¿Aprendemos juntos?

juntos

Ayer terminé, junto a mi compañero Abraham del Caño (@Abramchu), un curso de formación realmente gratificante sobre Aprendizaje Cooperativo. Los que más me conocen saben que es un tema que me apasiona, sobre el que formo pero que nunca dejo de aprender. Y es que creo que esta metodología es más que nunca necesaria y urgente. Creo que estamos ante una serie de cambios sociales, culturales y, en definitiva, generacionales que hacen que aprender juntos sea una necesidad y no una más de las metodologías que podemos poner en marcha. Nuestros alumnos piden a gritos que les enseñemos a cooperar, nos están pidiendo transformar el mundo, que pasemos de la “Jungla” en la que algunos dicen que viven, al “Paraíso” de la creatividad y la innovación.

Las TIC nos están dando la excusa, ya hay muy poca gente en el entorno educativo que se resista a acercarse a ellas (hoy leía que tan solo un 5% del profesorado no está interesado), pero las TIC sin un cambio en el orden de las cosas será una vez más el parche que no consigue solucionar los problemas a los que tendrán que enfrentarse.

Y nosotros, generación anterior a esta, seguimos resistiéndonos a creer en un mundo diferente, seguimos teniendo miedo al cambio, a cambiar las estrategias y estructuras de aprendizaje en el aula, desconfiamos de la capacidad de nuestros alumnos para aprender a respetarse, cooperar y competir sanamente. Y tenemos miedo de que en el mundo de los adultos se comprenda la necesidad de este cambio.

Pero estamos en el 2012, ante un mundo en constante cambio, donde las tecnologías han transformado nuestra forma de pensar, donde nuestros alumnos han crecido y en el que suceden cosas curiosas como movimientos espontáneos en la calle. Estamos asistiendo a transformaciones lentas pero seguras en la importancia de la creatividad, de la emocionalidad y del disfrute. Estamos asistiendo a un entorno que persigue romper con estructuras antiguas y arcaicas para dar paso a movimientos en red, espontáneos, frescos y, la mayor parte de las veces, poco estructurados.

Así que ¿no merece la pena embarcarse en algo que permitirá a nuestros alumnos adaptarse mejor a este mundo? Diseñar los espacios del aula donde sean ellos los que asumen la responsabilidad de su aprendizaje en compañía de otros que, a su vez, aprenden con ellos. Conseguir que sean ellos mismos los que nos pidan más y más, hasta saciar su ansia de saber que nada tiene que ver con las asignaturas encorsetadas y pobres que muchas veces impartimos. Alentar su capacidad para desarrollar nuevos conocimientos a partir de un entorno-red en el que se sientan además imprescindibles.

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Eso es el aprendizaje cooperativo, crear estructuras y espacios para el aprendizaje en grupos cohesionados que respetan a todos sus miembros, que aprenden a descubrir el potencial que cada uno tiene, que toman las riendas de lo que pasa en el aula y que ven en su profesor una persona que posibilita que este “milagro” suceda.

Así que, vaya esta entrada dedicada a todos aquellos docentes que se embarcan de forma valiente en la transformación de sus aulas dedicando horas de formación, de dedicación y de sueños para que sus alumnos, nuestros niños, construyan un mundo diferente en el que todos podamos aprender juntos.

¡Gracias por enseñarme cada día un poquito más!

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