículo me pregunto si lo que yo consideraba “aislado” es simplemente un caso más de lo que sucede continuamente en nuestro país. Y si esto es así, estamos ante una realidad muy grave y de gran retroceso social. Justificar la violencia, verbal o física, no tiene ninguna excusa ni en un sentido ni en otro (espero que esto sí lo tengamos suficientemente claro).

Pero me gustaría que siguiéramos leyendo el artículo y nos detuviéramos en la parte de explicación de por qué está sucediendo: “El doctor en Psicología y exdefensor del Menor de la Comunidad de Madrid, Javier Urra, que dirige el programa de reinserción de adolescentes “Recurra”, reconoce que el personal de la institución está “sorprendido por el repunte de machismo entre los chicos”Luis González Cieza, jefe de Estudios, Programas y Formación, de la Agencia del Menor Infractor (organismo encargado de velar por el cumplimiento de las medidas judiciales para aquellos menores que han cometido algún delito en Madrid), también confirma que “hay comportamientos muy machistas que años atrás parecía que estaban desapareciendo y, sin embargo, están volviendo; está habiendo un retroceso”. Cierto es que son pocos los menores que cumplen medidas por delitos de maltrato: “la cifra es variable, pero no solemos tener internos a más de cuatro o cinco chicos por este motivo”, dice el especialista. “A esa edad los delitos de violencia de género se tardan en denunciar y muchas veces, cuando se hace, los chavales ya tienen más de 18 años, aunque las víctimas sí suelen ser menores“, explica González Cieza. “Además muchos de estos casos no se plantean como violencia de género sino simplemente como lesiones”, agrega.”

Ambos expertos coinciden en su preocupación por el repunte de este tipo de comportamientos, aunque luego se intente enviar un mensaje de tranquilidad aludiendo a que no se suelen tener más de cuatro o cinco chicos por este motivo. Lo que yo añadiría es que no deberíamos tener ninguno, en una sociedad que se supone que ha educado en la igualdad de género. No debe ser así.

Pero el artículo continua enviando un mensaje que me parece más un juego de despiste que una reflexión profunda enviada a nuestra sociedad, una de las hipótesis manejadas es que el uso de las redes (facebook, twitter, whatsapp) se están utilizando como mecanismos de control de muchos novios. También aluden al tema de los celos que se acrecientan con las redes. Otra de las hipótesis para este aumento del machismo en jóvenes lo atribuyen a programas televisivos, como Mujeres y Hombres y viceversa, o al reggaeton porque en las letras de sus canciones aparecen frases de violencia contra la mujer. Esto me recuerda a cuando mi madre estaba muy preocupada por mis hermanos pequeños que escuchaban Heavy Metal y decía que se estaban volviendo violentos porque había mensajes subliminales, ¿de verdad vamos a creer que esto es lo que causa un aumento del machismo, y como consecuencia violencia de género? ¿de verdad un experto, para mí muy respetado, como Javier Urra ha enunciado esto como causas? Yo no lo creo.

Creo que una cosa es la causa, y otra cosa es lo que magnifica un déficit ya existente. Evidentemente si hay machismo, si hay creencias de posesión sobre las personas, si hay educación diferenciada… las redes, la televisión, incluso la música, pueden potenciar este déficit e incluso justificarlo y normalizarlo. Tendría que añadir que no solo hay violencia en el reggaeton, creo que las baladas románticas también son sexistas en muchos casos. Pero nosotros escuchábamos las canciones de la “movida”, me vienen a la memoria: “Perlas ensangrentadas”, “Bailaré sobre tu tumba”, “En tu fiesta me colé”, “Sufre mamón”… y podría seguir con más temas que claramente provocaban determinado pensamiento pero que por alguna razón el resultado en nuestra generación fue el contrario.

También me pregunto que, si en casa los modelos eran los de la mujer en la cocina y el hombre en el trabajo, por qué nuestra generación luchó por conseguir algo diferente. Si ahora los dos trabajan fuera de casa, y se supone que hay reparto igualitario, por qué estas generaciones vuelven a modelos del pasado… ¿tú lo sabes? Espero que a estas alturas del artículo tú también hayas llegado a la misma conclusión que yo, estamos dejando de educar en aquello que costó tanto conseguir y que todavía estaba demasiado inmaduro.

No es que estemos maleducando, es que no estamos educando, al menos intencionadamente. Les decimos a nuestros hijos e hijas que son iguales, que tienen que estudiar y sacar buenas notas, y trabajar. Pero también les estamos diciendo con nuestros modelos (ojo, revisión a nuestros modelos) que las niñas tienen que ser madres, también, que tienen que cuidarse para estar de “muy buen ver” (como dice Carmen París en su canción del mismo título), que tienen que mostrar que son mujeres del Siglo XXI, que para estar completas han de acometer un montón de tareas más que las que acometían antes nuestras madres (sus abuelas), y que normalmente suman a las que ya teníamos acumuladas. También estamos transmitiendo que los celos son la muestra mejor de que te quieren, transmitimos que tener una pareja es tener un “propietario” que tiene derecho a fiscalizar tu vida privada, y ahora sí, a través de las redes, de tu conexión con el mundo exterior. Conozco casos de gente que me han invitado a conectar en Facebook aunque no los conozco porque son pareja de mi amigo… puede ser que quiera conocerme, pero me hace sospechar que es para controlar que su pareja no “ligotea” conmigo, otra vez posesión.

