“Guía de comunicación no sexista”

Instituto Cervantes, Guía de Comunicación no sexista. Primera edición, talleres gráficos de Top Printer Plus, S.L.L (Móstoles, Madrid): Editorial Aguilar, Santillana Ediciones Generales, S.L., 2011. 260 páginas, ISBN: 978-84-03-10203-3.

La Guía de Comunicación no Sexista ha sido escrita por el Instituto Cervantes, una institución pública creada por España en 1991 para la enseñanza y promoción de la lengua española, así como para la difusión de la cultura hispanoamericana y española. Hay centros de la institución por los cinco continentes, algunas de sus sedes se encuentran en Madrid y en el lugar de nacimiento de Miguel de Cervantes, Alcalá de Henares.

Como su propio nombre indica, este libro es una guía que presenta alternativas dentro de nuestro lenguaje para una comunicación que no sea sexista. Como guía, no tiene ningún hilo argumental, de hecho, se puede saltar de capítulo según el que más interese. Su objetivo principal es aconsejar sobre diferentes alternativas para que la comunicación no apoye la sociedad sexista que aún no se ha resuelto. El Instituto Cervantes sostiene que el lenguaje es reflejo de la sociedad que habitamos, por ello, crea esta guía para que se empiecen a utilizar otros recursos a los comunes y de esa manera avanzar hacia una sociedad no sexista. Además, este libro da otras alternativas distintas a, por ejemplo, el desdoblamiento o la barra inclinada, que son los más utilizados por los preocupados por una sociedad no sexista, pero no siempre los más adecuados al contexto.

