La fiesta

Aquella mañana era como cualquier otra, me levanté y preparé el desayuno  como todos los días. Zumo de naranja, café con leche, tostadas de pan con aceite de oliva y cereales. Fui a despertar a Laura para compartir el desayuno. Ella dormía todavía, y cuando abrió los ojos no sonrió, simplemente me miró y se dio la vuelta sin ni siquiera dar los buenos días.

La noche anterior Laura me había dicho que no se sentía feliz, que quería dejarme, ¡a mí! La verdad es que no la creí, pero después de ver su cara aquella mañana, llegué a la conclusión de que aún no se le había pasado el disgusto. No sé qué es lo que podría haberle pasado, por más que le pregunté no conseguí que me dijera qué es lo que le había enfadado. Ella simplemente me miró y me habló con una voz muy triste que todavía hoy me perturba. Sólo me dijo, “déjame en paz”.

El caso es que esa noche estuvimos en la fiesta de Paca, y que yo sepa, no sucedió nada especial. El ambiente era el mismo que otras veces, la bebida, la música, la coca. Laura, sin embargo, parecía no sentirse bien y decidimos irnos antes de la fiesta, aunque fuera una faena porque estábamos celebrando el estreno de nuestra película. La casa estaba llena de gente, y yo había estado tonteando con una de las actrices secundarias. Pero eso no pudo ser lo que molestó a Laura, ella también lo hacía alguna vez, y además, no fue nada serio. También tomé un poco de coca y algún que otro cubata, pero es que siempre era así, cubatas, drogas, tonteo con las chicas. Laura lo conocía muy bien, ella formaba parte de ese ambiente.

Pero me dijo que se sentía mal y decidimos marcharnos. Cuando llegamos a casa me soltó que me dejaba. De verdad que no lo entendí, pensé que se había pasado con las copas, quizás era fruto de su malestar. Por más que pensaba no conseguía saber qué podría haberle pasado para acabar con nuestra relación. Llevábamos casados cuatro años, y que yo sepa, siempre habíamos sido felices.

Tomé el desayuno a solas, me vestí y me fui a dar una vuelta. No tenía nada que hacer hasta la tarde. Estuve paseando un buen rato, pensando en Laura, y en esa voz tan fría que había utilizado para decirme “déjame en paz”. Habíamos pasado tanto juntos que cada vez me resultaba más difícil de creer y empecé a pensar que todo era una broma pesada. Decidí volver al apartamento para hablar con ella, seguramente me estaría esperando con los brazos abiertos para decirme que todo había sido un chiste, y que cada día me quería más.

Sin embargo, cuando llegué al apartamento ella ya no estaba allí, tampoco sus cosas. Era como si nunca hubiese vivido conmigo. Ni siquiera dejó una nota de despedida. ¿Cómo podía ser? ¿por qué me trataba así? Tan sólo había estado tonteando con aquella actriz, nos dimos algún que otro beso, pero todo delante de Laura. No me fui con ella a ninguna habitación, ni intercambiamos teléfonos, y eso que me apetecía muchísimo.

Salí de casa otra vez, y me fui directo al garaje. Quería dar una vuelta, pensé en ir a casa de su amiga Teresa, seguramente ella sabría dónde estaba. Pero cuando llegué hasta el coche, me encontré con que estaba totalmente abollado en la parte delantera, parecía que alguien me había dado un golpe con muy mala leche. ¿Habrá sido Laura antes de irse? No puede ser, ella no es así. Me acerqué un poco más hacia el golpe y entonces lo vi. Tenía salpicaduras de sangre. ¿Cómo podía ser? Yo recordaba haber aparcado la noche anterior después de la fiesta con Laura… con Laura, ¡claro! Me estaba gritando, eso es, estaba como loca diciéndome que me iba a dejar, pero ¿por qué? ¿y por qué mi coche tenía sangre?

Acerqué la mano y comprobé que realmente era sangre y que no era reciente. Empecé a sentirme mal, la cabeza me daba vueltas, y el estómago también. Me apoyé sobre el coche y cerré los ojos. Comencé a ver imágenes sueltas de gente arremolinada, a escuchar gritos, voces, la mirada de Laura. ¡Dios! De repente, cuando abrí los ojos pude ver con claridad lo ocurrido la noche anterior.

Es cierto que estuvimos en la fiesta de Paca, también que tomé algunas copas, un poco de coca, o no tan poco, y me di algunos besos con esa actriz. La verdad es que tenía un buen polvo, y a mí me apetecía muchísimo echárselo, pero Laura me pidió que nos fuéramos, no se encontraba bien. A mí me sentó mal, esa es la verdad, ahora me doy cuenta que no fui muy amable con ella. Le respondí mal, le dije que siempre tenía que aguarme la fiesta. Pero ella se limitó a mirarme y decirme que por favor nos fuéramos. Malhumorado arranqué el coche y nos fuimos. Ella estaba en silencio a mi lado, y yo cada vez estaba más cabreado, no podía dejar de pensar en que siempre me lo estropeaba todo, no sé qué manía le había dado con no dejarme que me divirtiera. Si ella lo estaba pasando mal, no sé por qué no se iba y me dejaba en paz. Todo eso pasaba por mi cabeza a toda velocidad, cada vez más rápido.

De repente algo se cruzó en mi camino, o no sé, creo que en realidad me salté un semáforo en rojo. No lo recuerdo bien, pero sé que atropellé a una persona. Mientras estaba apoyado en el coche aquella mañana en el garaje, la mañana en que Laura se marchó, pude ver claramente cómo saltaba por los aires, cómo se quedaba tendida en el asfalto, las personas que se acercaban a ver qué había pasado. Pero sobre todo veía la cara de Laura, aterrorizada, mirándome mientras yo pisaba más a fondo el acelerador, sin parar ni siquiera para llamar a una ambulancia. No podía permitírmelo, la gente me reconocería, sería el fin de mi carrera. No paré.

Creo que fue después cuando empezó a chillarme y después nada, el silencio, el frío y su vacío.

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