Hace muchos años, cuando mis hijas eran muy pequeñas (quizás 7 años) les dije que ellas no eran mías. Esta frase les sorprendió mucho, porque un niño de 7 años siente que es “propiedad” de sus padres. Les expliqué que ellas eran suyas, y solo suyas, que yo era su madre, pero no eran mías. Seguramente a estas alturas estés pensando que vaya galimatías para unas niñas de 7 años, pero te diré que esa explicación fue definitiva para lo que después han ido ellas elaborando en sus relaciones con la gente, de pareja, de amigos… No digo que sea suficiente, pero además de mostrar modelos adecuados, hemos de reforzar los mensajes coherentemente al modelo que queremos transmitir. ¿Lo hacemos?

Sabemos que el cerebro de un adolescente es diferente al del adulto, y también al del niño. Sabemos que manda más su cerebro “primitivo”, la amígdala, relacionada con las emociones, mucho menos racional que la corteza prefrontal (la encargada de dotar de razón, previsión…) que impera en el pensamiento adulto. Esto puede tener una relación directa con la falta de control de sus emociones, y quizás por eso sea más previsible un comportamiento más impulsivo. Pero también sabemos que si aprendemos a manejar y canalizar adecuadamente nuestras emociones, podemos también ayudar a la maduración y a la adecuada inteligencia. Y eso, se hace desde pequeños, poco a poco, trabajando en el día a día la enseñanza de determinados repertorios básicos de comportamiento que necesita todo ser humano para madurar y tener éxito el día de mañana. Desde mi punto de vista, estamos dejando de hacer eso, creemos que la maduración se produce sola, por genética, cuando hoy sabemos que la inteligencia se fomenta, se entrena, se canaliza. Hoy sabemos que la inteligencia es múltiple, y que la emocional tienen muchísimo peso en el resto. Sabemos todo eso, lo vemos también en la televisión, pero por alguna razón no estamos impulsando su desarrollo, ya no digo en las escuelas, digo sobre todo en las familias.

En una sociedad diversa, con familias muy diversas, no puede entrarnos en la cabeza este tipo de repuntes y retrocesos. Podemos buscar explicaciones externas a nuestra propia responsabilidad, pero eso no hará que deje de crecer. Debemos mirarnos y buscar dónde y cuándo estoy mostrando un modelo ancestral a mis hijos e hijas. Debemos enseñar y educar activamente en el respeto a uno mismo, y por tanto en el respeto a los demás. Mirar una conversación de whatsapp de tu pareja no está bien, tenga el contenido que tenga. Invadir su red social para “controlar” con quién se relaciona tampoco es permisible y no se puede dar ningún tipo de justificación ni comprensión. “Ser celoso y territorial” no está bien, ser celoso o celosa solo muestra inseguridad, inestabilidad y posesión, y hay que trabajar en ello. Los celos surgen de manera espontánea sin poder controlarlos, eso es cierto, pero mirarse a uno mismo y trabajarse los celos es parte del trabajo que puede hacer un ser humano frente a un ser no humano. Tampoco es normal que las chicas enuncien cosas como: ”A lo mejor también la mujer le machaca y un día le llega a agobiar tanto que no puede más y salta. Pero luego, cuando ya piensa bien las cosas se arrepiente de lo que ha hecho“, o ”Se pone histérico y te hace así y tal, pero nunca me ha llegado a pegar. Pero no me deja ni tener amigos… chicos“, esos son comentarios que también están mostrando la asunción por parte de la mujer del machismo. Existe una culpabilización, en todos los comentarios, de la víctima. No permitamos que esto suceda, no dejemos de hacer lo que tenemos la obligación de hacer: educar en la igualdad. Tenemos que conseguir que haya más niñas como la de la siguiente noticia, que defiendan la definición de la mujer por lo que hace y no por su físico: http://www.publimetro.cl/nota/mundo/nina-surfista-de-13-anos-arruina-reputacion-de-revista-machista/oEpnda!I5DM9z8tZZY_itRcVYc5Zw/

Por último, y porque creo que ya hay material para pensar un rato, os dejo otro artículo de esta misma semana, esta vez del País, dando cifras sobre violencia de género y adolescentes… para seguir pensando: http://sociedad.elpais.com/sociedad/2014/04/03/actualidad/1396525696_422384.html.

