En la guarida

Hacía varios años que la mujer habitaba con el lobo que en su día le dio su cobijo, su calor y su piel. Habían sellado una amistad perpetua basada en la confianza mutua, ella ya no sentía miedo de sus ojos ni de sus dientes, y en su lugar había aparecido una especie de poder frente a él que había hecho que aumentara de tamaño sorprendentemente, siendo casi igual que lobo. Ahora, cuando ella se echaba sobre él para darle calor, sentía que él se abandonaba cada vez más, hundiéndose en el suelo, cerrando los ojos. Esos ojos amarillos, que tanto atemorizaban a la mujer al principio, iban siendo cada vez más grises y habían tomado la forma de unos ojos casi humanos para ella. Con el paso de los años, la mujer había dejado de sentirse necesitada de protección, y no permitía apenas que él se echase para darle calor, su piel seguía protegiéndola y aunque estaba algo más débil, ella no lo percibía. Lobo, sin embargo, sabía que perdía su fuerza y que juntos podrían volver a tenerla, pero por alguna razón, ella no se dejaba proteger y prefería peinarse en soledad y tan solo mostrarle de vez en cuando alguna caricia.

Lobo iba sintiendo cada vez un poquito más de frío, e intentaba protegerse de él buscando algún lugar donde cobijarse, parecía que la cueva que en su día le albergó sólo a él, y que después compartió con la mujer, se había convertido en un lugar inhóspito con el paso del tiempo. Solo alguna vez, cuando conseguía arrancar un abrazo a la mujer, volvía a sentir calor y fuerza, pero desgraciadamente, cada vez eran más escasos esos momentos y él sentía la urgencia de buscar otra cueva para sentirse confortable.

Pensaba una y otra vez en por qué le pasaría esto, él que siempre había vivido solo, que no había necesitado más que ese pequeño trozo escarbado en la roca para vivir, por qué ahora sentía como si no hubiese más aire que el que emanaba de la boca de la mujer. Por las noches, cuando ella dormía, a veces la miraba y recordaba la primera vez que la vio, indefensa, pequeña, asustada. Recordaba su olor, el olor de la primavera recién llegada, y su desnudez pálida y temblorosa que él ayudó a cubrir. También recordaba el miedo que tuvo la primera vez que la vio, el sabor a metal en la boca cuando escuchó las pisadas de alguien adentrándose en su hogar, un metal que se transformó en miel cuando aspiró el aroma de su pelo. Y es cierto que ahí quiso comérsela, a punto estuvo si no hubiese sido por la mirada suplicante de ella, y la pregunta “¿vas a comerme?”. Descubrió entonces que no podía comerse a un ser tan indefenso, y decidió darle calor comenzando así una historia de amistad infinita.

Pero las cosas habían cambiado mucho, la mujer no parecía tenerle miedo, sus ojos parecían haber cambiado la forma en que lo miraba, se había vuelto más altiva, mucho más segura, y no quería apenas compartir esos ratos juntos bajo la luna. Tampoco entendía por qué lo había debilitado tanto a él que no tuvieran la misma relación. Lobo se enfurecía muchas veces, rugía y enseñaba sus dientes buscando otra vez la mirada temblorosa de ella, pero no llegaba. En lugar de eso, la mujer permanecía sentada tranquila mirándole con desánimo, hundiendo sus largos dedos en la piel que un día lobo le dio.

Un día, la mujer decidió abandonar a Lobo, estaba cansada de vivir siempre en una cueva, de sentir un frío impreciso, sin ganas para charlar, ni para mirar a la luna que cada vez parecía más lejana. Sentía a su compañero pequeño y triste, y una decepción había empezado a hacer mella en su interior convirtiéndose en desilusión y hastío. Así que una mañana se levantó temprano y se fue, sin decir adiós, tan solo salió a caminar. Necesitaba encontrar otras caras, cuando había llegado a aquel lugar apenas recordaba nada de su pasado, pero sabía que era una mujer, y que vivir con un lobo no era algo natural para la especie humana. Era cierto que había vivido años con él sin sentir el más mínimo temor, salvo al principio, pero algo en su interior le recordaba que ella era humana, que se merecía encontrar a otros humanos, probar a ver la vida con ellos, como ellos, y quizás encontrar también un compañero humano, como ella.