El libro cuenta con cuatro partes en las que explica las distintas posibilidades de comunicación al referirse a un conjunto de personas formado por hombres y mujeres en los diferentes niveles del lenguaje. La primera parte, “género y sexismo lingüístico en el nivel gramatical”, aporta en primer lugar las características teóricas del genérico en castellano, así como explica el uso del masculino genérico, cuándo es normativo utilizarlo y cuándo se puede omitir. Lo más interesante de esta primera parte es ver cómo no siempre el masculino genérico hace una distinción sexista entre géneros y cómo, cuando si sucede, se puede evitar usando otras alternativas como el desdoblamiento, pronombres relativos que no presentan cambios de género o incluso cambiar el orden de las palabras dándole prioridad al femenino. Para concluir, en esta primera parte hace especial referencia a la importancia de la concordancia del artículo, sin bien es posible la reducción del mismo, es conveniente prestar atención a esa concordancia.
En la segunda parte, “género y sexismo en el nivel léxico-semántico”, da alternativas a aquellos términos que, por tradición, tienen su genérico en masculino como el genérico “hombre” o ciertas profesiones. Como una alternativa posible, destaca la utilización de sustantivos colectivos o abstractos. Es importante prestar atención a esta parte, explica el Instituto Cervantes que, a o largo de la historia, es cierto que algunas profesiones eran llevadas a cabo casi exclusivamente por hombres y que, hasta hace más bien poco tiempo, muchas de ellas no eran realizadas por mujeres y al revés. Algunas de estas profesiones pueden ser “médico”, “azafata”, “concejal”, etc. Aquí explica la feminización del término masculino, así como la masculinización del sustantivo femenino. Sostiene que se deben utilizar términos como “médica”, “azafato” o, incluso, “matrón” ya que la nuestra es una lengua viva y, como tal, poco a poco nosotros mismos hacemos la lengua y se van estandarizando términos según evolucionamos, por ello que el lenguaje sea reflejo de la sociedad en la que habitamos. No obstante, en esta parte también incluye aquellos sustantivos comunes en cuanto al género como los compuestos o los que aluden a la persona que toca un instrumento, para estos sostiene que se debe utilizar el articulo correspondiente al género de la persona a la que se refiere. Para terminar, a lo largo de esta parte el libro hace notar que, algunos términos que son posibles de emplear, la Academia de la Lengua no los ha aceptado aún, lo que hace más evidente que la lengua no es solo una norma escrita sobre el papel, sino un instrumento que las personas utilizan para comunicarse y que, como tal, debe reflejar las necesidades de las mismas.
La tercera parte, “género y sexismo en el discurso”, está dedicada a todas las alternativas posibles para hacer de un discurso, sea del ámbito que sea, un texto sin evidencias de sexismo. En primer lugar comenta los diferentes fenómenos dentro del discurso que pueden ser sexistas, aquí hace hincapié en que “el sexismo no está en el lenguaje, sino en la persona” (pág. 111) , es decir, el castellano tiene recursos suficientes para que la comunicación no sea sexista y que, si no se utilizan, es por voluntad propia o desconocimiento. Continúa con una serie de criterios para la naturalidad del discurso y, sobre todo, la coherencia del mismo. Es en esta parte donde más destaca la pertinencia o no del desdoblamiento (dependiendo del contexto y de la longitud del mensaje) y las varias alternativas que existen al masculino genérico. Por último, considera realmente importante los distintos ámbitos del discurso y las diferentes recomendaciones para cada uno. Por ejemplo, en el ámbito de la educación es importante realizar una comunicación no sexista tanto en el material didáctico como en el discurso del profesorado, ya que, el principio para conseguir, tanto una sociedad como una comunicación no sexistas, reside en la educación. De la misma manera, proporciona recomendaciones para un buen discurso en el ámbito de los actos sociales públicos, algo muy actual por todos los discursos de políticos que se escuchan casi diariamente. Es interesante en esta parte cómo, para hacer evidente en qué consiste un buen discurso no sexista, incluye ejemplos de discursos reales que realizaron importantes personajes de nuestra sociedad.
En la cuarta y última parte, “género y sexismo a través de la imagen”, se explica que la comunicación abarca más allá de la gramática, la sintaxis, los discursos orales y escritos, etc. También se da comunicación y también puede ser sexista a través de la imagen, por ello dedica esta parte a una serie de estrategias para un trato más igualitario. Primero destaca la importancia de que exista una conexión entre lenguaje e imagen, entre mensaje verbal y no verbal y que, ambos, reflejen una igualdad entre los personajes que aparezcan. Así mismo dedica un capítulo a los estereotipos y roles, destacando la necesidad de un trato igualitario en el ámbito social y profesional, académico y educativo, así como, sobre todo, en la publicidad. Gran parte de la comunicación sexista viene dada por la cantidad de anuncios que se proyectan, por ello, el Instituto Cervantes considera que es más que necesario que aquí se proporcione un trato igualitario entre productos y personajes de los anuncios, evitando unos estereotipos y roles que han perseguido a la sociedad a lo largo de su historia.
Para terminar, me ha resultado interesante como, al final del libro, incluyen un anexo con un listado de oficios, profesiones y cargos relacionados con todo tipo de ámbitos, reflejando los posibles términos en masculino y femenino de los mismos, por ejemplo “música-músico”, “sastre-sastra”, “abad-abadesa”, “edil-edila”, etc.

Lo más interesante de esta guía es que, a partir de la propia lengua, proporciona un gran número de alternativas. Es decir, afirma que no es necesario inventarse nuevas fórmulas para construir un lenguaje no sexista, sino que dentro del propio castellano existen distintos recursos que hacen posible la comunicación y el trato igualitario entre géneros. Pone el acento en temas como la importancia del contexto, de la concordancia entre artículo, sustantivo y adjetivo, la utilización correcta de las profesiones, la naturalidad a la hora de utilizar recursos no sexistas y la importancia de prestar un poco de atención a esas alternativas para colaborar en una comunicación más igualitaria. 
La defensa del castellano, de que el hablante hace a la lengua y no solo la habla y de que una comunicación no sexista es posible, son algunas de las características de esta guía. Es sencilla, está estructurada y puede ser útil en cualquier momento que se necesite consultar una situación o un contexto determinado y qué es posible utilizar en cada caso. Es un tema mucho más grande que solo el desdoblamiento o inventarse un genérico utilizando la “x” (todxs*), abarca una serie de recomendaciones más que suficientes para un lenguaje correcto e igualitario. Al ser una Institución que defiende y difunde la lengua castellana, no se sale de las normas de la misma, es decir, no propone soluciones incorrectas gramaticalmente e intenta hacer natural el uso de las que si lo son. También es cierto que, algunos de estos recursos que propone la guía, puedan resultar confusos, extraños o complicados de utilizar. Quizá esto sea tan solo por no estar acostumbrado a su uso, si desde pequeños enseñan a utilizar un masculino genérico y, por ejemplo, un uso generalizado de “hombre”, es más complicado a la hora de usar términos distintos (que no nuevos) para las mismas expresiones u oraciones.
Por todo ello considero que esta guía es muy útil, porque no solo atiende a la norma, sino que también proporciona un uso natural, teniendo en cuenta los distintos contextos y la evolución de la sociedad, de una comunicación no sexista. Prestar un poco más de atención a la hora de comunicarnos, utilizar un lenguaje no sexista, es solo el principio para conseguir una sociedad que trate de la misma manera a hombres y a mujeres.