Y un vídeo en clave de humor, no va a ser todo “serio”

http://www.upsocl.com/diversidad/por-mas-que-mucha-gente-lo-siga-repitiendo-hay-algo-sobre-la-violencia-de-genero-que-no-tiene-pies-ni-cabeza-es-tu-culpa/#

El cuerpo de las mujeres

Me gustaría recomendaros un documental que me gustó mucho sobre la manipulación que poco a poco, muy a fuego lento, se ha ido fraguando para conseguir convencernos de que tenemos que modificar nuestro cuerpo y nuestro rostro hacia un modelo que alguien ha pensado que es un modelo de belleza.

La televisión, ese medio que ya está en nuestros hogares como uno más y que emite sistemáticamente modelos de belleza femenina (cada vez más, masculina también) que va en contra de la naturaleza, del paso del tiempo, de la belleza real en definitiva. Y nuestros hijos adolescentes consumen de forma instantánea estas imágenes que luego comparan delante del espejo para concluir que ellos no son bellos, no son perfectos. Y tengo que decir que no son solo nuestros hijos adolescentes los que consumen sin plantearse dicho modelo, también nosotros (nosotras) asumimos que hay que llegar a ser más delgadas, tener menos arrugas, unos pómulos más pronunciados, unos labios más turgentes… también nosotras, señoras adultas, caemos en la trampa de obligarnos a luchar contra nosotras mismas. Y empezar a consumir cremas, lociones, aparatos… operaciones. Y dejar de consumir comidas que engorden. Y dejar de disfrutar con el paso del tiempo, de la vida.

Las mujeres de todo el mundo estamos siendo utilizadas como un objeto de consumo, presentadoras esbeltas con altas dosis de maquillaje, con un pelo estandarizado, que figuran sólo como elemento decorativo, que alimentan posturas machistas con dicho papel sin darse cuenta de que dentro de esa cabecita hecha a imagen y semejanza de cualquier otra cabecita de cualquier otra presentadora, hay un cerebro que piensa, que siente, que dirige. Parece que nos hubiésemos acostrumbrado a ver muñecas de plástico y las hubiésemos incorporado a nuestro modelo como “lo realmente bonito”. Y esto desencadena sufrimiento en las mujeres corrientes de un mundo corriente que se maquillan en su casa, que se peinan en su casa, que buscan un gimnasio que les haga perder esos kilitos de más cuando en realidad, buscan lucir un cuerpo como el de esas muñecas que no son tan reales. Anuncios de cremas antiarrugas que muestran caras de chicas muy jóvenes que, evidentemente, no tienen arrugas. Cremas anticelulíticas en cuerpos delgados de niñas que no tienen, evidentemente también, celulitis. Mensajes que nos cuentan que todas esas señales están mal en nuestro cuerpo: ni cicatrices, ni estrías, ni arrugas, ni celulitis, ni impurezas de la piel…

Cuando iban a nacer mis hijas gemelas tuvieron que hacerme cesárea, y mientras estaban preparándome en el quirófano, el médico me preguntaba cómo quería la cicatriz. Comenzó a darme un montón de explicaciones sobre las diferentes opciones de cicatrices con una cesárea en un parto gemelar. Yo le dije: “no vivo de mi cuerpo, lo que quiero es que nazcan bien y como sea más seguro”. Luzco una cicatriz bastante grande que me divide el vientre en dos mitades de arriba a abajo y que cuando llega el verano pongo al sol. Ni me acuerdo que la tengo, pero de vez en cuando sorprendo a alguien mirando mi cicatriz y preguntándose ¿por qué no le harían una cicatriz horizontal de esas que no se ven? es que es muy fea.

A mis hijas les cuento que por ahí nacieron ellas, sanas, a tiempo, y me gusta mostrarla como parte de mi historia y de lo grande que fue ese momento, ¿acaso no es bella?

Me gustaría pediros que veáis el documental, que se lo enseñéis a vuestras hijas (también a vuestros hijos), a vuestros alumnos, a toda la gente, para que demos la importancia justa a la imagen, para que empecemos a reivindicar, en serio, que belleza es salud, y por tanto requiere unas altas dosis de educación para la salud llegar a estar bella: buena alimentación, ejercicio y mucha risa. Dejemos de taparnos ante las cámaras y mostremos nuestra belleza tal y como es.

¿Cuándo dejaste de sentirte bella?

 

Aquí os dejo el documental:

 

 

El cuerpo de las mujeres

Me gustaría recomendaros un documental que me gustó mucho sobre la manipulación que poco a poco, muy a fuego lento, se ha ido fraguando para conseguir convencernos de que tenemos que modificar nuestro cuerpo y nuestro rostro hacia un modelo que alguien ha pensado que es un modelo de belleza.