Así que se fue, al principio caminó ligera, sintiéndose cada vez más liviana con cada paso, y eso la animó, pensó: esto es lo que necesitaba. Pero al llegar la primera noche, la oscuridad inundó el entorno y la mujer tuvo que parar a descansar. Por un momento sintió que el pánico la inundaba cuando al cruzarse de brazos notó que volvía a estar desnuda. Un escalofrío recorrió su espalda al recordar su primera noche en aquel lugar, el frío, el miedo, el dolor que le provocaba la hierba y las hojas caídas en su piel, así que buscó a tientas nuevamente, pensó: “encontraré otro lugar, igual que la otra vez”, pero no encontró nada. Decidió sentarse despacio apoyada en un árbol, quizás alguien pasase por allí y la encontraría, pero al poco rato notó la corteza arañando su fina piel y no escuchó ni el más mínimo rastro de vida. También tenía frío y de repente se sintió pequeña, quizás incluso más que aquella vez, y deseó notar tan solo un soplo de aire de su boca, el aliento de su amigo, su voz gruesa, su mirada prolongada y dialogante, su piel… y lloró.

Lloró toda la noche, y al amanecer descubrió que no había dormido nada, notaba el peso en las piernas magulladas como si arrastrase un saco de piedras. Se tocó los brazos y descubrió su piel, otra vez esa piel blanca, suave, frágil, y le gustó por un momento. Después recordó que no tenía con qué cubrirse y sabía que tendría frío cada noche. Tuvo miedo, ¿y si Lobo también había perdido la piel? o peor ¿y si él había recuperado su fuerza y su pelaje y se había olvidado de ella? Ahora solo imaginarle enfadado sí le infundía temor y se quedó paralizada sin saber qué hacer. Quería volver, pero tenía miedo, y ese cansancio la impedía andar rápido. Se movió pesada a través de las hojas, haciendo crujir a cada paso el manto áspero de un bosque desierto, y entonces sucedió.

Desde lo más recóndito de su ser, dentro de sus vísceras, en el centro mismo del estómago, notó un dolor agudo que fue extendiéndose a lo largo de todo su cuerpo, primero hacia la pelvis y las piernas, hasta los dedos de sus pies, subiendo después por su columna, como un latigazo lleno de electricidad y luz, invadió todo su ser y salió por la boca en forma de aullido largo y doloroso. Y repitió hasta tres veces, muy largo, muy lejos. El aullido del lobo habitaba en ella. Con cada exhalación sentía un poco más de seguridad, y quiso seguir aullando en bajito, soltando el peso de su cuerpo, el que se había instalado durante los últimos años. Pensó en él, en su olor a fuerza, en la generosidad de aquella primera vez, en su peso grande y liviano a la vez, y notó que el aire le faltaba, que necesitaba oír su voz.

Lobo había pasado un día y una noche en blanco esperando verla regresar y cuando ya lo había dado por perdido escuchó un sonido familiar pero lejano, como si su propia voz estuviese independiente por el bosque, aullando desconectada de su garganta. Y entonces fue cuando miró, y la vio. Salió corriendo en su busca, pero se detuvo en seco al ver que esto la asustaba. Tan solo se paró, y se sentó sobre sus patas traseras, a esperar.
Ella llegó lentamente, hundiendo sus ojos en los de él, suplicando “perdóname”. Lobo agachó la cabeza hasta su mano y se dejó acariciar, después se tumbó del todo y esperó que ella diera el siguiente paso. Y entonces la mujer le dijo: “He vuelto y he aprendido. Dejé de escuchar el sonido de las pisadas, y de tu respiración, de tus palabras. Dejé de mirar el reflejo que la luna hace sobre nuestros cuerpos, dejé de escuchar mi propia respiración, pendiente de romper con la rutina, caí en una rutina nueva de desánimo y desamor. No me di cuenta de que el amor entre tú y yo es indisoluble, si uno cae, también cae el otro, que si me quedo desnuda, desnudaré tu interior. Caminé sola y segura, esperando encontrar el amor auténtico con un hombre como yo, hasta que perdí mi pelaje, el tuyo, me volví a herir, y me di cuenta de que me había vuelto a equivocar. Pero esta vez he sabido regresar, y quiero montarme en tu lomo y salir a caminar contigo, juntos”. Y se subió encima de él y se tumbó boca abajo, acariciando su cabeza, su hocico, sus patas fuertes, y recostó su cabeza en el cuello para mezclarse de nuevo en uno solo. Lobo cerró los ojos y, por primera vez en su vida, sonrió. Lobo cada vez más humano, y ella cada vez más salvaje.