Decidimos

El principal problema de nuestra sociedad es que hemos malentendido el término “feminismo”. Le hemos atribuido un significado de inferioridad respecto a importancia, consideramos que es un tema exclusivamente de la mujer y hemos decidido que, el machismo, micromachismos y lenguaje sexista, no son para tanto.
El primer paso que debemos dar para empezar un verdadero cambio es asumir y aceptar la situación en la que nos encontramos, no solo basta con decir que la mujer se encuentra en inferioridad en relación al hombre, escandalizarnos cada vez que vemos la cifra de asesinatos machistas y poner un puño morado en nuestro perfil de Facebook el 8 de Marzo. Todo eso está muy bien, si también decidimos cambiar situaciones de nuestro día a día.
Uno de los problemas importantes hoy en día es el tema que abarca el lenguaje, hemos decidido hablar tan sumamente bien que no nos damos cuenta del verdadero significado de algunas palabras y expresiones. Nos preocupamos tanto por no cometer errores ortográficos, léxicos y morfosintácticos teniendo en cuenta nuestra academia de la lengua que nos hemos olvidado de respetar y no ofender a la persona que tenemos al lado. Cambiar o, mejor dicho, evolucionar nuestra manera de hablar y nuestra lengua no solo dejaría de perjudicar a la mujer sino también al hombre, y eso es algo que tampoco recordamos. El término feminismo busca una igualdad entre ambos géneros, no la superioridad de uno solo, no busca hacer pasar a la sociedad por otra situación igual pero al revés.
Cuando empleamos palabras como “marica”, “llorica”, “nenaza”, “calientapollas”, “puta” y todos sus sinónimos, etc., o expresiones como “hay que ayudar a mamá en la cocina”, “vas provocando así vestida”, “eres una fresca/guarra”, “papá es que trabaja mucho y vuelve muy cansado”, etc., estamos asumiendo unos roles antiguos y culturales que, si no aceptamos, no cambiaremos jamás. No se trata de cambiar las normas lingüísticas, se trata de hablar de forma diferente, de emplear otras palabras que consigan mantener una igualdad entre ambos géneros para que “nenaza” no sea un insulto y “puta” sirva solo como sinónimo de prostituta, para que usemos un neutro verdaderamente neutro, para que nunca más tengamos que sentirnos inferiores cuando se refieran a todas las personas con un neutro en masculino.
Por ello el lenguaje es tan importante, por eso cargos públicos han empezado a utilizar el masculino y femenino cuando se refieres a todas las personas. Sin embargo, esto no quiere decir que la solución sea desdoblar todas las palabras del diccionario, pero si es un comienzo para evolucionar un lenguaje que tradicional y culturalmente ha infravalorado y desprestigiado a la mujer por el simple hecho de ser mujer.

