La falsa apariencia de igualdad

Los micromachismos son aquellas discriminaciones sutiles en lo cotidiano del día a día y que vemos naturales porque llevan sucediendo durante muchos años y no suponen una excesiva alteración en nuestra vida. El primero en dar una definición a este término fue Luis Bonino, psicoterapeuta especialista en varones, masculinidad y relaciones de género.

Durante la historia del ser humano se ha experimentado una situación de desigualdad entre ambos géneros -hablamos mayoritariamente de la cultura occidental- y se ha desarrollado una sociedad patriarcal en la que la mayor parte de las situaciones giran en torno a la figura masculina ya sea padre, hermano o, en mayor medida, pareja.

 

En la actualidad, según Sara Berbel Sánchez (Dra. en psicología social), el patriarcado ha desarrollado una serie de neosexismos decorados, es decir,  nadie se atreve a manifestar abiertamente una actitud que vaya en contra de la igualdad y por ello surgen los micromachismos.

Por ello, el patriarcado adopta formas sutiles que nos acompañan desde nuestra niñez hasta en el mundo laboral y la etapa más adulta. Ejemplos claros los observamos en la ropa que anuncian de niños o los juguetes, en los cuales los roles son claros: ellas de rosa, ellos de azul, ellas guapas y perfectas, ellos inteligentes y fuertes. También la relación de los adultos y los niños en situaciones como ir al médico en las que la madre es la principal responsable. Otro ejemplo lo encontramos en el mundo laboral donde las mujeres experimentan una “doble atadura” que consiste en elegir dos modelos diferentes: modelo femenino -no se consideran competentes pero gustan- y modelo masculino -si se les considera competentes pero no gustan-.

 

La educación es el instrumento determinante para no hacer distinción de géneros en ámbitos comunes. Las culturas son las que hacen a los hombres y a las mujeres, la nuestra -así como la mayoría de las culturas- ha construido a un hombre como Guerrero, según Marina Subirats Martori (catedrática emérita de sociología y concejala de educación en Barcelona). La construcción del Guerrero pertenece a una etapa del pasado y que, sin embargo, seguimos manteniendo e inculcando a nuestros jóvenes y que se observa, sobre todo, en la publicidad. Las características principales son: no tiene enemigo visible pero lucha con armas; no se está sacrificando ni está sufriendo, al contrario, en la mayoría de la publicidad de juguetes bélicos, el niño se está divirtiendo; es invulnerable por como va vestido, lleva máscara, casco o gafas de sol, el guerrero no puede tener compasión y esos sentimientos se transmiten a través del contacto visual, de esta manera socializamos a los niños como guerreros y por ello les arrebatamos la capacidad de empatía. Esta concepción del guerrero afecta también a la relación con las niñas, se les enseña que ellas son vulnerables, débiles, a las que lo único que les importa es la belleza y que cualquiera puede ir a por ellas; ellos sin embargo son fuertes, valientes, guerreros.

 

Esta sociedad de hoy en día sigue estando hipersexulizada, el cuerpo de la mujer está idealizado y se le han impuesto unas funciones claras que tiene que cumplir.

Desde pequeñas nos enseñan, directa o indirectamente, que cada acción -vestirnos, andar, hablar, trabajar, etc- tiene como función principal gustar al sexo opuesto. Se “cosifica” a la mujer “cortándole la cabeza” para que lo único que merezca la pena es su cuerpo. “Hacer para gustar” es una máxima que todas las jóvenes llevan en su pensamiento y que superponen a siquiera gustarse a sí mismas. La naturalidad y belleza interior se deja a un lado para poder dar paso a un cuerpo idealizado que atenta contra la constitución de cada una y cuya función es gustar al resto.

 

El último aspecto importante englobado en los micromachismos es el Relato Audiovisual. Los jóvenes inmersos en esta sociedad mucho más visual, se ven bombardeados con series y películas basadas en mensajes sexistas.

El esquema es siempre el mismo: el protagonista varón es el que vive las aventuras, vence obstáculos, salva vidas, etc. y lo hace con otros varones o él solo -el mítico príncipe azul-; ella, sin embargo, es la que aporta el punto romántico, su función principal es el amor y el sexo. Por lo tanto, “si él no la elige, ella no tiene película”.

 

La lucha contra este nuevo sexismo no consiste en dejar de vestir a tu niña de rosa o prohibir ver esas comedias románticas. Consiste en educar a nuestros jóvenes en unos valores basados en el respeto y la tolerancia, enseñarles que nadie es mejor que nadie por tener determinado sexo y que los ideales son ficción. Enseñarles que los colores no son de unos o de otros, que los juguetes están para jugar y socializarse ya sean muñecas o coches. Enseñarles que ellas no son vulnerables ni necesitan que el guerrero las salve, enseñarles que ellos no tienen que ser guerreros, que pueden ser lo que quieran ser. Enseñarles que cada cuerpo tiene su constitución y que atentar contra eso solo trae problemas de autoestima o problemas de salud. Enseñarles a ser los mejores, a pensar, a ser críticos, a compartir y respetar, a crear un mundo mejor juntos, ellos y ellas.

Lo primero es quererse y respetarse a uno mismo y, solo de esa manera, podrán querernos y respetarnos los demás.

 

 

 

Nuria Sánchez de Pablo

 

 

 

BIBLIOGRAFÍA

 

Luis Bonino, psicoterapeuta especialista en varones, masculinidad y relaciones de género.

http://www.luisbonino.com

 

Federación de Mujeres Progresistas.

http://www.fmujeresprogresistas.org/es/

 

II Jornadas de micromachismos, “Había una vez un machismo, ¿chiquitito?”. Madrid, 12 de Noviembre de 2015.

Ponentes:

Sara Berbel Sánchez: Dra. en psicología social por la Universidad de Barcelona y profesora de tercer ciclo universitario. Actualmente es directora del Empowerment Hub.

Marina Subirats Martori: catedrática emérita de sociología, directora del Instituto de la Mujer (1993-1996) y concejala de Educación en Barcelona. Coordinadora de la Delegación de la UE en la IV Conferencia sobre la Mujer de Naciones Unidas, Beijin 1995.

Maribel Cárdenas Jiménez: filósofa y educadora social, experta en estudios de género. Es profesora asociada de la Universidad Autónoma de Barcelona y asesora en políticas de Igualdad de la Diputación de Barcelona.

Pilar Aguilar Carrasco: ensayista y crítica de cine y televisión. Estudió Filología Moderna en Sevilla y exiliada en París, por su militancia activa contra el Franquismo, se licenció en Ciencias de la Educación y posteriormente en Ciencias Cinematográficas y Audiovisuales por la Universidad de París VII.

La falsa apariencia de igualdad

Los micromachismos son aquellas discriminaciones sutiles en lo cotidiano del día a día y que vemos naturales porque llevan sucediendo durante muchos años y no suponen una excesiva alteración en nuestra vida. El primero en dar una definición a este término fue Luis Bonino, psicoterapeuta especialista en varones, masculinidad y relaciones de género.