HORMIGA ROJA, CORAZÓN OSCURO

Empujé hacia arriba con mis patas delanteras, la hoja que me había servido de refugio y pude ver cómo los rayos del sol esquivaban las cuerpos e iluminaban las sombras,  acariciando  todas esas gotas que la tormenta había regalado y que brillaban como si fueran joyas engalanando un mar de hierbas, matas y brezo, con olas verdes y amarillas que movía el viento.
Mi mirada quedó cautiva, prisionera en esas gotas que  veía todos esos ojos que parecían entrar por mis pupilas y atravesarme el alma. Al restregarme los ojos vidriosos por las lágrimas pude ver mi propio rostro mil veces reflejado, una vez por cada gota. ¿Eran gotas de lluvia o eran lágrimas? ¡Qué importaba!
Esos ojos, acusadores, tan parecidos a aquellos otros que me habían sentenciado: Deserción o muerte.
¿Cuánto peso puede soportar una conciencia?. Dicen que las hormigas pueden soportar siete veces su peso. Pero creo que es mentira.
Veo un rostro, y luego otro. ¿Es el mío o es de otros? ¿Es de mis víctimas o es de mi verdugos? ¿Qué soy yo víctima del destino, o verdugo del Reino Rojo? Cómo si cada uno fuera una puñalada Un cuchillo en plena batalla.. Cómo si todavía estuviera en el hormiguero, frente al Consejo de Guerra, temblorosa y asustada.
¿Cómo hacer una confesión ahora? Cómo si fuera posible confesar y pedir perdón. Tengo la pintura roja que me cubre mi cuerpo, y que puedo usar como tinta con la que dar forma a mi confesión. Puedo escribir con mis finas patas en estas hojas amarillas, húmedas por la lluvia. Una palabra tras otra. Ojalá al hacerlo, al tener las palabras ante mí, pueda leer en ellas algo. Alguna esperanza con la que vivir. Un pequeño rayo de luz que ilumine mi camino entre las ramas del páramo, o por el contrario la ver oscuridad que sellará mi fin.
Me gustaría decir que vendí a la Reina Roja, a mi reina, por una causa noble, pero sería mentira. Me gustaría decir que maté a la Reina Oscura para garantizar la paz en el páramo. Pero si lo dijera también mentiría
Yo no nací diferente a las otras. Podría estar frente a cualquiera de ellas, de las hormigas del Reino Rojo y hubiera visto el mismo rostro. ¿Qué importa si sobrevive el Reino Rojo, o el Reino Oscuro? Yo soy proscrita de ambos reinos, y ahora que no hay un lugar al que pertenezca, puedo volver al principio y pensar en el problema. ¿Por qué luchan los dos reinos?
Hace años, nuestros antepasados se hicieron la misma pregunta, y las hormigas sabias lo leyeron en las runas. Una paz que pendía de un hilo del que tiraban el Reino Rojo y el Reino Oscuro. Cada una del lado de su hormiguero. Y entonces se decidió un trueque de reinas. La paz se consiguió, pero la siguiente generación ya estaba de nuevo en guerra. Unas contra otras. Rojas contra Oscuras, y Oscuras contra Rojas.
Pero el cambio de reinas había supuesto un cambio también físico en todas ellas.
Ahora las hormigas del Reino Rojo, no eran ya rojas, sino que al nacer eran negras. Y las oscuras, en cambio, eran iguales que su reina, completamente rojas. Pero tanto unas como otras pintaban su cuerpo con los colores opuestos, aferradas a un pasado al que en realidad no habían pertenecido, nada más que sus contrarias…
Las palabras salían a borbotones, coloreadas con la pintura de mi cuerpo y no podía parar. No podía. Podía haber sido mi propia sangre la que manchaba aquellas hojas amarillas. Cerré los ojos un segundo y empecé a pensar en cómo podía llegar a entenderme a mi misma, a comprender mis errores.