Decidimos

El principal problema de nuestra sociedad es que hemos malentendido el término “feminismo”. Le hemos atribuido un significado de inferioridad respecto a importancia, consideramos que es un tema exclusivamente de la mujer y hemos decidido que, el machismo, micromachismos y lenguaje sexista, no son para tanto.
El primer paso que debemos dar para empezar un verdadero cambio es asumir y aceptar la situación en la que nos encontramos, no solo basta con decir que la mujer se encuentra en inferioridad en relación al hombre, escandalizarnos cada vez que vemos la cifra de asesinatos machistas y poner un puño morado en nuestro perfil de Facebook el 8 de Marzo. Todo eso está muy bien, si también decidimos cambiar situaciones de nuestro día a día.
Uno de los problemas importantes hoy en día es el tema que abarca el lenguaje, hemos decidido hablar tan sumamente bien que no nos damos cuenta del verdadero significado de algunas palabras y expresiones. Nos preocupamos tanto por no cometer errores ortográficos, léxicos y morfosintácticos teniendo en cuenta nuestra academia de la lengua que nos hemos olvidado de respetar y no ofender a la persona que tenemos al lado. Cambiar o, mejor dicho, evolucionar nuestra manera de hablar y nuestra lengua no solo dejaría de perjudicar a la mujer sino también al hombre, y eso es algo que tampoco recordamos. El término feminismo busca una igualdad entre ambos géneros, no la superioridad de uno solo, no busca hacer pasar a la sociedad por otra situación igual pero al revés.
Cuando empleamos palabras como “marica”, “llorica”, “nenaza”, “calientapollas”, “puta” y todos sus sinónimos, etc., o expresiones como “hay que ayudar a mamá en la cocina”, “vas provocando así vestida”, “eres una fresca/guarra”, “papá es que trabaja mucho y vuelve muy cansado”, etc., estamos asumiendo unos roles antiguos y culturales que, si no aceptamos, no cambiaremos jamás. No se trata de cambiar las normas lingüísticas, se trata de hablar de forma diferente, de emplear otras palabras que consigan mantener una igualdad entre ambos géneros para que “nenaza” no sea un insulto y “puta” sirva solo como sinónimo de prostituta, para que usemos un neutro verdaderamente neutro, para que nunca más tengamos que sentirnos inferiores cuando se refieran a todas las personas con un neutro en masculino.
Por ello el lenguaje es tan importante, por eso cargos públicos han empezado a utilizar el masculino y femenino cuando se refieres a todas las personas. Sin embargo, esto no quiere decir que la solución sea desdoblar todas las palabras del diccionario, pero si es un comienzo para evolucionar un lenguaje que tradicional y culturalmente ha infravalorado y desprestigiado a la mujer por el simple hecho de ser mujer.

Decidimos

El principal problema de nuestra sociedad es que hemos malentendido el término “feminismo”. Le hemos atribuido un significado de inferioridad respecto a importancia, consideramos que es un tema exclusivamente de la mujer y hemos decidido que, el machismo, micromachismos y lenguaje sexista, no son para tanto.
El primer paso que debemos dar para empezar un verdadero cambio es asumir y aceptar la situación en la que nos encontramos, no solo basta con decir que la mujer se encuentra en inferioridad en relación al hombre, escandalizarnos cada vez que vemos la cifra de asesinatos machistas y poner un puño morado en nuestro perfil de Facebook el 8 de Marzo. Todo eso está muy bien, si también decidimos cambiar situaciones de nuestro día a día.

Uno de los problemas importantes hoy en día es el tema que abarca el lenguaje, hemos decidido hablar tan sumamente bien que no nos damos cuenta del verdadero significado de algunas palabras y expresiones. Nos preocupamos tanto por no cometer errores ortográficos, léxicos y morfosintácticos teniendo en cuenta nuestra academia de la lengua que nos hemos olvidado de respetar y no ofender a la persona que tenemos al lado. Cambiar o, mejor dicho, evolucionar nuestra manera de hablar y nuestra lengua no solo dejaría de perjudicar a la mujer sino también al hombre, y eso es algo que tampoco recordamos. El término feminismo busca una igualdad entre ambos géneros, no la superioridad de uno solo, no busca hacer pasar a la sociedad por otra situación igual pero al revés.

Cuando empleamos palabras como “marica”, “llorica”, “nenaza”, “calientapollas”, “puta” y todos sus sinónimos, etc., o expresiones como “hay que ayudar a mamá en la cocina”, “vas provocando así vestida”, “eres una fresca/guarra”, “papá es que trabaja mucho y vuelve muy cansado”, etc., estamos asumiendo unos roles antiguos y culturales que, si no aceptamos, no cambiaremos jamás. No se trata de cambiar las normas lingüísticas, se trata de hablar de forma diferente, de emplear otras palabras que consigan mantener una igualdad entre ambos géneros para que “nenaza” no sea un insulto y “puta” sirva solo como sinónimo de prostituta, para que usemos un neutro verdaderamente neutro, para que nunca más tengamos que sentirnos inferiores cuando se refieran a todas las personas con un neutro en masculino.