La televisión, ese medio que ya está en nuestros hogares como uno más y que emite sistemáticamente modelos de belleza femenina (cada vez más, masculina también) que va en contra de la naturaleza, del paso del tiempo, de la belleza real en definitiva. Y nuestros hijos adolescentes consumen de forma instantánea estas imágenes que luego comparan delante del espejo para concluir que ellos no son bellos, no son perfectos. Y tengo que decir que no son solo nuestros hijos adolescentes los que consumen sin plantearse dicho modelo, también nosotros (nosotras) asumimos que hay que llegar a ser más delgadas, tener menos arrugas, unos pómulos más pronunciados, unos labios más turgentes… también nosotras, señoras adultas, caemos en la trampa de obligarnos a luchar contra nosotras mismas. Y empezar a consumir cremas, lociones, aparatos… operaciones. Y dejar de consumir comidas que engorden. Y dejar de disfrutar con el paso del tiempo, de la vida.

Las mujeres de todo el mundo estamos siendo utilizadas como un objeto de consumo, presentadoras esbeltas con altas dosis de maquillaje, con un pelo estandarizado, que figuran sólo como elemento decorativo, que alimentan posturas machistas con dicho papel sin darse cuenta de que dentro de esa cabecita hecha a imagen y semejanza de cualquier otra cabecita de cualquier otra presentadora, hay un cerebro que piensa, que siente, que dirige. Parece que nos hubiésemos acostrumbrado a ver muñecas de plástico y las hubiésemos incorporado a nuestro modelo como “lo realmente bonito”. Y esto desencadena sufrimiento en las mujeres corrientes de un mundo corriente que se maquillan en su casa, que se peinan en su casa, que buscan un gimnasio que les haga perder esos kilitos de más cuando en realidad, buscan lucir un cuerpo como el de esas muñecas que no son tan reales. Anuncios de cremas antiarrugas que muestran caras de chicas muy jóvenes que, evidentemente, no tienen arrugas. Cremas anticelulíticas en cuerpos delgados de niñas que no tienen, evidentemente también, celulitis. Mensajes que nos cuentan que todas esas señales están mal en nuestro cuerpo: ni cicatrices, ni estrías, ni arrugas, ni celulitis, ni impurezas de la piel…

Cuando iban a nacer mis hijas gemelas tuvieron que hacerme cesárea, y mientras estaban preparándome en el quirófano, el médico me preguntaba cómo quería la cicatriz. Comenzó a darme un montón de explicaciones sobre las diferentes opciones de cicatrices con una cesárea en un parto gemelar. Yo le dije: “no vivo de mi cuerpo, lo que quiero es que nazcan bien y como sea más seguro”. Luzco una cicatriz bastante grande que me divide el vientre en dos mitades de arriba a abajo y que cuando llega el verano pongo al sol. Ni me acuerdo que la tengo, pero de vez en cuando sorprendo a alguien mirando mi cicatriz y preguntándose ¿por qué no le harían una cicatriz horizontal de esas que no se ven? es que es muy fea.

A mis hijas les cuento que por ahí nacieron ellas, sanas, a tiempo, y me gusta mostrarla como parte de mi historia y de lo grande que fue ese momento, ¿acaso no es bella?

Me gustaría pediros que veáis el documental, que se lo enseñéis a vuestras hijas (también a vuestros hijos), a vuestros alumnos, a toda la gente, para que demos la importancia justa a la imagen, para que empecemos a reivindicar, en serio, que belleza es salud, y por tanto requiere unas altas dosis de educación para la salud llegar a estar bella: buena alimentación, ejercicio y mucha risa. Dejemos de taparnos ante las cámaras y mostremos nuestra belleza tal y como es.

¿Cuándo dejaste de sentirte bella?

 

Aquí os dejo el documental:

 

 

El cuerpo de las mujeres

Me gustaría recomendaros un documental que me gustó mucho sobre la manipulación que poco a poco, muy a fuego lento, se ha ido fraguando para conseguir convencernos de que tenemos que modificar nuestro cuerpo y nuestro rostro hacia un modelo que alguien ha pensado que es un modelo de belleza.

La televisión, ese medio que ya está en nuestros hogares como uno más y que emite sistemáticamente modelos de belleza femenina (cada vez más, masculina también) que va en contra de la naturaleza, del paso del tiempo, de la belleza real en definitiva. Y nuestros hijos adolescentes consumen de forma instantánea estas imágenes que luego comparan delante del espejo para concluir que ellos no son bellos, no son perfectos. Y tengo que decir que no son solo nuestros hijos adolescentes los que consumen sin plantearse dicho modelo, también nosotros (nosotras) asumimos que hay que llegar a ser más delgadas, tener menos arrugas, unos pómulos más pronunciados, unos labios más turgentes… también nosotras, señoras adultas, caemos en la trampa de obligarnos a luchar contra nosotras mismas. Y empezar a consumir cremas, lociones, aparatos… operaciones. Y dejar de consumir comidas que engorden. Y dejar de disfrutar con el paso del tiempo, de la vida.