No había conseguido convencer al jurado frente a mí, pero pensaba que tal vez podría convencer tan sólo a ese otro jurado. A esos rostros encerrados en esas gotas de lluvia que borraba el sol con sus rayos, empujándolas a su tumba de barro, compartida por tantas hormigas caídas en una guerra sin principio, sin final y sin ningún sentido.
Pensaba que tal vez si caía la última gota, acusadora, yo podría perdonarme de alguna forma. Una última gota de lluvia, y una última lágrima ¿Merezco vivir?, me preguntaba. Tal vez esta extraña confesión, esta pequeña nota que podría ser de suicidio de una pequeña hormiga sin corazón, tal vez podría servir de algo.
Y me arranqué esa pintura roja que aún me cubría en parte y seguí escribiendo:
¿Alguien entiende una guerra tan absurda? El trueque, en realidad, no es una razón para luchar, pero ¿No podría ser una razón para la paz?
¿No estamos de alguna forma emparentadas? ¿No guardamos en realidad la memoria de las Rojas que aparece tras nosotros como una sombra, porque en el fondo, es la memoria de las oscuras?
¿Por qué se lucha? El fragor de la batalla. Los destellos que provoca el choque de espada contra espada, ciegan la vista, y siegan la vida y el alma más que el hierro que las forman. Y la ira, que la empuña, se mete en el cuerpo, y ya no existe nada más que el momento. Tú en el campo de batalla, rodeado de enemigos y la espada en tus manos, como único amigo.
Recuerdo un momento en el que ascendí sobre todos aquellos cuerpos, todas esas hormigas con sus armaduras, y pude ver desde arriba a ambos ejércitos.
Ambos ejércitos dejaban un rastro de pintura al avanzar, como una estela que alfombraba el suelo. Una alfombra para que las reinas Oscura y, pisaran majestuosas desde la retaguardia, en la seguridad de sus carros tirados por pulgones. Pese a lo terrible de la situación pensé en aquella imagen hermosa.
Y me ví a mi entre el barro, malherida. No sé como llegué hasta ella, hasta la Reina Oscura y me arrastré entre el dolor y la locura, alzando el puñal que acabó con su vida. ¡Oía ya los vítores de las mías! ¡La alegría de las Rojas por la derrota de las oscuras. Pero ahí con la sangre roja de la Reina Oscura entre mis manos, no podía articular palabra. La pintura roja de mis manos se había levantado, y ahora la reemplazaba aquella sangre roja de la Reina Oscura. ¡Por qué lo hice?
Las hormigas oscuras clamaban venganza. Y aunque enfurecidas, decidieron perdonarme la vida, pues viva podría llevarlas al Reino Rojo, y servirles en bandeja una nueva reina, la única que existía ahora en el páramo. ¡Mi propia reina! ¡la Reina Roja!
Y así a cambio de mi vida entregué a mi reina, y al hacerlo sentencié a  mi pueblo. Y ahora que estoy aquí sola, ahora pienso, que la única forma de paz, la única forma posible de terminar esta guerra y de que no muera nadie más es que reconozcamos que sólo existe un reino.
¿Lo pensarás mi Reina Roja, mi Reina Oscura?
Y al terminar de escribir la hoja amarilla escrita por ambos lados, en mi cuerpo ya no quedaba tinta y por primera vez desde que había nacido era de mi propio color, y pude verme reflejada en aquella última gota de lluvia que suavemente ví caer al barro.
Y supe que había nacido para era enrollar suavemente aquella hoja y caminar en ese momento, sin nada que perder, hacia el Reino Oscuro.

M.S.

UNA PEQUEÑA ESTRELLA

A mi sobrino A.

Venid todos aquí y os contaré un secreto. Hace muchos, muchos años, no había estrellas en el cielo. Sobre nuestras cabezas había sólo un desierto oscuro recorrido por una brisa helada. Y no había día, no había noche.

Al mismo tiempo, la gente estaba triste y contaminada. Como si el negro vacío se hubiera llenado de odio, y al rebosar, hubiera vertido sus sombras en el espíritu de los hombres, atrapando muy dentro su risa y su alegría.