Por ello el lenguaje es tan importante, por eso cargos públicos han empezado a utilizar el masculino y femenino cuando se refieres a todas las personas. Sin embargo, esto no quiere decir que la solución sea desdoblar todas las palabras del diccionario, pero si es un comienzo para evolucionar un lenguaje que tradicional y culturalmente ha infravalorado y desprestigiado a la mujer por el simple hecho de ser mujer.

Decidimos

El principal problema de nuestra sociedad es que hemos malentendido el término “feminismo”. Le hemos atribuido un significado de inferioridad respecto a importancia, consideramos que es un tema exclusivamente de la mujer y hemos decidido que, el machismo, micromachismos y lenguaje sexista, no son para tanto.

El primer paso que debemos dar para empezar un verdadero cambio es asumir y aceptar la situación en la que nos encontramos, no solo basta con decir que la mujer se encuentra en inferioridad en relación al hombre, escandalizarnos cada vez que vemos la cifra de asesinatos machistas y poner un puño morado en nuestro perfil de Facebook el 8 de Marzo. Todo eso está muy bien, si también decidimos cambiar situaciones de nuestro día a día.

Uno de los problemas importantes hoy en día es el tema que abarca el lenguaje, hemos decidido hablar tan sumamente bien que no nos damos cuenta del verdadero significado de algunas palabras y expresiones. Nos preocupamos tanto por no cometer errores ortográficos, léxicos y morfosintácticos teniendo en cuenta nuestra academia de la lengua que nos hemos olvidado de respetar y no ofender a la persona que tenemos al lado. Cambiar o, mejor dicho, evolucionar nuestra manera de hablar y nuestra lengua no solo dejaría de perjudicar a la mujer sino también al hombre, y eso es algo que tampoco recordamos. El término feminismo busca una igualdad entre ambos géneros, no la superioridad de uno solo, no busca hacer pasar a la sociedad por otra situación igual pero al revés.

Cuando empleamos palabras como “marica”, “llorica”, “nenaza”, “calientapollas”, “puta” y todos sus sinónimos, etc., o expresiones como “hay que ayudar a mamá en la cocina”, “vas provocando así vestida”, “eres una fresca/guarra”, “papá es que trabaja mucho y vuelve muy cansado”, etc., estamos asumiendo unos roles antiguos y culturales que, si no aceptamos, no cambiaremos jamás. No se trata de cambiar las normas lingüísticas, se trata de hablar de forma diferente, de emplear otras palabras que consigan mantener una igualdad entre ambos géneros para que “nenaza” no sea un insulto y “puta” sirva solo como sinónimo de prostituta, para que usemos un neutro verdaderamente neutro, para que nunca más tengamos que sentirnos inferiores cuando se refieran a todas las personas con un neutro en masculino.

Por ello el lenguaje es tan importante, por eso cargos públicos han empezado a utilizar el masculino y femenino cuando se refieres a todas las personas. Sin embargo, esto no quiere decir que la solución sea desdoblar todas las palabras del diccionario, pero si es un comienzo para evolucionar un lenguaje que tradicional y culturalmente ha infravalorado y desprestigiado a la mujer por el simple hecho de ser mujer.

Decidimos

El principal problema de nuestra sociedad es que hemos malentendido el término “feminismo”. Le hemos atribuido un significado de inferioridad respecto a importancia, consideramos que es un tema exclusivamente de la mujer y hemos decidido que, el machismo, micromachismos y lenguaje sexista, no son para tanto.

El primer paso que debemos dar para empezar un verdadero cambio es asumir y aceptar la situación en la que nos encontramos, no solo basta con decir que la mujer se encuentra en inferioridad en relación al hombre, escandalizarnos cada vez que vemos la cifra de asesinatos machistas y poner un puño morado en nuestro perfil de Facebook el 8 de Marzo. Todo eso está muy bien, si también decidimos cambiar situaciones de nuestro día a día.

