Cuestión de género

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Lo seguimos haciendo, seguimos consintiendo que cada día nos desayunemos con “nuevo caso de violencia machista” en las radios, periódicos y redes de nuestro país. Seguimos torciendo el gesto algunas, y seguimos justificando otras. Todavía tenemos grabado en nuestro ADN la “explicación” de la violencia machista, de género, doméstica o pasional, como se llamaba antiguamente. Todavía bromeamos con chistes sobre “pegar” a la mujer, todavía toleramos cierto rango de flexibilidad ante la violencia y lo peor de todo es que todavía no nos damos cuenta.

Y es que existe la violencia en muchos lugares y momentos, de hecho la llevamos impregnada en nuestra piel desde el momento que tenemos que demostrar como mujeres que somos tan válidas o más que los hombres. Desde el momento en que ser madre te convierte en una especie de superheroina que ha de demostrar continuamente que puede reservarse un hueco donde desarrollarse también como persona independiente de su condición. Existe violencia en el lenguaje, claro que existe, pero aún justificamos con “el lenguaje es así”. Y con esto del lenguaje estoy cada vez más sorprendida, quizás porque últimamente me fijo más. En los últimos meses estoy observando como el uso genérico del grupo parece una agresión si se utiliza el femenino en vez del masculino cuando hay un solo hombre delante. Sé que no todos los hombres son así, y que a muchos les da igual, pero hay un alto porcentaje que saltan como si tuvieran un resorte si decimos “nosotras” en lugar de “nosotros”. Un ejemplo:

Estamos en clase de Yoga, hay tres mujeres y un hombre, el profesor dice “respiramos tranquilas”… cuando acaba la clase el hombre en cuestión, que además es un hombre deportista, moderno, espiritual, dice en tono de broma al profesor: “yo lo único que no he entendido bien es lo de respirar tranquilas”, destacando así que él es un hombre y que como tal no se le ha incluido en el genérico. El profesor argumenta, hay mayoría de mujeres, la mayoría manda. Alguien en la clase le dice, “qué mal lleváis los hombres esto, llevamos nosotras escuchando toda nuestra vida que nos llamen en masculino y nunca hemos protestado”, a lo que el resto de mujeres ni se pronuncia, el profesor se ríe, el hombre tuerce la sonrisa en una mueca de “ya salió la feminista de turno”.

Parece que no tiene importancia, de hecho no tiene ninguna importancia, pero a mí me hace pensar por qué es tan importante para ellos que les llamen, les mencionen por su género, quizás es que nuestro lenguaje tiene raíces profundamente masculinas, quizás es que hayamos alimentado durante siglos que el hombre tiene más derecho y por eso el genérico es masculino.

Esta cuestión del genérico grupal también lo he podido observar recientemente en niños de 5 años de edad. Si mencionas en un grupo de chicas y chicos el grupal femenino, rápidamente un niño dirá “¿Y nosotros?”, como si ellos no estuviesen incluidos en ese genérico grupal femenino. Si lo comento con las adultas responsables dirán, es normal, el genérico es masculino. Pero pensemos por favor un momento por qué el genérico es masculino, por qué solo puede usarse el femenino si hay mayoría de mujeres, y por qué les molesta tanto a algunos hombres, y no tan hombres, que les incluyan en un genérico femenino… pensemos… ¿ya? La única razón es porque el mundo ha pertenecido al hombre desde hace mucho tiempo, es el que salía a cazar según nos han contado, y el que ha traído el pan, es el que ha resguardado y cobijado a la pobre mujer que, por otra parte, sólo se encargaba de perpetuar la especie (cosa de nada), administrar y transformar el famoso pan que traía el hombre.

Pero claro, ahora vamos las mujeres y queremos ser como ellos, queremos salir a cazar, queremos traer el pan… y mira que hace tiempo que llevamos haciéndolo, pero aún no hemos asumido que lo de perpetuar la especie no es sólo responsabilidad nuestra, aún no hemos entendido que salir de casa a trabajar, tener ocio, y desarrollo personal no es un extra añadido a nuestras labores de género. Aún no hemos entendido que no tenemos que justificar en todo momento qué significa ser mujer hoy.

Me obsesiona cada vez más la herencia educativa que estamos dejando a nuestras hijas e hijos, que un niño de cinco años reivindique su genérico masculino es muy llamativo, tan llamativo como que una joven deje leer sus mensajes de móvil a su pareja que la quiere controlar porque la ama tanto que tiene que enseñarle lo que puede o no puede hacer y decir. Lo peor es que justificamos este tipo de actos como “cosas de chiquillos” o “cosas de celos”, lo peor es que no les paramos en seco y les decimos que ese comportamiento no tiene ningún tipo de tolerancia ni flexibilidad. Sentir celos no es romántico, y así hemos de hacérselo ver a nuestras hijas y a nuestros hijos. Las personas no se poseen.

Hay quien  dirá que también existe violencia sobre los hombres, también existen celos de las chicas y control de éstas hacia sus parejas masculinas, y es verdad. Pero no voy a entrar en un debate de si hay o no igual violencia en un sentido que en otro, porque justificar la violencia sobre la mujer porque también éstas la ejercen sobre los hombres es tan estúpido como decir que no vamos a luchar contra el cáncer porque también existe el sida… Pero es que además, la violencia sobre la mujer es en cifras muy superior a la violencia sobre el hombre en cuestión de género, y esto nos lo tenemos que meter en la cabeza si queremos tener y dejar una sociedad sana a nuestras generaciones venideras.

No hace falta llegar a escuchar, nuevo caso de violencia machista en la radio, la violencia está presente desde el momento en que hay diferencias a la hora de conseguir un salario igualitario por el mismo trabajo, desde el momento en que una mujer que va sola por la calle de noche  siente inquietud, desde el momento en que hemos de justificar que si somos mayoría podemos usar el “nosotras”, desde el momento en que alguien te mira descaradamente por la calle por ser “bonita”, no digamos ya si además de mirar te dice burradas. También desde el momento en que yendo por la calle con tus hijas adolescentes, las silban, piropean y babosean contigo delante, pero nunca lo harían si fueran con su padre.

La verdad, tenemos mucho recorrido en esto del género, y el primer paso es dejar de justificar cualquier acción, por pequeña que sea, que tenga tintes de desigualdad. Hay mucha gente que dice “es que los hombres y las mujeres no somos iguales”, y es verdad, físicamente somos distintos (faltaría más), pero es que en esto de la igualdad no estamos hablando de ser iguales, estamos hablando de poder ser iguales. Nos han negado durante siglos la opción a ser iguales, y las soluciones para hacernos creer que lo somos pasan por la igualdad en cifras, por la paridad. Esto de la paridad se ha inventado para no permitir nunca que pueda haber mayoría de mujeres, reconocedme que es un nuevo gol a nuestra lucha. Queremos poder estar en igualdad de condiciones que cualquier hombre, porque antes de ser mujeres somos personas, personas que llevamos siglos de lucha para poder estar sin demostrar, sin justificar. Personas que pueden decidir renunciar a su condición física y no ser madres sin tener que justificarse por ello. Personas que pueden decidir vivir solas, sin tener que justificarse por ello. Personas que pueden decidir criar a sus hijas e hijos y nada más, sin tener que justificarse por ello.

Así que, en cuestión de género, aún tenemos mucho que hacer, empezando por reivindicar que “nosotras” también es un genérico del lenguaje.

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