Durante la historia del ser humano se ha experimentado una situación de desigualdad entre ambos géneros -hablamos mayoritariamente de la cultura occidental- y se ha desarrollado una sociedad patriarcal en la que la mayor parte de las situaciones giran en torno a la figura masculina ya sea padre, hermano o, en mayor medida, pareja.

 

En la actualidad, según Sara Berbel Sánchez (Dra. en psicología social), el patriarcado ha desarrollado una serie de neosexismos decorados, es decir,  nadie se atreve a manifestar abiertamente una actitud que vaya en contra de la igualdad y por ello surgen los micromachismos.

Por ello, el patriarcado adopta formas sutiles que nos acompañan desde nuestra niñez hasta en el mundo laboral y la etapa más adulta. Ejemplos claros los observamos en la ropa que anuncian de niños o los juguetes, en los cuales los roles son claros: ellas de rosa, ellos de azul, ellas guapas y perfectas, ellos inteligentes y fuertes. También la relación de los adultos y los niños en situaciones como ir al médico en las que la madre es la principal responsable. Otro ejemplo lo encontramos en el mundo laboral donde las mujeres experimentan una “doble atadura” que consiste en elegir dos modelos diferentes: modelo femenino -no se consideran competentes pero gustan- y modelo masculino -si se les considera competentes pero no gustan-.

 

La educación es el instrumento determinante para no hacer distinción de géneros en ámbitos comunes. Las culturas son las que hacen a los hombres y a las mujeres, la nuestra -así como la mayoría de las culturas- ha construido a un hombre como Guerrero, según Marina Subirats Martori (catedrática emérita de sociología y concejala de educación en Barcelona). La construcción del Guerrero pertenece a una etapa del pasado y que, sin embargo, seguimos manteniendo e inculcando a nuestros jóvenes y que se observa, sobre todo, en la publicidad. Las características principales son: no tiene enemigo visible pero lucha con armas; no se está sacrificando ni está sufriendo, al contrario, en la mayoría de la publicidad de juguetes bélicos, el niño se está divirtiendo; es invulnerable por como va vestido, lleva máscara, casco o gafas de sol, el guerrero no puede tener compasión y esos sentimientos se transmiten a través del contacto visual, de esta manera socializamos a los niños como guerreros y por ello les arrebatamos la capacidad de empatía. Esta concepción del guerrero afecta también a la relación con las niñas, se les enseña que ellas son vulnerables, débiles, a las que lo único que les importa es la belleza y que cualquiera puede ir a por ellas; ellos sin embargo son fuertes, valientes, guerreros.

 

Esta sociedad de hoy en día sigue estando hipersexulizada, el cuerpo de la mujer está idealizado y se le han impuesto unas funciones claras que tiene que cumplir.

Desde pequeñas nos enseñan, directa o indirectamente, que cada acción -vestirnos, andar, hablar, trabajar, etc- tiene como función principal gustar al sexo opuesto. Se “cosifica” a la mujer “cortándole la cabeza” para que lo único que merezca la pena es su cuerpo. “Hacer para gustar” es una máxima que todas las jóvenes llevan en su pensamiento y que superponen a siquiera gustarse a sí mismas. La naturalidad y belleza interior se deja a un lado para poder dar paso a un cuerpo idealizado que atenta contra la constitución de cada una y cuya función es gustar al resto.

 

El último aspecto importante englobado en los micromachismos es el Relato Audiovisual. Los jóvenes inmersos en esta sociedad mucho más visual, se ven bombardeados con series y películas basadas en mensajes sexistas.

El esquema es siempre el mismo: el protagonista varón es el que vive las aventuras, vence obstáculos, salva vidas, etc. y lo hace con otros varones o él solo -el mítico príncipe azul-; ella, sin embargo, es la que aporta el punto romántico, su función principal es el amor y el sexo. Por lo tanto, “si él no la elige, ella no tiene película”.

 

La lucha contra este nuevo sexismo no consiste en dejar de vestir a tu niña de rosa o prohibir ver esas comedias románticas. Consiste en educar a nuestros jóvenes en unos valores basados en el respeto y la tolerancia, enseñarles que nadie es mejor que nadie por tener determinado sexo y que los ideales son ficción. Enseñarles que los colores no son de unos o de otros, que los juguetes están para jugar y socializarse ya sean muñecas o coches. Enseñarles que ellas no son vulnerables ni necesitan que el guerrero las salve, enseñarles que ellos no tienen que ser guerreros, que pueden ser lo que quieran ser. Enseñarles que cada cuerpo tiene su constitución y que atentar contra eso solo trae problemas de autoestima o problemas de salud. Enseñarles a ser los mejores, a pensar, a ser críticos, a compartir y respetar, a crear un mundo mejor juntos, ellos y ellas.

Lo primero es quererse y respetarse a uno mismo y, solo de esa manera, podrán querernos y respetarnos los demás.

 

 

 

Nuria Sánchez de Pablo

 

 

 

BIBLIOGRAFÍA

 

Luis Bonino, psicoterapeuta especialista en varones, masculinidad y relaciones de género.

http://www.luisbonino.com

 

Federación de Mujeres Progresistas.

http://www.fmujeresprogresistas.org/es/

 

II Jornadas de micromachismos, “Había una vez un machismo, ¿chiquitito?”. Madrid, 12 de Noviembre de 2015.

Ponentes:

Sara Berbel Sánchez: Dra. en psicología social por la Universidad de Barcelona y profesora de tercer ciclo universitario. Actualmente es directora del Empowerment Hub.

Marina Subirats Martori: catedrática emérita de sociología, directora del Instituto de la Mujer (1993-1996) y concejala de Educación en Barcelona. Coordinadora de la Delegación de la UE en la IV Conferencia sobre la Mujer de Naciones Unidas, Beijin 1995.

Maribel Cárdenas Jiménez: filósofa y educadora social, experta en estudios de género. Es profesora asociada de la Universidad Autónoma de Barcelona y asesora en políticas de Igualdad de la Diputación de Barcelona.

Pilar Aguilar Carrasco: ensayista y crítica de cine y televisión. Estudió Filología Moderna en Sevilla y exiliada en París, por su militancia activa contra el Franquismo, se licenció en Ciencias de la Educación y posteriormente en Ciencias Cinematográficas y Audiovisuales por la Universidad de París VII.

¿Y los hombres?

¿Sabías que han muerto 29 hombres a manos de sus mujeres? ¿Y esos hombres que se quedan sin ver a sus hijos y encima pagan más en un divorcio? ¿Luego pedimos igualdad cuando estamos discriminando al género masculino?

 

Esta clase de preguntas y muchas parecidas son las que me han lanzado a escribir. Llevo un tiempo escuchando y leyendo este tipo de indignaciones y, la verdad, es que me cuesta reaccionar de manera serena.

 

Para empezar, me gustaría aclarar que no se puede meter en el mismo saco sentencias de divorcios, violencia de género, micromachismos, etc. Si, todo forma parte de la sociedad machista patriarcal que nuestra cultura ha creado para nosotros, pero son diferentes conceptos.