Las mujeres de todo el mundo estamos siendo utilizadas como un objeto de consumo, presentadoras esbeltas con altas dosis de maquillaje, con un pelo estandarizado, que figuran sólo como elemento decorativo, que alimentan posturas machistas con dicho papel sin darse cuenta de que dentro de esa cabecita hecha a imagen y semejanza de cualquier otra cabecita de cualquier otra presentadora, hay un cerebro que piensa, que siente, que dirige. Parece que nos hubiésemos acostrumbrado a ver muñecas de plástico y las hubiésemos incorporado a nuestro modelo como “lo realmente bonito”. Y esto desencadena sufrimiento en las mujeres corrientes de un mundo corriente que se maquillan en su casa, que se peinan en su casa, que buscan un gimnasio que les haga perder esos kilitos de más cuando en realidad, buscan lucir un cuerpo como el de esas muñecas que no son tan reales. Anuncios de cremas antiarrugas que muestran caras de chicas muy jóvenes que, evidentemente, no tienen arrugas. Cremas anticelulíticas en cuerpos delgados de niñas que no tienen, evidentemente también, celulitis. Mensajes que nos cuentan que todas esas señales están mal en nuestro cuerpo: ni cicatrices, ni estrías, ni arrugas, ni celulitis, ni impurezas de la piel…

Cuando iban a nacer mis hijas gemelas tuvieron que hacerme cesárea, y mientras estaban preparándome en el quirófano, el médico me preguntaba cómo quería la cicatriz. Comenzó a darme un montón de explicaciones sobre las diferentes opciones de cicatrices con una cesárea en un parto gemelar. Yo le dije: “no vivo de mi cuerpo, lo que quiero es que nazcan bien y como sea más seguro”. Luzco una cicatriz bastante grande que me divide el vientre en dos mitades de arriba a abajo y que cuando llega el verano pongo al sol. Ni me acuerdo que la tengo, pero de vez en cuando sorprendo a alguien mirando mi cicatriz y preguntándose ¿por qué no le harían una cicatriz horizontal de esas que no se ven? es que es muy fea.

A mis hijas les cuento que por ahí nacieron ellas, sanas, a tiempo, y me gusta mostrarla como parte de mi historia y de lo grande que fue ese momento, ¿acaso no es bella?

Me gustaría pediros que veáis el documental, que se lo enseñéis a vuestras hijas (también a vuestros hijos), a vuestros alumnos, a toda la gente, para que demos la importancia justa a la imagen, para que empecemos a reivindicar, en serio, que belleza es salud, y por tanto requiere unas altas dosis de educación para la salud llegar a estar bella: buena alimentación, ejercicio y mucha risa. Dejemos de taparnos ante las cámaras y mostremos nuestra belleza tal y como es.

¿Cuándo dejaste de sentirte bella?

 

Aquí os dejo el documental:

 

 

El cuerpo de las mujeres

Me gustaría recomendaros un documental que me gustó mucho sobre la manipulación que poco a poco, muy a fuego lento, se ha ido fraguando para conseguir convencernos de que tenemos que modificar nuestro cuerpo y nuestro rostro hacia un modelo que alguien ha pensado que es un modelo de belleza.

La televisión, ese medio que ya está en nuestros hogares como uno más y que emite sistemáticamente modelos de belleza femenina (cada vez más, masculina también) que va en contra de la naturaleza, del paso del tiempo, de la belleza real en definitiva. Y nuestros hijos adolescentes consumen de forma instantánea estas imágenes que luego comparan delante del espejo para concluir que ellos no son bellos, no son perfectos. Y tengo que decir que no son solo nuestros hijos adolescentes los que consumen sin plantearse dicho modelo, también nosotros (nosotras) asumimos que hay que llegar a ser más delgadas, tener menos arrugas, unos pómulos más pronunciados, unos labios más turgentes… también nosotras, señoras adultas, caemos en la trampa de obligarnos a luchar contra nosotras mismas. Y empezar a consumir cremas, lociones, aparatos… operaciones. Y dejar de consumir comidas que engorden. Y dejar de disfrutar con el paso del tiempo, de la vida.

Las mujeres de todo el mundo estamos siendo utilizadas como un objeto de consumo, presentadoras esbeltas con altas dosis de maquillaje, con un pelo estandarizado, que figuran sólo como elemento decorativo, que alimentan posturas machistas con dicho papel sin darse cuenta de que dentro de esa cabecita hecha a imagen y semejanza de cualquier otra cabecita de cualquier otra presentadora, hay un cerebro que piensa, que siente, que dirige. Parece que nos hubiésemos acostrumbrado a ver muñecas de plástico y las hubiésemos incorporado a nuestro modelo como “lo realmente bonito”. Y esto desencadena sufrimiento en las mujeres corrientes de un mundo corriente que se maquillan en su casa, que se peinan en su casa, que buscan un gimnasio que les haga perder esos kilitos de más cuando en realidad, buscan lucir un cuerpo como el de esas muñecas que no son tan reales. Anuncios de cremas antiarrugas que muestran caras de chicas muy jóvenes que, evidentemente, no tienen arrugas. Cremas anticelulíticas en cuerpos delgados de niñas que no tienen, evidentemente también, celulitis. Mensajes que nos cuentan que todas esas señales están mal en nuestro cuerpo: ni cicatrices, ni estrías, ni arrugas, ni celulitis, ni impurezas de la piel…