Y a este mundo extraño, llegó un día una pequeña estrella. Estaba perdida,  ¡y se encontraba tan triste y sola…!

Y al llegar trató de llamar la atención de la gente, pero todos los que encontraba en su camino se apartaban de ella, desconfiados.
Ella gritaba “ ¡quiero volver a mi mundo, en el que al nacer, nos rodean de luz y de magia!”.

Pero el aliento de la estrella consumía su fuego lentamente, entre suspiros de pena. ¡Derramó tantos rayos y lágrimas de fuego, que mientras se vacíaba logró cubrir el cielo de un mar rojo e intenso!

Y la gente miro temerosa arriba, y al fin algo se quebró dentro de ellos y su indiferencia se tornó en admiración ante tanta belleza.

Y de los ojos de los hombres brotaron lágrimas.

Y de los labios irradiaron sonrisas. Y la estrella vió con sorpresa que crecía su luz en tamaño, intensidad y forma.

Fue entonces cuando comprendió que aquel era su sitio y decidió quedarse. Y cómo estrella solitaria que era, se llamó así misma Sol.

Sol sabía bien, que en medio de toda oscuridad, siempre queda una pequeña llama. Pero para hacer de una brasa olvidada un gran fuego hace falta fe, paciencia y esperanza.

Entonces, como un faro, su luz invitó a otras estrellas a unirse en un juego, dibujar figuras y sueños en el cielo.

Y ahora, la brisa nocturna es cálida, y aviva la luz de las velas, que desde arriba iluminan la noche. Y cuando la gente mira hacia el cielo y encuentra una estrella, cierra los ojos y pide un deseo.

M.S.

UNA PEQUEÑA ESTRELLA

Venid todos aquí y os contaré un secreto. Hace muchos, muchos años,no había estrellas en el cielo. Sobre nuestras cabezas había sólo un desiertooscuro recorrido por una brisa helada. Y no había día, no había noche.

Al mismo tiempo, la gente estaba triste y contaminada. Como si el negro vacíose hubiera llenado de odio, y al rebosar, hubiera vertido sus sombras en elespíritu de los hombres, atrapando muy dentro su risa y su alegría.

Y a este mundo extraño, llegó un día una pequeña estrella. ¡Estaba perdida, yse encontraba tan triste y sola…!

Y al llegar trató de llamar la atención de la gente, perotodos los que encontraba en su camino se apartaban de ella, desconfiados.
Ella gritaba “!quiero volver a mi mundo, en el que al nacer, nos rodean deluz y de magia!”.

Pero el aliento de la estrella consumía su fuego lentamente, entresuspiros de pena. ¡Derramó tantos rayos y lágrimas de fuego, que mientrasse vacíaba logró cubrir el cielo de un mar rojo e intenso!

Y la gente miro temerosa arriba, y al fin algo se quebró dentro de ellosy su indiferencia se tornó en admiración ante tanta belleza.

Y de los ojos de los hombres brotaron lágrimas.

Y de los labios irradiaron sonrisas. Y la estrella viocon sorpresa que crecía su luz en tamaño, intensidad y forma.

Fue entonces cuando comprendió que aquel era su sitio y decidió quedarse. Ycómo estrella solitaria que era, se llamó así misma Sol.

Sol sabía bien, que en medio de toda oscuridad, siempre queda una pequeñallama. Pero para hacer de una brasa olvidada un gran fuego hace falta fe,paciencia y esperanza.

Entonces, como un faro, su luz invitó a otras estrellas a unirse en unjuego, dibujar figuras y sueños en el cielo.

Y ahora, la brisa nocturna es cálida, y aviva la luz de las velas, que desdearriba iluminan la noche.Y cuando la gente mira hacia el cielo y encuentra unaestrella, cierra los ojos y pide un deseo.

M.S. (2008)

UNA PEQUEÑA ESTRELLA

Venid todos aquí y os contaré un secreto. Hace muchos, muchos años, no había estrellas en el cielo. Sobre nuestras cabezas había sólo un desiertooscuro recorrido por una brisa helada. Y no había día, no había noche.