El machismo afecta tanto a hombres como a mujeres y, muchas veces, cuando se les llena la boca de acusaciones a aquellos que pedimos una sociedad feminista, se les olvida parar un segundo, solo uno, y reflexionar sobre ello. Una sociedad feminista no implica una supremacía de la mujer, no implica que el hombre tenga que “obedecer” las leyes de la mujer. El feminismo no implica darle la vuelta a la tortilla y hacer pasar al hombre por todo lo que las mujeres hemos pasado durante años. El feminismo implica una sociedad libre de mejores y peores, libre de desigualdades laborales, acoso escolar, de roles, una sociedad libre de violencia —en todos sus ámbitos—.

Cuando analizamos cada una de las situaciones por las que pedimos igualdad, nos damos cuenta de que tanto ellas como ellos sufren las consecuencias de nuestra cultura. Si, es cierto que un padre puede llegar a tener menos derechos que una madre en un divorcio, pero esto sigue siendo una consecuencia del machismo, ya que, la madre es la que siempre se ha hecho cargo de los hijos (al igual que del hogar, la limpieza, la cocina, etc.) y el padre es el que llevaba el dinero a casa. Pero también es cierto que ciertos padres, debido a esa cultura machista, dejan de ver a sus hijos y deciden tan solo pagar una pensión alimenticia, o ni siquiera eso. En cualquier caso, esa decisión la tiene un juez y cada juicio es diferente porque no todas las familias son iguales.

Tampoco se puede relacionar estas sentencias judiciales con la Ley de Violencia de Género, ni agrupar los asesinatos de hombres con la violencia a las mujeres. Eso es simplemente una excusa para evitar el gran problema que se quiere erradicar, y es que son demasiadas las víctimas de maltrato por la supremacía masculina. Con esto no insinúo que esté bien asesinar a tu pareja masculina, es igualmente un delito, solo digo que nos dejemos de excusas, ya que, a nadie se le ocurre contestar con un “si pero ¿y los niños asesinados por sus padres?” a un comentario sobre violencia de género.

 

Lo que tenemos que observar es que todos los casos son consecuencia de la sociedad patriarcal y que solo con la lucha por la igualdad podremos conseguir que ambos géneros tengan los mismos derechos, libertades y respeto. El gran problema está claro, vivimos inmersos en un círculo del que no vamos a salir hasta que digamos “¡Hasta aquí!” basta de desigualdad, luchemos por un mundo feminista, porque el feminismo es para todos.

¿Y los hombres?

¿Sabías que han muerto 29 hombres a manos de sus mujeres? ¿Y esos hombres que se quedan sin ver a sus hijos y encima pagan más en un divorcio? ¿Luego pedimos igualdad cuando estamos discriminando al género masculino?

 

Esta clase de preguntas y muchas parecidas son las que me han lanzado a escribir. Llevo un tiempo escuchando y leyendo este tipo de indignaciones y, la verdad, es que me cuesta reaccionar de manera serena.

 

Para empezar, me gustaría aclarar que no se puede meter en el mismo saco sentencias de divorcios, violencia de género, micromachismos, etc. Si, todo forma parte de la sociedad machista patriarcal que nuestra cultura ha creado para nosotros, pero son diferentes conceptos.

El machismo afecta tanto a hombres como a mujeres y, muchas veces, cuando se les llena la boca de acusaciones a aquellos que pedimos una sociedad feminista, se les olvida parar un segundo, solo uno, y reflexionar sobre ello. Una sociedad feminista no implica una supremacía de la mujer, no implica que el hombre tenga que “obedecer” las leyes de la mujer. El feminismo no implica darle la vuelta a la tortilla y hacer pasar al hombre por todo lo que las mujeres hemos pasado durante años. El feminismo implica una sociedad libre de mejores y peores, libre de desigualdades laborales, acoso escolar, de roles, una sociedad libre de violencia —en todos sus ámbitos—.

Cuando analizamos cada una de las situaciones por las que pedimos igualdad, nos damos cuenta de que tanto ellas como ellos sufren las consecuencias de nuestra cultura. Si, es cierto que un padre puede llegar a tener menos derechos que una madre en un divorcio, pero esto sigue siendo una consecuencia del machismo, ya que, la madre es la que siempre se ha hecho cargo de los hijos (al igual que del hogar, la limpieza, la cocina, etc.) y el padre es el que llevaba el dinero a casa. Pero también es cierto que ciertos padres, debido a esa cultura machista, dejan de ver a sus hijos y deciden tan solo pagar una pensión alimenticia, o ni siquiera eso. En cualquier caso, esa decisión la tiene un juez y cada juicio es diferente porque no todas las familias son iguales.

Tampoco se puede relacionar estas sentencias judiciales con la Ley de Violencia de Género, ni agrupar los asesinatos de hombres con la violencia a las mujeres. Eso es simplemente una excusa para evitar el gran problema que se quiere erradicar, y es que son demasiadas las víctimas de maltrato por la supremacía masculina. Con esto no insinúo que esté bien asesinar a tu pareja masculina, es igualmente un delito, solo digo que nos dejemos de excusas, ya que, a nadie se le ocurre contestar con un “si pero ¿y los niños asesinados por sus padres?” a un comentario sobre violencia de género.

 

Lo que tenemos que observar es que todos los casos son consecuencia de la sociedad patriarcal y que solo con la lucha por la igualdad podremos conseguir que ambos géneros tengan los mismos derechos, libertades y respeto. El gran problema está claro, vivimos inmersos en un círculo del que no vamos a salir hasta que digamos “¡Hasta aquí!” basta de desigualdad, luchemos por un mundo feminista, porque el feminismo es para todos.

¿Y los hombres?

¿Sabías que han muerto 29 hombres a manos de sus mujeres? ¿Y esos hombres que se quedan sin ver a sus hijos y encima pagan más en un divorcio? ¿Luego pedimos igualdad cuando estamos discriminando al género masculino?

 

Esta clase de preguntas y muchas parecidas son las que me han lanzado a escribir. Llevo un tiempo escuchando y leyendo este tipo de indignaciones y, la verdad, es que me cuesta reaccionar de manera serena.

 

Para empezar, me gustaría aclarar que no se puede meter en el mismo saco sentencias de divorcios, violencia de género, micromachismos, etc. Si, todo forma parte de la sociedad machista patriarcal que nuestra cultura ha creado para nosotros, pero son diferentes conceptos.

El machismo afecta tanto a hombres como a mujeres y, muchas veces, cuando se les llena la boca de acusaciones a aquellos que pedimos una sociedad feminista, se les olvida parar un segundo, solo uno, y reflexionar sobre ello. Una sociedad feminista no implica una supremacía de la mujer, no implica que el hombre tenga que “obedecer” las leyes de la mujer. El feminismo no implica darle la vuelta a la tortilla y hacer pasar al hombre por todo lo que las mujeres hemos pasado durante años. El feminismo implica una sociedad libre de mejores y peores, libre de desigualdades laborales, acoso escolar, de roles, una sociedad libre de violencia —en todos sus ámbitos—.