Cuando iban a nacer mis hijas gemelas tuvieron que hacerme cesárea, y mientras estaban preparándome en el quirófano, el médico me preguntaba cómo quería la cicatriz. Comenzó a darme un montón de explicaciones sobre las diferentes opciones de cicatrices con una cesárea en un parto gemelar. Yo le dije: “no vivo de mi cuerpo, lo que quiero es que nazcan bien y como sea más seguro”. Luzco una cicatriz bastante grande que me divide el vientre en dos mitades de arriba a abajo y que cuando llega el verano pongo al sol. Ni me acuerdo que la tengo, pero de vez en cuando sorprendo a alguien mirando mi cicatriz y preguntándose ¿por qué no le harían una cicatriz horizontal de esas que no se ven? es que es muy fea.

A mis hijas les cuento que por ahí nacieron ellas, sanas, a tiempo, y me gusta mostrarla como parte de mi historia y de lo grande que fue ese momento, ¿acaso no es bella?

Me gustaría pediros que veáis el documental, que se lo enseñéis a vuestras hijas (también a vuestros hijos), a vuestros alumnos, a toda la gente, para que demos la importancia justa a la imagen, para que empecemos a reivindicar, en serio, que belleza es salud, y por tanto requiere unas altas dosis de educación para la salud llegar a estar bella: buena alimentación, ejercicio y mucha risa. Dejemos de taparnos ante las cámaras y mostremos nuestra belleza tal y como es.

¿Cuándo dejaste de sentirte bella?

 

Aquí os dejo el documental:

 

 

Indefensión Aprendida

Hace dos fines de semana me encontré en mi twitter con una grata sorpresa, @jjdeharo había publicado un vídeo para reflexionar sobre “Indefensión Aprendida”.

Imagen de previsualización de YouTube

Como es un tema que desde primero de carrera me comenzó a interesar y me sigue pareciendo muy interesante, me llamó mucho la atención. Como vemos en el vídeo, es muy sencillo y rápido que puedan causarnos el aprendizaje de la indefensión. He de decir que desde primero de carrera me interesó este tema por dos motivos: porque fue en ese curso cuando leí el libro “Indefensión” de Selligman (1985) y porque fue en la carrera donde tuve unos cinco años para sentirla en mí misma.

Siempre había sido una alumna brillante, entendiendo por este concepto una alumna capaz de aprobar todo y sacar notas altas, pero al llegar a la Universidad a estudiar la única carrera que yo había querido estudiar, comencé a suspender absolutamente todas las asignaturas. Al principio pensé que era un tema de adaptación, de nivel, falta de estudio, pero poco a poco fui descubriendo que se debía a un tema competencial ante los exámenes. Me llevó seis años aprender a aprobar, y conseguir mi objetivo: poder licenciarme.

Pero vamos al concepto y lo que esto puede suponer en muchas de las instituciones educativas actuales. Pensemos por un momento si este término no puede estar relacionado con el famoso Fracaso Escolar que nos trae de cabeza, intentando rehacer leyes y temarios, y demás temas burocráticos para luchar contra él sin obtener la mayor parte de las veces éxito.

Hace unos años me fui de vacaciones de Navidad con unos amigos que tenían un hijo adolescente de 14 años que había suspendido alrededor de cinco asignaturas. No era la primera vez, ya era reiterativo, llevaba suspendiendo desde que había entrado en la ESO. La actitud del chico era de pasotismo absoluto, daba a entender que no le importaba suspender y que la culpa de todo era de los profesores. Los adultos que estábamos con él intentábamos explicarle que tenía que sacar el genio, estudiar, luchar, hablar con los profesores… Estuvimos un buen rato dándole alternativas, preocupándonos por él cuando él no daba muestras de estar preocupado. Sin embargo sí lo estaba, probablemente más que preocupado, estaba indefenso. Tal y como comenta Selligman en su libro, cuando no encontramos la “puerta de salida a la situación aversiva” nos quedamos inmóviles y en un rincón “aguantando lo que nos venga”. Y en este punto es importante la forma en que veamos la salida, nuestra forma de enfocar la vida, si creemos que somos nosotros quienes hemos de salir (lugar de control interno) o si creemos que está fuera de nosotros (lugar de control externo). En definitiva, si llegamos a la conclusión de que tenemos que seguir intentándolo, o si creemos que hagamos lo que hagamos el resultado será el mismo.

Este chaval había llegado a la conclusión de que hiciera lo que hiciera, suspendería. Aprendió la indefensión. Y eso le llevó al más absoluto fracaso, nunca terminó la secundaria y en la actualidad se dedica profesionalmente a algo que le hace feliz pero que descubrió tarde: la cocina. Finalmente parece que sí aprendió a salir.