Al mismo tiempo, la gente estaba triste y contaminada. Como si el negro vacío se hubiera llenado de odio, y al rebosar, hubiera vertido sus sombras en elespíritu de los hombres, atrapando muy dentro su risa y su alegría.

Y a este mundo extraño, llegó un día una pequeña estrella. ¡Estaba perdida, yse encontraba tan triste y sola…!

Y al llegar trató de llamar la atención de la gente, pero todos los que encontraba en su camino se apartaban de ella, desconfiados.
Ella gritaba “ ¡quiero volver a mi mundo, en el que al nacer, nos rodean deluz y de magia!”.

Pero el aliento de la estrella consumía su fuego lentamente, entresuspiros de pena. ¡Derramó tantos rayos y lágrimas de fuego, que mientrasse vacíaba logró cubrir el cielo de un mar rojo e intenso!

Y la gente miro temerosa arriba, y al fin algo se quebró dentro de ellos y su indiferencia se tornó en admiración ante tanta belleza.

Y de los ojos de los hombres brotaron lágrimas.

Y de los labios irradiaron sonrisas. Y la estrella vió con sorpresa que crecía su luz en tamaño, intensidad y forma.

Fue entonces cuando comprendió que aquel era su sitio y decidió quedarse. Y cómo estrella solitaria que era, se llamó así misma Sol.

Sol sabía bien, que en medio de toda oscuridad, siempre queda una pequeña llama. Pero para hacer de una brasa olvidada un gran fuego hace falta fe, paciencia y esperanza.

Entonces, como un faro, su luz invitó a otras estrellas a unirse en un juego, dibujar figuras y sueños en el cielo.

Y ahora, la brisa nocturna es cálida, y aviva la luz de las velas, que desde arriba iluminan la noche.Y cuando la gente mira hacia el cielo y encuentra una estrella, cierra los ojos y pide un deseo.

M.S. (2008)

UNA PEQUEÑA ESTRELLA

Venid todos aquí y os contaré un secreto. Hace muchos, muchos años, no había estrellas en el cielo. Sobre nuestras cabezas había sólo un desierto oscuro recorrido por una brisa helada. Y no había día, no había noche.

Al mismo tiempo, la gente estaba triste y contaminada. Como si el negro vacío se hubiera llenado de odio, y al rebosar, hubiera vertido sus sombras en elespíritu de los hombres, atrapando muy dentro su risa y su alegría.

Y a este mundo extraño, llegó un día una pequeña estrella. ¡Estaba perdida, yse encontraba tan triste y sola…!

Y al llegar trató de llamar la atención de la gente, pero todos los que encontraba en su camino se apartaban de ella, desconfiados.
Ella gritaba “ ¡quiero volver a mi mundo, en el que al nacer, nos rodean deluz y de magia!”.

Pero el aliento de la estrella consumía su fuego lentamente, entresuspiros de pena. ¡Derramó tantos rayos y lágrimas de fuego, que mientrasse vacíaba logró cubrir el cielo de un mar rojo e intenso!

Y la gente miro temerosa arriba, y al fin algo se quebró dentro de ellos y su indiferencia se tornó en admiración ante tanta belleza.

Y de los ojos de los hombres brotaron lágrimas.

Y de los labios irradiaron sonrisas. Y la estrella vió con sorpresa que crecía su luz en tamaño, intensidad y forma.

Fue entonces cuando comprendió que aquel era su sitio y decidió quedarse. Y cómo estrella solitaria que era, se llamó así misma Sol.

Sol sabía bien, que en medio de toda oscuridad, siempre queda una pequeña llama. Pero para hacer de una brasa olvidada un gran fuego hace falta fe, paciencia y esperanza.

Entonces, como un faro, su luz invitó a otras estrellas a unirse en un juego, dibujar figuras y sueños en el cielo.

Y ahora, la brisa nocturna es cálida, y aviva la luz de las velas, que desde arriba iluminan la noche.Y cuando la gente mira hacia el cielo y encuentra una estrella, cierra los ojos y pide un deseo.

M.S. (2008)

UNA PEQUEÑA ESTRELLA

Venid todos aquí y os contaré un secreto. Hace muchos, muchos años, no había estrellas en el cielo. Sobre nuestras cabezas había sólo un desierto oscuro recorrido por una brisa helada. Y no había día, no había noche.