Cuando analizamos cada una de las situaciones por las que pedimos igualdad, nos damos cuenta de que tanto ellas como ellos sufren las consecuencias de nuestra cultura. Si, es cierto que un padre puede llegar a tener menos derechos que una madre en un divorcio, pero esto sigue siendo una consecuencia del machismo, ya que, la madre es la que siempre se ha hecho cargo de los hijos (al igual que del hogar, la limpieza, la cocina, etc.) y el padre es el que llevaba el dinero a casa. Pero también es cierto que ciertos padres, debido a esa cultura machista, dejan de ver a sus hijos y deciden tan solo pagar una pensión alimenticia, o ni siquiera eso. En cualquier caso, esa decisión la tiene un juez y cada juicio es diferente porque no todas las familias son iguales.

Tampoco se puede relacionar estas sentencias judiciales con la Ley de Violencia de Género, ni agrupar los asesinatos de hombres con la violencia a las mujeres. Eso es simplemente una excusa para evitar el gran problema que se quiere erradicar, y es que son demasiadas las víctimas de maltrato por la supremacía masculina. Con esto no insinúo que esté bien asesinar a tu pareja masculina, es igualmente un delito, solo digo que nos dejemos de excusas, ya que, a nadie se le ocurre contestar con un “si pero ¿y los niños asesinados por sus padres?” a un comentario sobre violencia de género.

 

Lo que tenemos que observar es que todos los casos son consecuencia de la sociedad patriarcal y que solo con la lucha por la igualdad podremos conseguir que ambos géneros tengan los mismos derechos, libertades y respeto. El gran problema está claro, vivimos inmersos en un círculo del que no vamos a salir hasta que digamos “¡Hasta aquí!” basta de desigualdad, luchemos por un mundo feminista, porque el feminismo es para todos.

¿Y los hombres?

¿Sabías que han muerto 29 hombres a manos de sus mujeres? ¿Y esos hombres que se quedan sin ver a sus hijos y encima pagan más en un divorcio? ¿Luego pedimos igualdad cuando estamos discriminando al género masculino?

 

Esta clase de preguntas y muchas parecidas son las que me han lanzado a escribir. Llevo un tiempo escuchando y leyendo este tipo de indignaciones y, la verdad, es que me cuesta reaccionar de manera serena.

 

Para empezar, me gustaría aclarar que no se puede meter en el mismo saco sentencias de divorcios, violencia de género, micromachismos, etc. Si, todo forma parte de la sociedad machista patriarcal que nuestra cultura ha creado para nosotros, pero son diferentes conceptos.

El machismo afecta tanto a hombres como a mujeres y, muchas veces, cuando se les llena la boca de acusaciones a aquellos que pedimos una sociedad feminista, se les olvida parar un segundo, solo uno, y reflexionar sobre ello. Una sociedad feminista no implica una supremacía de la mujer, no implica que el hombre tenga que “obedecer” las leyes de la mujer. El feminismo no implica darle la vuelta a la tortilla y hacer pasar al hombre por todo lo que las mujeres hemos pasado durante años. El feminismo implica una sociedad libre de mejores y peores, libre de desigualdades laborales, acoso escolar, de roles, una sociedad libre de violencia —en todos sus ámbitos—.

Cuando analizamos cada una de las situaciones por las que pedimos igualdad, nos damos cuenta de que tanto ellas como ellos sufren las consecuencias de nuestra cultura. Si, es cierto que un padre puede llegar a tener menos derechos que una madre en un divorcio, pero esto sigue siendo una consecuencia del machismo, ya que, la madre es la que siempre se ha hecho cargo de los hijos (al igual que del hogar, la limpieza, la cocina, etc.) y el padre es el que llevaba el dinero a casa. Pero también es cierto que ciertos padres, debido a esa cultura machista, dejan de ver a sus hijos y deciden tan solo pagar una pensión alimenticia, o ni siquiera eso. En cualquier caso, esa decisión la tiene un juez y cada juicio es diferente porque no todas las familias son iguales.

Tampoco se puede relacionar estas sentencias judiciales con la Ley de Violencia de Género, ni agrupar los asesinatos de hombres con la violencia a las mujeres. Eso es simplemente una excusa para evitar el gran problema que se quiere erradicar, y es que son demasiadas las víctimas de maltrato por la supremacía masculina. Con esto no insinúo que esté bien asesinar a tu pareja masculina, es igualmente un delito, solo digo que nos dejemos de excusas, ya que, a nadie se le ocurre contestar con un “si pero ¿y los niños asesinados por sus padres?” a un comentario sobre violencia de género.

 

Lo que tenemos que observar es que todos los casos son consecuencia de la sociedad patriarcal y que solo con la lucha por la igualdad podremos conseguir que ambos géneros tengan los mismos derechos, libertades y respeto. El gran problema está claro, vivimos inmersos en un círculo del que no vamos a salir hasta que digamos “¡Hasta aquí!” basta de desigualdad, luchemos por un mundo feminista, porque el feminismo es para todos.

¿Y los hombres?

¿Sabías que han muerto 29 hombres a manos de sus mujeres? ¿Y esos hombres que se quedan sin ver a sus hijos y encima pagan más en un divorcio? ¿Luego pedimos igualdad cuando estamos discriminando al género masculino?

 

Esta clase de preguntas y muchas parecidas son las que me han lanzado a escribir. Llevo un tiempo escuchando y leyendo este tipo de indignaciones y, la verdad, es que me cuesta reaccionar de manera serena.

 

Para empezar, me gustaría aclarar que no se puede meter en el mismo saco sentencias de divorcios, violencia de género, micromachismos, etc. Si, todo forma parte de la sociedad machista patriarcal que nuestra cultura ha creado para nosotros, pero son diferentes conceptos.

El machismo afecta tanto a hombres como a mujeres y, muchas veces, cuando se les llena la boca de acusaciones a aquellos que pedimos una sociedad feminista, se les olvida parar un segundo, solo uno, y reflexionar sobre ello. Una sociedad feminista no implica una supremacía de la mujer, no implica que el hombre tenga que “obedecer” las leyes de la mujer. El feminismo no implica darle la vuelta a la tortilla y hacer pasar al hombre por todo lo que las mujeres hemos pasado durante años. El feminismo implica una sociedad libre de mejores y peores, libre de desigualdades laborales, acoso escolar, de roles, una sociedad libre de violencia —en todos sus ámbitos—.