Uno de los problemas importantes hoy en día es el tema que abarca el lenguaje, hemos decidido hablar tan sumamente bien que no nos damos cuenta del verdadero significado de algunas palabras y expresiones. Nos preocupamos tanto por no cometer errores ortográficos, léxicos y morfosintácticos teniendo en cuenta nuestra academia de la lengua que nos hemos olvidado de respetar y no ofender a la persona que tenemos al lado. Cambiar o, mejor dicho, evolucionar nuestra manera de hablar y nuestra lengua no solo dejaría de perjudicar a la mujer sino también al hombre, y eso es algo que tampoco recordamos. El término feminismo busca una igualdad entre ambos géneros, no la superioridad de uno solo, no busca hacer pasar a la sociedad por otra situación igual pero al revés.

Cuando empleamos palabras como “marica”, “llorica”, “nenaza”, “calientapollas”, “puta” y todos sus sinónimos, etc., o expresiones como “hay que ayudar a mamá en la cocina”, “vas provocando así vestida”, “eres una fresca/guarra”, “papá es que trabaja mucho y vuelve muy cansado”, etc., estamos asumiendo unos roles antiguos y culturales que, si no aceptamos, no cambiaremos jamás. No se trata de cambiar las normas lingüísticas, se trata de hablar de forma diferente, de emplear otras palabras que consigan mantener una igualdad entre ambos géneros para que “nenaza” no sea un insulto y “puta” sirva solo como sinónimo de prostituta, para que usemos un neutro verdaderamente neutro, para que nunca más tengamos que sentirnos inferiores cuando se refieran a todas las personas con un neutro en masculino.

Por ello el lenguaje es tan importante, por eso cargos públicos han empezado a utilizar el masculino y femenino cuando se refieres a todas las personas. Sin embargo, esto no quiere decir que la solución sea desdoblar todas las palabras del diccionario, pero si es un comienzo para evolucionar un lenguaje que tradicional y culturalmente ha infravalorado y desprestigiado a la mujer por el simple hecho de ser mujer.

Decidimos

El principal problema de nuestra sociedad es que hemos malentendido el término “feminismo”. Le hemos atribuido un significado de inferioridad respecto a importancia, consideramos que es un tema exclusivamente de la mujer y hemos decidido que, el machismo, micromachismos y lenguaje sexista, no son para tanto.

El primer paso que debemos dar para empezar un verdadero cambio es asumir y aceptar la situación en la que nos encontramos, no solo basta con decir que la mujer se encuentra en inferioridad en relación al hombre, escandalizarnos cada vez que vemos la cifra de asesinatos machistas y poner un puño morado en nuestro perfil de Facebook el 8 de Marzo. Todo eso está muy bien, si también decidimos cambiar situaciones de nuestro día a día.

Uno de los problemas importantes hoy en día es el tema que abarca el lenguaje, hemos decidido hablar tan sumamente bien que no nos damos cuenta del verdadero significado de algunas palabras y expresiones. Nos preocupamos tanto por no cometer errores ortográficos, léxicos y morfosintácticos teniendo en cuenta nuestra academia de la lengua que nos hemos olvidado de respetar y no ofender a la persona que tenemos al lado. Cambiar o, mejor dicho, evolucionar nuestra manera de hablar y nuestra lengua no solo dejaría de perjudicar a la mujer sino también al hombre, y eso es algo que tampoco recordamos. El término feminismo busca una igualdad entre ambos géneros, no la superioridad de uno solo, no busca hacer pasar a la sociedad por otra situación igual pero al revés.

Cuando empleamos palabras como “marica”, “llorica”, “nenaza”, “calientapollas”, “puta” y todos sus sinónimos, etc., o expresiones como “hay que ayudar a mamá en la cocina”, “vas provocando así vestida”, “eres una fresca/guarra”, “papá es que trabaja mucho y vuelve muy cansado”, etc., estamos asumiendo unos roles antiguos y culturales que, si no aceptamos, no cambiaremos jamás. No se trata de cambiar las normas lingüísticas, se trata de hablar de forma diferente, de emplear otras palabras que consigan mantener una igualdad entre ambos géneros para que “nenaza” no sea un insulto y “puta” sirva solo como sinónimo de prostituta, para que usemos un neutro verdaderamente neutro, para que nunca más tengamos que sentirnos inferiores cuando se refieran a todas las personas con un neutro en masculino.