Al mismo tiempo, la gente estaba triste y contaminada. Como si el negro vacío se hubiera llenado de odio, y al rebosar, hubiera vertido sus sombras en el espíritu de los hombres, atrapando muy dentro su risa y su alegría.

Y a este mundo extraño, llegó un día una pequeña estrella. ¡Estaba perdida, y se encontraba tan triste y sola…!

Y al llegar trató de llamar la atención de la gente, pero todos los que encontraba en su camino se apartaban de ella, desconfiados.
Ella gritaba “ ¡quiero volver a mi mundo, en el que al nacer, nos rodean deluz y de magia!”.

Pero el aliento de la estrella consumía su fuego lentamente, entresuspiros de pena. ¡Derramó tantos rayos y lágrimas de fuego, que mientrasse vacíaba logró cubrir el cielo de un mar rojo e intenso!

Y la gente miro temerosa arriba, y al fin algo se quebró dentro de ellos y su indiferencia se tornó en admiración ante tanta belleza.

Y de los ojos de los hombres brotaron lágrimas.

Y de los labios irradiaron sonrisas. Y la estrella vió con sorpresa que crecía su luz en tamaño, intensidad y forma.

Fue entonces cuando comprendió que aquel era su sitio y decidió quedarse. Y cómo estrella solitaria que era, se llamó así misma Sol.

Sol sabía bien, que en medio de toda oscuridad, siempre queda una pequeña llama. Pero para hacer de una brasa olvidada un gran fuego hace falta fe, paciencia y esperanza.

Entonces, como un faro, su luz invitó a otras estrellas a unirse en un juego, dibujar figuras y sueños en el cielo.

Y ahora, la brisa nocturna es cálida, y aviva la luz de las velas, que desde arriba iluminan la noche.Y cuando la gente mira hacia el cielo y encuentra una estrella, cierra los ojos y pide un deseo.

M.S. (2008)

UNA PEQUEÑA ESTRELLA

Venid todos aquí y os contaré un secreto. Hace muchos, muchos años, no había estrellas en el cielo. Sobre nuestras cabezas había sólo un desierto oscuro recorrido por una brisa helada. Y no había día, no había noche.

Al mismo tiempo, la gente estaba triste y contaminada. Como si el negro vacío se hubiera llenado de odio, y al rebosar, hubiera vertido sus sombras en el espíritu de los hombres, atrapando muy dentro su risa y su alegría.

Y a este mundo extraño, llegó un día una pequeña estrella. ¡Estaba perdida, y se encontraba tan triste y sola…!

Y al llegar trató de llamar la atención de la gente, pero todos los que encontraba en su camino se apartaban de ella, desconfiados.
Ella gritaba “ ¡quiero volver a mi mundo, en el que al nacer, nos rodean de luz y de magia!”.

Pero el aliento de la estrella consumía su fuego lentamente, entresuspiros de pena. ¡Derramó tantos rayos y lágrimas de fuego, que mientras se vacíaba logró cubrir el cielo de un mar rojo e intenso!

Y la gente miro temerosa arriba, y al fin algo se quebró dentro de ellos y su indiferencia se tornó en admiración ante tanta belleza.

Y de los ojos de los hombres brotaron lágrimas.

Y de los labios irradiaron sonrisas. Y la estrella vió con sorpresa que crecía su luz en tamaño, intensidad y forma.

Fue entonces cuando comprendió que aquel era su sitio y decidió quedarse. Y cómo estrella solitaria que era, se llamó así misma Sol.

Sol sabía bien, que en medio de toda oscuridad, siempre queda una pequeña llama. Pero para hacer de una brasa olvidada un gran fuego hace falta fe, paciencia y esperanza.

Entonces, como un faro, su luz invitó a otras estrellas a unirse en un juego, dibujar figuras y sueños en el cielo.

Y ahora, la brisa nocturna es cálida, y aviva la luz de las velas, que desde arriba iluminan la noche.Y cuando la gente mira hacia el cielo y encuentra una estrella, cierra los ojos y pide un deseo.

M.S. (2008)

UNA PEQUEÑA ESTRELLA

A mi sobrino A. S.