Cuando analizamos cada una de las situaciones por las que pedimos igualdad, nos damos cuenta de que tanto ellas como ellos sufren las consecuencias de nuestra cultura. Si, es cierto que un padre puede llegar a tener menos derechos que una madre en un divorcio, pero esto sigue siendo una consecuencia del machismo, ya que, la madre es la que siempre se ha hecho cargo de los hijos (al igual que del hogar, la limpieza, la cocina, etc.) y el padre es el que llevaba el dinero a casa. Pero también es cierto que ciertos padres, debido a esa cultura machista, dejan de ver a sus hijos y deciden tan solo pagar una pensión alimenticia, o ni siquiera eso. En cualquier caso, esa decisión la tiene un juez y cada juicio es diferente porque no todas las familias son iguales.

Tampoco se puede relacionar estas sentencias judiciales con la Ley de Violencia de Género, ni agrupar los asesinatos de hombres con la violencia a las mujeres. Eso es simplemente una excusa para evitar el gran problema que se quiere erradicar, y es que son demasiadas las víctimas de maltrato por la supremacía masculina. Con esto no insinúo que esté bien asesinar a tu pareja masculina, es igualmente un delito, solo digo que nos dejemos de excusas, ya que, a nadie se le ocurre contestar con un “si pero ¿y los niños asesinados por sus padres?” a un comentario sobre violencia de género.

 

Lo que tenemos que observar es que todos los casos son consecuencia de la sociedad patriarcal y que solo con la lucha por la igualdad podremos conseguir que ambos géneros tengan los mismos derechos, libertades y respeto. El gran problema está claro, vivimos inmersos en un círculo del que no vamos a salir hasta que digamos “¡Hasta aquí!” basta de desigualdad, luchemos por un mundo feminista, porque el feminismo es para todos.

La falsa apariencia de igualdad

Los micromachismos son aquellas discriminaciones sutiles en lo cotidiano del día a día y que vemos naturales porque llevan sucediendo durante muchos años y no suponen una excesiva alteración en nuestra vida. El primero en dar una definición a este término fue Luis Bonino, psicoterapeuta especialista en varones, masculinidad y relaciones de género.

Durante la historia del ser humano se ha experimentado una situación de desigualdad entre ambos géneros -hablamos mayoritariamente de la cultura occidental- y se ha desarrollado una sociedad patriarcal en la que la mayor parte de las situaciones giran en torno a la figura masculina ya sea padre, hermano o, en mayor medida, pareja.

 

En la actualidad, según Sara Berbel Sánchez (Dra. en psicología social), el patriarcado ha desarrollado una serie de neosexismos decorados, es decir,  nadie se atreve a manifestar abiertamente una actitud que vaya en contra de la igualdad y por ello surgen los micromachismos.

Por ello, el patriarcado adopta formas sutiles que nos acompañan desde nuestra niñez hasta en el mundo laboral y la etapa más adulta. Ejemplos claros los observamos en la ropa que anuncian de niños o los juguetes, en los cuales los roles son claros: ellas de rosa, ellos de azul, ellas guapas y perfectas, ellos inteligentes y fuertes. También la relación de los adultos y los niños en situaciones como ir al médico en las que la madre es la principal responsable. Otro ejemplo lo encontramos en el mundo laboral donde las mujeres experimentan una “doble atadura” que consiste en elegir dos modelos diferentes: modelo femenino -no se consideran competentes pero gustan- y modelo masculino -si se les considera competentes pero no gustan-.

 

La educación es el instrumento determinante para no hacer distinción de géneros en ámbitos comunes. Las culturas son las que hacen a los hombres y a las mujeres, la nuestra -así como la mayoría de las culturas- ha construido a un hombre como Guerrero, según Marina Subirats Martori (catedrática emérita de sociología y concejala de educación en Barcelona). La construcción del Guerrero pertenece a una etapa del pasado y que, sin embargo, seguimos manteniendo e inculcando a nuestros jóvenes y que se observa, sobre todo, en la publicidad. Las características principales son: no tiene enemigo visible pero lucha con armas; no se está sacrificando ni está sufriendo, al contrario, en la mayoría de la publicidad de juguetes bélicos, el niño se está divirtiendo; es invulnerable por como va vestido, lleva máscara, casco o gafas de sol, el guerrero no puede tener compasión y esos sentimientos se transmiten a través del contacto visual, de esta manera socializamos a los niños como guerreros y por ello les arrebatamos la capacidad de empatía. Esta concepción del guerrero afecta también a la relación con las niñas, se les enseña que ellas son vulnerables, débiles, a las que lo único que les importa es la belleza y que cualquiera puede ir a por ellas; ellos sin embargo son fuertes, valientes, guerreros.

 

Esta sociedad de hoy en día sigue estando hipersexulizada, el cuerpo de la mujer está idealizado y se le han impuesto unas funciones claras que tiene que cumplir.

Desde pequeñas nos enseñan, directa o indirectamente, que cada acción -vestirnos, andar, hablar, trabajar, etc- tiene como función principal gustar al sexo opuesto. Se “cosifica” a la mujer “cortándole la cabeza” para que lo único que merezca la pena es su cuerpo. “Hacer para gustar” es una máxima que todas las jóvenes llevan en su pensamiento y que superponen a siquiera gustarse a sí mismas. La naturalidad y belleza interior se deja a un lado para poder dar paso a un cuerpo idealizado que atenta contra la constitución de cada una y cuya función es gustar al resto.

 

El último aspecto importante englobado en los micromachismos es el Relato Audiovisual. Los jóvenes inmersos en esta sociedad mucho más visual, se ven bombardeados con series y películas basadas en mensajes sexistas.

El esquema es siempre el mismo: el protagonista varón es el que vive las aventuras, vence obstáculos, salva vidas, etc. y lo hace con otros varones o él solo -el mítico príncipe azul-; ella, sin embargo, es la que aporta el punto romántico, su función principal es el amor y el sexo. Por lo tanto, “si él no la elige, ella no tiene película”.

 

La lucha contra este nuevo sexismo no consiste en dejar de vestir a tu niña de rosa o prohibir ver esas comedias románticas. Consiste en educar a nuestros jóvenes en unos valores basados en el respeto y la tolerancia, enseñarles que nadie es mejor que nadie por tener determinado sexo y que los ideales son ficción. Enseñarles que los colores no son de unos o de otros, que los juguetes están para jugar y socializarse ya sean muñecas o coches. Enseñarles que ellas no son vulnerables ni necesitan que el guerrero las salve, enseñarles que ellos no tienen que ser guerreros, que pueden ser lo que quieran ser. Enseñarles que cada cuerpo tiene su constitución y que atentar contra eso solo trae problemas de autoestima o problemas de salud. Enseñarles a ser los mejores, a pensar, a ser críticos, a compartir y respetar, a crear un mundo mejor juntos, ellos y ellas.

Lo primero es quererse y respetarse a uno mismo y, solo de esa manera, podrán querernos y respetarnos los demás.

 

 

 

Nuria Sánchez de Pablo

 

 

 

BIBLIOGRAFÍA

 

Luis Bonino, psicoterapeuta especialista en varones, masculinidad y relaciones de género.

http://www.luisbonino.com

 

Federación de Mujeres Progresistas.

http://www.fmujeresprogresistas.org/es/

 

II Jornadas de micromachismos, “Había una vez un machismo, ¿chiquitito?”. Madrid, 12 de Noviembre de 2015.