Por ello el lenguaje es tan importante, por eso cargos públicos han empezado a utilizar el masculino y femenino cuando se refieres a todas las personas. Sin embargo, esto no quiere decir que la solución sea desdoblar todas las palabras del diccionario, pero si es un comienzo para evolucionar un lenguaje que tradicional y culturalmente ha infravalorado y desprestigiado a la mujer por el simple hecho de ser mujer.

Decidimos

El principal problema de nuestra sociedad es que hemos malentendido el término “feminismo”. Le hemos atribuido un significado de inferioridad respecto a importancia, consideramos que es un tema exclusivamente de la mujer y hemos decidido que, el machismo, micromachismos y lenguaje sexista, no son para tanto.

El primer paso que debemos dar para empezar un verdadero cambio es asumir y aceptar la situación en la que nos encontramos, no solo basta con decir que la mujer se encuentra en inferioridad en relación al hombre, escandalizarnos cada vez que vemos la cifra de asesinatos machistas y poner un puño morado en nuestro perfil de Facebook el 8 de Marzo. Todo eso está muy bien, si también decidimos cambiar situaciones de nuestro día a día.

Uno de los problemas importantes hoy en día es el tema que abarca el lenguaje, hemos decidido hablar tan sumamente bien que no nos damos cuenta del verdadero significado de algunas palabras y expresiones. Nos preocupamos tanto por no cometer errores ortográficos, léxicos y morfosintácticos teniendo en cuenta nuestra academia de la lengua que nos hemos olvidado de respetar y no ofender a la persona que tenemos al lado. Cambiar o, mejor dicho, evolucionar nuestra manera de hablar y nuestra lengua no solo dejaría de perjudicar a la mujer sino también al hombre, y eso es algo que tampoco recordamos. El término feminismo busca una igualdad entre ambos géneros, no la superioridad de uno solo, no busca hacer pasar a la sociedad por otra situación igual pero al revés.

Cuando empleamos palabras como “marica”, “llorica”, “nenaza”, “calientapollas”, “puta” y todos sus sinónimos, etc., o expresiones como “hay que ayudar a mamá en la cocina”, “vas provocando así vestida”, “eres una fresca/guarra”, “papá es que trabaja mucho y vuelve muy cansado”, etc., estamos asumiendo unos roles antiguos y culturales que, si no aceptamos, no cambiaremos jamás. No se trata de cambiar las normas lingüísticas, se trata de hablar de forma diferente, de emplear otras palabras que consigan mantener una igualdad entre ambos géneros para que “nenaza” no sea un insulto y “puta” sirva solo como sinónimo de prostituta, para que usemos un neutro verdaderamente neutro, para que nunca más tengamos que sentirnos inferiores cuando se refieran a todas las personas con un neutro en masculino.

Por ello el lenguaje es tan importante, por eso cargos públicos han empezado a utilizar el masculino y femenino cuando se refieres a todas las personas. Sin embargo, esto no quiere decir que la solución sea desdoblar todas las palabras del diccionario, pero si es un comienzo para evolucionar un lenguaje que tradicional y culturalmente ha infravalorado y desprestigiado a la mujer por el simple hecho de ser mujer.

Taller Habilidades de Comunicación no Verbal

El pasado día 21 de febrero, tuvo lugar en nuestra sede un Taller sobre Habilidades de Comunicación no Verbal.

El objetivo de este taller fue dar pautas esenciales de la comunicación mediante nuestro cuerpo. Conocer el lenguaje de nuestro cuerpo es fundamental ya que tiene un peso muy superior a la comunicación verbal. Se dice que alrededor del 70% es lenguaje corporal, frente al 30% del mensaje verbal.

Cuando hacemos una exposición oral en público, cuando charlamos con un amigo, cuando queremos negociar algo, o cuando estamos en una reunión frente a un grupo, nuestro cuerpo también habla y por eso en este taller trabajamos las barreras a la comunicación y los gestos reforzadores de la comunicación.

En un ambiente muy agradable transcurrió el taller en el que tomamos café, pastas y un estupendo bizcocho de manzana aportado por uno de los participantes. También ensayamos nuestros discursos frente a los demás, para ser conscientes de nuestras fortalezas y debilidades desde un punto de vista de la comunicación.

Gracias a todos y a todas, os esperamos en la próxima actividad!