Ahí va mi reflexión sobre el tema, ¿qué podemos hacer para que estos chavales no desarrollen indefensión aprendida, o que si lo desarrollan tengan alguna herramienta para que puedan desaprenderla? ¿hacemos algo cuando vemos a un chico “pasota” que no le importa fracasar? ¿somos capaces de darnos cuenta de que quizás no estemos dando las mismas “listas de palabras” a unos que a otros?

Y a modo de final, enlazo este artículo del Blog de Francesc Puertas, que leí también hace unas semanas para lograr que al menos seamos capaces de salir de situaciones de indefensión que inevitablemente hemos de vivir. Quizás ahí reside el reto, enseñar también a localizar dentro de uno los recursos, habilidades y capacidades para salir de ella.

 

Indefensión Aprendida

Hace dos fines de semana me encontré en mi twitter con una grata sorpresa, @jjdeharo había publicado un vídeo para reflexionar sobre “Indefensión Aprendida”.

Imagen de previsualización de YouTube

Como es un tema que desde primero de carrera me comenzó a interesar y me sigue pareciendo muy interesante, me llamó mucho la atención. Como vemos en el vídeo, es muy sencillo y rápido que puedan causarnos el aprendizaje de la indefensión. He de decir que desde primero de carrera me interesó este tema por dos motivos: porque fue en ese curso cuando leí el libro “Indefensión” de Selligman (1985) y porque fue en la carrera donde tuve unos cinco años para sentirla en mí misma.

Siempre había sido una alumna brillante, entendiendo por este concepto una alumna capaz de aprobar todo y sacar notas altas, pero al llegar a la Universidad a estudiar la única carrera que yo había querido estudiar, comencé a suspender absolutamente todas las asignaturas. Al principio pensé que era un tema de adaptación, de nivel, falta de estudio, pero poco a poco fui descubriendo que se debía a un tema competencial ante los exámenes. Me llevó seis años aprender a aprobar, y conseguir mi objetivo: poder licenciarme.

Pero vamos al concepto y lo que esto puede suponer en muchas de las instituciones educativas actuales. Pensemos por un momento si este término no puede estar relacionado con el famoso Fracaso Escolar que nos trae de cabeza, intentando rehacer leyes y temarios, y demás temas burocráticos para luchar contra él sin obtener la mayor parte de las veces éxito.

Hace unos años me fui de vacaciones de Navidad con unos amigos que tenían un hijo adolescente de 14 años que había suspendido alrededor de cinco asignaturas. No era la primera vez, ya era reiterativo, llevaba suspendiendo desde que había entrado en la ESO. La actitud del chico era de pasotismo absoluto, daba a entender que no le importaba suspender y que la culpa de todo era de los profesores. Los adultos que estábamos con él intentábamos explicarle que tenía que sacar el genio, estudiar, luchar, hablar con los profesores… Estuvimos un buen rato dándole alternativas, preocupándonos por él cuando él no daba muestras de estar preocupado. Sin embargo sí lo estaba, probablemente más que preocupado, estaba indefenso. Tal y como comenta Selligman en su libro, cuando no encontramos la “puerta de salida a la situación aversiva” nos quedamos inmóviles y en un rincón “aguantando lo que nos venga”. Y en este punto es importante la forma en que veamos la salida, nuestra forma de enfocar la vida, si creemos que somos nosotros quienes hemos de salir (lugar de control interno) o si creemos que está fuera de nosotros (lugar de control externo). En definitiva, si llegamos a la conclusión de que tenemos que seguir intentándolo, o si creemos que hagamos lo que hagamos el resultado será el mismo.

Este chaval había llegado a la conclusión de que hiciera lo que hiciera, suspendería. Aprendió la indefensión. Y eso le llevó al más absoluto fracaso, nunca terminó la secundaria y en la actualidad se dedica profesionalmente a algo que le hace feliz pero que descubrió tarde: la cocina. Finalmente parece que sí aprendió a salir.

Ahí va mi reflexión sobre el tema, ¿qué podemos hacer para que estos chavales no desarrollen indefensión aprendida, o que si lo desarrollan tengan alguna herramienta para que puedan desaprenderla? ¿hacemos algo cuando vemos a un chico “pasota” que no le importa fracasar? ¿somos capaces de darnos cuenta de que quizás no estemos dando las mismas “listas de palabras” a unos que a otros?

Y a modo de final, enlazo este artículo del Blog de Francesc Puertas, que leí también hace unas semanas para lograr que al menos seamos capaces de salir de situaciones de indefensión que inevitablemente hemos de vivir. Quizás ahí reside el reto, enseñar también a localizar dentro de uno los recursos, habilidades y capacidades para salir de ella.

 

¿Y a ti, qué te apasiona?