Ponentes:

Sara Berbel Sánchez: Dra. en psicología social por la Universidad de Barcelona y profesora de tercer ciclo universitario. Actualmente es directora del Empowerment Hub.

Marina Subirats Martori: catedrática emérita de sociología, directora del Instituto de la Mujer (1993-1996) y concejala de Educación en Barcelona. Coordinadora de la Delegación de la UE en la IV Conferencia sobre la Mujer de Naciones Unidas, Beijin 1995.

Maribel Cárdenas Jiménez: filósofa y educadora social, experta en estudios de género. Es profesora asociada de la Universidad Autónoma de Barcelona y asesora en políticas de Igualdad de la Diputación de Barcelona.

Pilar Aguilar Carrasco: ensayista y crítica de cine y televisión. Estudió Filología Moderna en Sevilla y exiliada en París, por su militancia activa contra el Franquismo, se licenció en Ciencias de la Educación y posteriormente en Ciencias Cinematográficas y Audiovisuales por la Universidad de París VII.

La falsa apariencia de igualdad

Los micromachismos son aquellas discriminaciones sutiles en lo cotidiano del día a día y que vemos naturales porque llevan sucediendo durante muchos años y no suponen una excesiva alteración en nuestra vida. El primero en dar una definición a este término fue Luis Bonino, psicoterapeuta especialista en varones, masculinidad y relaciones de género.

Durante la historia del ser humano se ha experimentado una situación de desigualdad entre ambos géneros -hablamos mayoritariamente de la cultura occidental- y se ha desarrollado una sociedad patriarcal en la que la mayor parte de las situaciones giran en torno a la figura masculina ya sea padre, hermano o, en mayor medida, pareja.

 

En la actualidad, según Sara Berbel Sánchez (Dra. en psicología social), el patriarcado ha desarrollado una serie de neosexismos decorados, es decir,  nadie se atreve a manifestar abiertamente una actitud que vaya en contra de la igualdad y por ello surgen los micromachismos.

Por ello, el patriarcado adopta formas sutiles que nos acompañan desde nuestra niñez hasta en el mundo laboral y la etapa más adulta. Ejemplos claros los observamos en la ropa que anuncian de niños o los juguetes, en los cuales los roles son claros: ellas de rosa, ellos de azul, ellas guapas y perfectas, ellos inteligentes y fuertes. También la relación de los adultos y los niños en situaciones como ir al médico en las que la madre es la principal responsable. Otro ejemplo lo encontramos en el mundo laboral donde las mujeres experimentan una “doble atadura” que consiste en elegir dos modelos diferentes: modelo femenino -no se consideran competentes pero gustan- y modelo masculino -si se les considera competentes pero no gustan-.

 

La educación es el instrumento determinante para no hacer distinción de géneros en ámbitos comunes. Las culturas son las que hacen a los hombres y a las mujeres, la nuestra -así como la mayoría de las culturas- ha construido a un hombre como Guerrero, según Marina Subirats Martori (catedrática emérita de sociología y concejala de educación en Barcelona). La construcción del Guerrero pertenece a una etapa del pasado y que, sin embargo, seguimos manteniendo e inculcando a nuestros jóvenes y que se observa, sobre todo, en la publicidad. Las características principales son: no tiene enemigo visible pero lucha con armas; no se está sacrificando ni está sufriendo, al contrario, en la mayoría de la publicidad de juguetes bélicos, el niño se está divirtiendo; es invulnerable por como va vestido, lleva máscara, casco o gafas de sol, el guerrero no puede tener compasión y esos sentimientos se transmiten a través del contacto visual, de esta manera socializamos a los niños como guerreros y por ello les arrebatamos la capacidad de empatía. Esta concepción del guerrero afecta también a la relación con las niñas, se les enseña que ellas son vulnerables, débiles, a las que lo único que les importa es la belleza y que cualquiera puede ir a por ellas; ellos sin embargo son fuertes, valientes, guerreros.

 

Esta sociedad de hoy en día sigue estando hipersexulizada, el cuerpo de la mujer está idealizado y se le han impuesto unas funciones claras que tiene que cumplir.

Desde pequeñas nos enseñan, directa o indirectamente, que cada acción -vestirnos, andar, hablar, trabajar, etc- tiene como función principal gustar al sexo opuesto. Se “cosifica” a la mujer “cortándole la cabeza” para que lo único que merezca la pena es su cuerpo. “Hacer para gustar” es una máxima que todas las jóvenes llevan en su pensamiento y que superponen a siquiera gustarse a sí mismas. La naturalidad y belleza interior se deja a un lado para poder dar paso a un cuerpo idealizado que atenta contra la constitución de cada una y cuya función es gustar al resto.

 

El último aspecto importante englobado en los micromachismos es el Relato Audiovisual. Los jóvenes inmersos en esta sociedad mucho más visual, se ven bombardeados con series y películas basadas en mensajes sexistas.

El esquema es siempre el mismo: el protagonista varón es el que vive las aventuras, vence obstáculos, salva vidas, etc. y lo hace con otros varones o él solo -el mítico príncipe azul-; ella, sin embargo, es la que aporta el punto romántico, su función principal es el amor y el sexo. Por lo tanto, “si él no la elige, ella no tiene película”.

 

La lucha contra este nuevo sexismo no consiste en dejar de vestir a tu niña de rosa o prohibir ver esas comedias románticas. Consiste en educar a nuestros jóvenes en unos valores basados en el respeto y la tolerancia, enseñarles que nadie es mejor que nadie por tener determinado sexo y que los ideales son ficción. Enseñarles que los colores no son de unos o de otros, que los juguetes están para jugar y socializarse ya sean muñecas o coches. Enseñarles que ellas no son vulnerables ni necesitan que el guerrero las salve, enseñarles que ellos no tienen que ser guerreros, que pueden ser lo que quieran ser. Enseñarles que cada cuerpo tiene su constitución y que atentar contra eso solo trae problemas de autoestima o problemas de salud. Enseñarles a ser los mejores, a pensar, a ser críticos, a compartir y respetar, a crear un mundo mejor juntos, ellos y ellas.

Lo primero es quererse y respetarse a uno mismo y, solo de esa manera, podrán querernos y respetarnos los demás.

 

 

 

Nuria Sánchez de Pablo

 

 

 

BIBLIOGRAFÍA

 

Luis Bonino, psicoterapeuta especialista en varones, masculinidad y relaciones de género.

http://www.luisbonino.com

 

Federación de Mujeres Progresistas.

http://www.fmujeresprogresistas.org/es/

 

II Jornadas de micromachismos, “Había una vez un machismo, ¿chiquitito?”. Madrid, 12 de Noviembre de 2015.

Ponentes:

Sara Berbel Sánchez: Dra. en psicología social por la Universidad de Barcelona y profesora de tercer ciclo universitario. Actualmente es directora del Empowerment Hub.