Venid todos aquí y os contaré un secreto. Hace muchos, muchos años, no había estrellas en el cielo. Sobre nuestras cabezas había sólo un desierto oscuro recorrido por una brisa helada. Y no había día, no había noche.

Al mismo tiempo, la gente estaba triste y contaminada. Como si el negro vacío se hubiera llenado de odio, y al rebosar, hubiera vertido sus sombras en el espíritu de los hombres, atrapando muy dentro su risa y su alegría.

Y a este mundo extraño, llegó un día una pequeña estrella. Estaba perdida,  ¡y se encontraba tan triste y sola…!

Y al llegar trató de llamar la atención de la gente, pero todos los que encontraba en su camino se apartaban de ella, desconfiados.
Ella gritaba “ ¡quiero volver a mi mundo, en el que al nacer, nos rodean de luz y de magia!”.

Pero el aliento de la estrella consumía su fuego lentamente, entre suspiros de pena. ¡Derramó tantos rayos y lágrimas de fuego, que mientras se vacíaba logró cubrir el cielo de un mar rojo e intenso!

Y la gente miro temerosa arriba, y al fin algo se quebró dentro de ellos y su indiferencia se tornó en admiración ante tanta belleza.

Y de los ojos de los hombres brotaron lágrimas.

Y de los labios irradiaron sonrisas. Y la estrella vió con sorpresa que crecía su luz en tamaño, intensidad y forma.

Fue entonces cuando comprendió que aquel era su sitio y decidió quedarse. Y cómo estrella solitaria que era, se llamó así misma Sol.

Sol sabía bien, que en medio de toda oscuridad, siempre queda una pequeña llama. Pero para hacer de una brasa olvidada un gran fuego hace falta fe, paciencia y esperanza.

Entonces, como un faro, su luz invitó a otras estrellas a unirse en un juego, dibujar figuras y sueños en el cielo.

Y ahora, la brisa nocturna es cálida, y aviva la luz de las velas, que desde arriba iluminan la noche. Y cuando la gente mira hacia el cielo y encuentra una estrella, cierra los ojos y pide un deseo.

M.S. (2008)

UNA PEQUEÑA ESTRELLA

A mi sobrino A.

Venid todos aquí y os contaré un secreto. Hace muchos, muchos años, no había estrellas en el cielo. Sobre nuestras cabezas había sólo un desierto oscuro recorrido por una brisa helada. Y no había día, no había noche.

Al mismo tiempo, la gente estaba triste y contaminada. Como si el negro vacío se hubiera llenado de odio, y al rebosar, hubiera vertido sus sombras en el espíritu de los hombres, atrapando muy dentro su risa y su alegría.

Y a este mundo extraño, llegó un día una pequeña estrella. Estaba perdida,  ¡y se encontraba tan triste y sola…!

Y al llegar trató de llamar la atención de la gente, pero todos los que encontraba en su camino se apartaban de ella, desconfiados.
Ella gritaba “ ¡quiero volver a mi mundo, en el que al nacer, nos rodean de luz y de magia!”.

Pero el aliento de la estrella consumía su fuego lentamente, entre suspiros de pena. ¡Derramó tantos rayos y lágrimas de fuego, que mientras se vacíaba logró cubrir el cielo de un mar rojo e intenso!

Y la gente miro temerosa arriba, y al fin algo se quebró dentro de ellos y su indiferencia se tornó en admiración ante tanta belleza.

Y de los ojos de los hombres brotaron lágrimas.

Y de los labios irradiaron sonrisas. Y la estrella vió con sorpresa que crecía su luz en tamaño, intensidad y forma.

Fue entonces cuando comprendió que aquel era su sitio y decidió quedarse. Y cómo estrella solitaria que era, se llamó así misma Sol.

Sol sabía bien, que en medio de toda oscuridad, siempre queda una pequeña llama. Pero para hacer de una brasa olvidada un gran fuego hace falta fe, paciencia y esperanza.

Entonces, como un faro, su luz invitó a otras estrellas a unirse en un juego, dibujar figuras y sueños en el cielo.

Y ahora, la brisa nocturna es cálida, y aviva la luz de las velas, que desde arriba iluminan la noche. Y cuando la gente mira hacia el cielo y encuentra una estrella, cierra los ojos y pide un deseo.

M.S. (2008)