Todavía estoy con resaca del XI Congreso EC que se celebró los pasados 24, 25 y 26. Allí estuve, sin perder detalle, invitada como “tuitera” por @alfredohernando, gracias una vez más.
La verdad es que ha sido una experiencia muy grata, por muchos motivos pero los principales han sido haber conocido a gente estupenda que me han enseñado mucho en tan pocos días. Compartir mesa con ellos ha sido toda una experiencia, escuchando y sintiendo sus pasiones me he sentido pequeñita. Escuchar, sólo eso, para aprender de esos compañeros que, además de tuiteros, entran cada día al aula con ganas de hacer cosas, de mejorar, de atender a sus chicos, a sus niños, de la mejor forma posible. Unas veces apoyados por sus directores y otras no tanto.
Ahí estaban @mercetomelloso y @jjpaganc, que se fueron con la intención de “#liarlaparda” el lunes. Comenzar a realizar los sueños que durante estos días nos hicieron sentir ponentes de la talla de Montserrat del Pozo o Pilar Jericó. Todavía tengo los ojos de Mercedes diciéndonos lo que le había gustado y lo que había sentido, unos ojos llenos de pasión.
Durante la dinámica con la que empezó Pilar Jericó su presentación tuve ocasión de compartirla con @marmarmur, se trataba de darnos la mano, presentarnos y decir algo que nos gustase hacer (otra vez la pasión). Fue breve, y me quedé con ganas de saber más, (Mar, tendríamos que quedar por twitter para poder seguir contándonos nuestras pasiones).
Aunque a @cpoyatos ya le conocía de otros muchos eventos, nunca había tenido la ocasión de charlar distendidamente con él. Nuestros paseos por el hotel, de recepción al guardarropa, del guardarropa a la otra recepción y de allí a la primera… qué laberinto! Todavía sonrío cuando recuerdo el entusiasmo con el que me contaba que los profes pueden hacer la revolución, desde abajo. Me entra una envidia sana cuando recuerdo como trabaja con sus alumnos, parece tan fácil que hasta que no te paras a pensar no te das cuenta del trabajo que hay detrás.
Y hablando de trabajo, cómo no voy a mencionar a @flosforum, cómo nos dejó con la boca abierta durante la comida del viernes cuando nos contó el trabajazo que hace con sus alumnos, con los padres de los alumnos, con ella misma. Y como colofón, la mayor delicia, escuchar a Carmen hablar de música, ¡ahí sí que hay pasión!

No puedo dejar de mencionar a nuestros organizadores, @jmbautista2, @iarrimadas, @alfredohernando, que volcaron auténtica devoción con todos los que por allí nos movíamos, y sintieron ya al final de las jornadas la euforia de quienes saben que han hecho las cosas bien, ¡enhorabuena!

No voy a seguir mencionando a tanta gente con la que he tenido la oportunidad de conocer, escuchar y aprender porque no hablaría de otra cosa en este blog. Sólo quiero resaltar algo que merece la pena destacar. Durante todo el Congreso se habló de enseñar con pasión, mostrar pasión en lo que haces, la pasión. El caso es que no sólo se habló de ello, también se sintió. Hubo ponentes apasionados, hubo asistentes apasionados, tuiteros apasionados. Una pasión por lo que allí se decía o se hacía. Y mientras se hablaba de eso yo pensaba, ¿cuántas personas de las que están aquí escuchando cambiarán su forma de enseñar el lunes para mostrar esa pasión en su trabajo?, ¿cuántas serán capaces de reconocer que, quizás, nos dejamos llevar demasiado por la rutina? Me preguntaba si habría muchos que estuvieran vibrando tanto como nosotros, los tuiteros. A cuántos se les puso un nudo en la garganta durante alguna de las ponencias. La respuesta no la sé, aunque creo que hoy puedo afirmar, después de ver las reacciones el último día, que a muchos. Y no sé cómo habrá ido el día de hoy, si al entrar en vuestros coles, vuestras aulas, y ver a vuestros compañeros y alumnos, os habéis planteado que sí, que lo que hacéis cada día hay que hacerlo lo mejor posible. Y que hay que ponerle pasión.

La pasión nos hace sentir, emocionarnos, vibrar. Nos hace ser más felices, y tener más salud. Cuando hacemos algo que nos apasiona transmitimos esa sensación, hacemos que nuestras interacciones sean mucho más gratas. Ser profesor debe ser una de las profesiones más apasionantes del mundo. Saber que de ti depende en parte el desarrollo de una persona tiene que ser muy estimulante, emocionante y, a la vez, de una gran responsabilidad y necesita altas dosis de pasión.

Pero seguro que además de la pasión por educar, cada uno de nosotros tiene otras pasiones, esas que asomaban estos días en ese ambiente de ilusión pero que no me dio tiempo a conocer. Empezaré por mí.

Me encanta mi trabajo, le decía a Mar en la dinámica que soy adicta. Y me gusta leer, ver cine, teatro… ah! y escribir, me encanta escribir.  El arte me emociona, y eso se lo debo a una profesora que tuve en el cole. Y por último, pero no por eso menos importante, mis dos grandes pasiones: mis dos hijas, seguro que ya lo sabíais!

¿Y a ti, qué te apasiona?