Marina Subirats Martori: catedrática emérita de sociología, directora del Instituto de la Mujer (1993-1996) y concejala de Educación en Barcelona. Coordinadora de la Delegación de la UE en la IV Conferencia sobre la Mujer de Naciones Unidas, Beijin 1995.

Maribel Cárdenas Jiménez: filósofa y educadora social, experta en estudios de género. Es profesora asociada de la Universidad Autónoma de Barcelona y asesora en políticas de Igualdad de la Diputación de Barcelona.

Pilar Aguilar Carrasco: ensayista y crítica de cine y televisión. Estudió Filología Moderna en Sevilla y exiliada en París, por su militancia activa contra el Franquismo, se licenció en Ciencias de la Educación y posteriormente en Ciencias Cinematográficas y Audiovisuales por la Universidad de París VII.

La “ineducación” de la violencia

Resulta bastante frustrante tener que escribir sobre estos temas después de que las mujeres en nuestro país ya llevemos varias décadas votando, trabajando fuera de casa e incluso protagonizando numerosos éxitos profesionales. Resulta frustrante porque nosotras creemos, estamos convencidas, de que estamos mucho mejor que otras mujeres en otros países donde se ejerce “violencia” porque se les obliga a ir tapadas. He de decir que efectivamente, si comparamos, estamos mucho mejor. Pero también he de decir que no debería existir ni siquiera la comparación.

Escribo este artículo desde la perplejidad que lleva inundándome bastante tiempo y que esta semana se ha hecho mucho más presente, y que tiene que ver con la educación que en materia de género veo en nuestros adolescentes. No solo lo veo yo, los medios se hacen eco de esta alarmante noticia e incluso hablan de cifras de aumento en cuanto a violencia de género en menores de edad. Esta semana leí esta noticia: http://www.madridiario.es/canal-social/menores-infractores/violencia-machista/adolescentes/408010, y me hizo pensar… mucho! Así que si me estás leyendo, voy a pedirte que ejercites tu cerebro y pienses tal y como lo he hecho yo esta semana.

En primer lugar, vamos a leer la noticia en particular, que empieza así: ”Estamos aquí diciendo todos que no vamos a pegar nunca a una mujer y llegas un día y a saber qué te pasa o lo que sea, la puedes pegar, eso surge, es que eso no puedes saberlo hasta que no estás en la situación de decir es que me has hecho esto, esto y esto y te pones nervioso y te pones de mala hostia” / “Pero es que el hombre no la pega porque no haya hecho nada, no llega a casa su mujer está sentada en la tele y se pone a pegarla, estaría loco” / “Hay que poner el friegaplatos y ayudarla. Hacen más que nosotros, la verdad. Pero bueno, son sus costumbres” / “Vale que esto es un pensamiento un poco antiguo, pero si el hombre se tira 10 horas fuera de casa y la mujer no tiene nada que hacer en el día pues oye qué menos que… no está obligada, pero que tenga el detalle de tener la cena preparada” / “Si se va de compras y se gasta todo el sueldo del mes, ¿qué haces, le besas los pies?” / “Tú ves a un chaval que le está diciendo a su piba tú haz esto y haz lo otro, y lo ves y dices, joder, tienes a la piba todo controlada, ¿eh?, pero no dices nada. Muchas veces es así” / “Si puede que piense que la mujer no debería tener tanta libertad… antes la mujer no podía hacer nada y ahora está en todos los lados“.

Estas son frases de chicos de entre 13 y 16 años, ¿qué te parecen? ¿no se te ponen los pelos de punta? A mí sí, tengo dos hijas de 17 años, he procurado educarlas en el respeto a sí mismas, en el esfuerzo para conseguir lo que quieren, en la diversidad, en la igualdad, en el amor, y una piensa que con esto contribuye a que la sociedad sea un poco más justa y equitativa. Casos hemos tenido en casa de acoso en el colegio y una pasividad por parte de la autoridad del centro a la hora de actuar, pero lo consideraba un caso aislado y lo solucioné saliendo de ese centro con el que no compartía su ideario, su proyecto.

Sin embargo, leyendo este comienzo de artículo me pregunto si lo que yo consideraba “aislado” es simplemente un caso más de lo que sucede continuamente en nuestro país. Y si esto es así, estamos ante una realidad muy grave y de gran retroceso social. Justificar la violencia, verbal o física, no tiene ninguna excusa ni en un sentido ni en otro (espero que esto sí lo tengamos suficientemente claro).

Pero me gustaría que siguiéramos leyendo el artículo y nos detuviéramos en la parte de explicación de por qué está sucediendo: “El doctor en Psicología y exdefensor del Menor de la Comunidad de Madrid, Javier Urra, que dirige el programa de reinserción de adolescentes “Recurra”, reconoce que el personal de la institución está “sorprendido por el repunte de machismo entre los chicos”Luis González Cieza, jefe de Estudios, Programas y Formación, de la Agencia del Menor Infractor (organismo encargado de velar por el cumplimiento de las medidas judiciales para aquellos menores que han cometido algún delito en Madrid), también confirma que “hay comportamientos muy machistas que años atrás parecía que estaban desapareciendo y, sin embargo, están volviendo; está habiendo un retroceso”. Cierto es que son pocos los menores que cumplen medidas por delitos de maltrato: “la cifra es variable, pero no solemos tener internos a más de cuatro o cinco chicos por este motivo”, dice el especialista. “A esa edad los delitos de violencia de género se tardan en denunciar y muchas veces, cuando se hace, los chavales ya tienen más de 18 años, aunque las víctimas sí suelen ser menores“, explica González Cieza. “Además muchos de estos casos no se plantean como violencia de género sino simplemente como lesiones”, agrega.”

Ambos expertos coinciden en su preocupación por el repunte de este tipo de comportamientos, aunque luego se intente enviar un mensaje de tranquilidad aludiendo a que no se suelen tener más de cuatro o cinco chicos por este motivo. Lo que yo añadiría es que no deberíamos tener ninguno, en una sociedad que se supone que ha educado en la igualdad de género. No debe ser así.

Pero el artículo continua enviando un mensaje que me parece más un juego de despiste que una reflexión profunda enviada a nuestra sociedad, una de las hipótesis manejadas es que el uso de las redes (facebook, twitter, whatsapp) se están utilizando como mecanismos de control de muchos novios. También aluden al tema de los celos que se acrecientan con las redes. Otra de las hipótesis para este aumento del machismo en jóvenes lo atribuyen a programas televisivos, como Mujeres y Hombres y viceversa, o al reggaeton porque en las letras de sus canciones aparecen frases de violencia contra la mujer. Esto me recuerda a cuando mi madre estaba muy preocupada por mis hermanos pequeños que escuchaban Heavy Metal y decía que se estaban volviendo violentos porque había mensajes subliminales, ¿de verdad vamos a creer que esto es lo que causa un aumento del machismo, y como consecuencia violencia de género? ¿de verdad un experto, para mí muy respetado, como Javier Urra ha enunciado esto como causas? Yo no lo creo.

Creo que una cosa es la causa, y otra cosa es lo que magnifica un déficit ya existente. Evidentemente si hay machismo, si hay creencias de posesión sobre las personas, si hay educación diferenciada… las redes, la televisión, incluso la música, pueden potenciar este déficit e incluso justificarlo y normalizarlo. Tendría que añadir que no solo hay violencia en el reggaeton, creo que las baladas románticas también son sexistas en muchos casos. Pero nosotros escuchábamos las canciones de la “movida”, me vienen a la memoria: “Perlas ensangrentadas”, “Bailaré sobre tu tumba”, “En tu fiesta me colé”, “Sufre mamón”… y podría seguir con más temas que claramente provocaban determinado pensamiento pero que por alguna razón el resultado en nuestra generación fue el contrario.

También me pregunto que, si en casa los modelos eran los de la mujer en la cocina y el hombre en el trabajo, por qué nuestra generación luchó por conseguir algo diferente. Si ahora los dos trabajan fuera de casa, y se supone que hay reparto igualitario, por qué estas generaciones vuelven a modelos del pasado… ¿tú lo sabes? Espero que a estas alturas del artículo tú también hayas llegado a la misma conclusión que yo, estamos dejando de educar en aquello que costó tanto conseguir y que todavía estaba demasiado inmaduro.

No es que estemos maleducando, es que no estamos educando, al menos intencionadamente. Les decimos a nuestros hijos e hijas que son iguales, que tienen que estudiar y sacar buenas notas, y trabajar. Pero también les estamos diciendo con nuestros modelos (ojo, revisión a nuestros modelos) que las niñas tienen que ser madres, también, que tienen que cuidarse para estar de “muy buen ver” (como dice Carmen París en su canción del mismo título), que tienen que mostrar que son mujeres del Siglo XXI, que para estar completas han de acometer un montón de tareas más que las que acometían antes nuestras madres (sus abuelas), y que normalmente suman a las que ya teníamos acumuladas. También estamos transmitiendo que los celos son la muestra mejor de que te quieren, transmitimos que tener una pareja es tener un “propietario” que tiene derecho a fiscalizar tu vida privada, y ahora sí, a través de las redes, de tu conexión con el mundo exterior. Conozco casos de gente que me han invitado a conectar en Facebook aunque no los conozco porque son pareja de mi amigo… puede ser que quiera conocerme, pero me hace sospechar que es para controlar que su pareja no “ligotea” conmigo, otra vez posesión.

Hace muchos años, cuando mis hijas eran muy pequeñas (quizás 7 años) les dije que ellas no eran mías. Esta frase les sorprendió mucho, porque un niño de 7 años siente que es “propiedad” de sus padres. Les expliqué que ellas eran suyas, y solo suyas, que yo era su madre, pero no eran mías. Seguramente a estas alturas estés pensando que vaya galimatías para unas niñas de 7 años, pero te diré que esa explicación fue definitiva para lo que después han ido ellas elaborando en sus relaciones con la gente, de pareja, de amigos… No digo que sea suficiente, pero además de mostrar modelos adecuados, hemos de reforzar los mensajes coherentemente al modelo que queremos transmitir. ¿Lo hacemos?

Sabemos que el cerebro de un adolescente es diferente al del adulto, y también al del niño. Sabemos que manda más su cerebro “primitivo”, la amígdala, relacionada con las emociones, mucho menos racional que la corteza prefrontal (la encargada de dotar de razón, previsión…) que impera en el pensamiento adulto. Esto puede tener una relación directa con la falta de control de sus emociones, y quizás por eso sea más previsible un comportamiento más impulsivo. Pero también sabemos que si aprendemos a manejar y canalizar adecuadamente nuestras emociones, podemos también ayudar a la maduración y a la adecuada inteligencia. Y eso, se hace desde pequeños, poco a poco, trabajando en el día a día la enseñanza de determinados repertorios básicos de comportamiento que necesita todo ser humano para madurar y tener éxito el día de mañana. Desde mi punto de vista, estamos dejando de hacer eso, creemos que la maduración se produce sola, por genética, cuando hoy sabemos que la inteligencia se fomenta, se entrena, se canaliza. Hoy sabemos que la inteligencia es múltiple, y que la emocional tienen muchísimo peso en el resto. Sabemos todo eso, lo vemos también en la televisión, pero por alguna razón no estamos impulsando su desarrollo, ya no digo en las escuelas, digo sobre todo en las familias.

En una sociedad diversa, con familias muy diversas, no puede entrarnos en la cabeza este tipo de repuntes y retrocesos. Podemos buscar explicaciones externas a nuestra propia responsabilidad, pero eso no hará que deje de crecer. Debemos mirarnos y buscar dónde y cuándo estoy mostrando un modelo ancestral a mis hijos e hijas. Debemos enseñar y educar activamente en el respeto a uno mismo, y por tanto en el respeto a los demás. Mirar una conversación de whatsapp de tu pareja no está bien, tenga el contenido que tenga. Invadir su red social para “controlar” con quién se relaciona tampoco es permisible y no se puede dar ningún tipo de justificación ni comprensión. “Ser celoso y territorial” no está bien, ser celoso o celosa solo muestra inseguridad, inestabilidad y posesión, y hay que trabajar en ello. Los celos surgen de manera espontánea sin poder controlarlos, eso es cierto, pero mirarse a uno mismo y trabajarse los celos es parte del trabajo que puede hacer un ser humano frente a un ser no humano. Tampoco es normal que las chicas enuncien cosas como: ”A lo mejor también la mujer le machaca y un día le llega a agobiar tanto que no puede más y salta. Pero luego, cuando ya piensa bien las cosas se arrepiente de lo que ha hecho“, o ”Se pone histérico y te hace así y tal, pero nunca me ha llegado a pegar. Pero no me deja ni tener amigos… chicos“, esos son comentarios que también están mostrando la asunción por parte de la mujer del machismo. Existe una culpabilización, en todos los comentarios, de la víctima. No permitamos que esto suceda, no dejemos de hacer lo que tenemos la obligación de hacer: educar en la igualdad. Tenemos que conseguir que haya más niñas como la de la siguiente noticia, que defiendan la definición de la mujer por lo que hace y no por su físico: http://www.publimetro.cl/nota/mundo/nina-surfista-de-13-anos-arruina-reputacion-de-revista-machista/oEpnda!I5DM9z8tZZY_itRcVYc5Zw/

Por último, y porque creo que ya hay material para pensar un rato, os dejo otro artículo de esta misma semana, esta vez del País, dando cifras sobre violencia de género y adolescentes… para seguir pensando: http://sociedad.elpais.com/sociedad/2014/04/03/actualidad/1396525696_422384.html.

Y un vídeo en clave de humor, no va a ser todo “serio”

http://www.upsocl.com/diversidad/por-mas-que-mucha-gente-lo-siga-repitiendo-hay-algo-sobre-la-violencia-de-genero-que-no-tiene-pies-ni-cabeza-es-tu-culpa/#